lunes, 13 de septiembre de 2021

Con Franco se prohibía mejor

Hace ya un tiempo decidí ir dejando de asomarme poco a poco a según que charcas y pozos sépticos de la actualidad. Ese distanciamiento voluntario, en demasiadas ocasiones, es difícil de mantener. Trato de evitar hasta el mero vistazo a los flashes informativos que picotean como un mensaje o como un whatsapp en mi móvil o los que me salpican en la pantalla cuando el índice de una mano toca tecla indebida o cuando entra en el campo magnético en el que se introduce el propio móvil cuando lo guardo en el bolsillo del pantalón (a veces cobra vida propia y se pone a escribir o a llamar a números aleatorios o a cambiar imágenes de algún chat). Algoritmos perversos y diabólicos.

Pese a mi caprichoso empeño, el día tiene demasiadas horas y resulta imposible abstraerse totalmente de la cotidiana dosis de memeces y majaderías que vomitan, con una contumacia insoportable y soberbia estupidez, casi todos los que nos gobiernan (no todos, porque algunos de ellos ni siquiera dan prueba de vida suficientemente inteligente como para que alguno de sus rebuznos cobre un perfil relevante).

Todo lo que emana del gobierno y de lo que se viene ahora llamando con muchísimo acierto la "prensa concertada" me produce un repelús insufrible. Lo peor es que lo que hoy nos pone los pelos de punta pasará mañana a ser una mera anécdota. Es una permanente escalada -medalla de oro olímpica- de majaderías. Y a cada gracia oficial le sucede un trágico hito que pasa de largo: estamos estupefactos contemplando como el precio de la luz casi cuadruplica su valor en menos de un año... y no pasa, ni pasará na-da. 

¿Dónde están los medios de cámara (músico pagado no toca buen son) y los mediocres políticos que se echaban las manos a la cabeza y a los que se les hacía corto el editorial o chica la pancarta teorizando sobre la pobreza energética? Yo contesto. Han desaparecido poco después de decirnos -tan frescos ellos- que España climatiza por encima de sus posibilidades.

Tampoco, dicen, se podrá beber coca-cola, ni comer un buen chuletón o un solomillo, ni pensar si quiera en contra de lo que dice el gobierno, ni educar a tus propios hijos, ni hablar en castellano, ni curar o diagnosticar u operar en castellano donde deberían coexistir dos lenguas oficiales, ni rezar, ni viajar en avión, ni superar los treinta kilómetros por hora, u ochenta, o ciento veinte, o fumar, o ir al cine, o tomarse una copa, o reunirse en familia...Con Franco se prohibía mejor!

Que no nos cuenten cuentos. Son ellos los que nos gobiernan por encima de sus posibilidades al tiempo que, entre bostezo y bostezo, aplaude la prensa concertada tras pacer en los pastos de protección oficial.

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