lunes, 24 de enero de 2022

Enero me atrapa

Un año tras otro, acabo el mes de diciembre un tanto saturado de cifras y de letras y brilla en el horizonte un mes de enero vacacional. Es el escenario deseado donde poder dedicarme la mayor parte del día a mí, por mí y para mí (aunque luego no resulte tan egoísta y acabe compartiéndolo con mi "gente").

Este 2022 lo he iniciado de una manera novedosa. Por vez primera, tras el descorche del corpinnat y la uvas de la ¿suerte?, el panettone y el concierto de Año Nuevo (hay cosas a las que no estoy dispuesto a renunciar)  decidimos volar hasta las cumbres nevadas del valle de Viella y dejarnos caer ladera abajo, una y otra vez, mientras las piernas respondieran. 


Así hicimos y de regreso, una vez repuestos de las magulladuras de las botas y del camino, me instalo en primera línea de mar, en mi orilla, frente a un mar de gel turquesa, gozando de las afamadas calmas de enero. Levanto la vista por encima de las páginas de El italiano (Pérez-Reverte) y entre los trinos de Jagger, Michael MçDonald y Mark Knopfler y los de una bandada de revoltosos jilgueros que me rodean, paso una buena y placentera parte del día. No falta, por supuesto, el chapuzón (el agua está fría, sí) que trato de viralizar entre mis próximos. Ahí está el tío, con el agua hasta el cuello y sonriendo como si fueran aguas termales. Pila cargada.



Luego está la gastronomía, la comida casera hecha con tiempo y con ingredientes, de proximidad en su mayoría, para conciliar la dieta sana con la recuperación del tono físico, un tanto perjudicado por los escasos excesos navideños y la inactividad (cuatro meses sin tenis) provocada por la lesión en la espalda y muy próxima a su archivo definitivo (cruzo todos los dedos de pies y de manos)



Y finalmente el tenis de verdad, el primer Gran Slam del año, el de la polémica tonta de Djocovik (allá él y los negacionistas), el de la fantástica vuelta de Nadal (único superviviente español en la última semana del torneo, único otra vez) y por qué no, mi regreso a la cancha de tierra batida, con la ilusión de Ansu Fati y espero que con mayor fortuna y respeto de las lesiones.



Vivo enero con pasión, con garra y con fuerza y retomo mis deberes con la misma ilusión con la que tomé mi compromiso profesional actual, hace exactamente veinticuatro años. Y sigo empezando los lunes sin pereza ni arrugas, ni en mi ánimo ni en mi camisa.


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