lunes, 7 de marzo de 2022

Lo que nos espera no es una humeante taza de té

Decía mi gran amigo -y excelente compañero de remotas fatigas- Salvador f.r. que en nuestro interior, en nuestra personalidad se enfrentan dos fuerzas colosales con la clara intención de hacerse dueños de nuestra conducta y ánimo para el desarrollo de nuestro proyecto personal y profesional: un motivador y un boicoteador. Me contaba esto un día, hace ya muchos años y muchos ciclos de vida, durante una comida que casi me cuesta el vuelo de regreso a casa después de unas jornadas de trabajo junto con otros compañeros igualmente excelentes.

El caso es que pasadas las carreras y el estrés que supuso intentar alcanzar el avión (llegué a la puerta de embarque por los pelos tras una milla aeroportuaria con mocasines y tirando del trolley), durante el vuelo estuve reflexionando sobre ese choque de fuerzas y deduje que tenía mucho sentido. Forma parte, supongo, de los primeros pasos para confiar en un buen coach. Sin darme ni cuenta me dio una sesión gratis de la cual todavía atesoro el principal aprendizaje: hay que desoír a tu boicoteador y tratar de facilitar la tarea a tu motivador para obtener tus propios objetivos. Parece fácil pero no siempre resulta así.

En los últimos años la humanidad está siendo sometida al azote constante de un gran boicoteador, una fuerza maligna, sin rostro en ocasiones, capaz de minar la moral de los más débiles y también de quienes creen tener la suficiente fortaleza y resistencia como para asomarse plácidamente a la ventana a observar como todo a su alrededor se desmorona mientras él, optimista y seguro de sí mismo, apura, impertérrito, una humeante taza de té.

Podríamos buscar razones para, reforzando a nuestros motivadores, contrarrestar la eficacia de nuestros boicoteadores pero es que el entorno no ayuda nada. Intento disfrutar de la vida -de manera muy sencilla- haciendo lo que más me gusta en cada momento, no solo sin molestar a nadie sino tratando, además, de ayudar y facilitar soluciones a quienes la necesitan o me lo piden. Juego mis  tres o cuatro partidos de tenis semanales, me tiro a los fogones por el placer de una buena receta, gozo de un entorno familiar cálido y armónico, me refugio en la lectura cuando tengo ocasión y me entretengo siguiendo los mejores acontecimientos deportivos. Y si me tengo que tomar unas cañas o un gintónico, lo hago muy a gusto. En una palabra soy feliz así.

Lo que no logro es relajarme hasta el punto de hacerme una taza de té y asomarme a la ventana sin darme cuenta de que la amenaza de colapso, sí, de colapso mundial es cada vez mayor. El gran boicoteador de la humanidad, después de una terrible pandemia, es ahora un ruso loco, decidido a jugar a "todo o nada" que ya está agitando los dados en su mano y está dispuesto a echarlos a rodar y que salte la banca del casino.




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