lunes, 27 de septiembre de 2021

El circo y los payasos

A menudo, en conversaciones de cañitas o de café y con lo calentito que se presenta el panorama económico de los próximos meses surge el asunto de las cifras del fútbol: los contratos millonarios, los precios de los fichajes, los derechos de las televisiones, las afluencias a los estadios y un largo etcétera de cuentas y cuentos.

El gas y la electricidad van a marcar la cuenta de gastos de empresas y particulares. En especial, sobre las economías domésticas de estos últimos recaerán, además, los sobrecostes de las empresas que repercuten en el precio de sus servicios y de sus productos el incremento de gasto correspondiente a la partida del suministro energético. Ya ha subido el precio del pollo y del aceite. Nadie me lo ha contado, yo los meto en mi carrito de la compra. 

Dale al balón, enchúfala bien y métela en la portería, que si marcas te voy a echar unos cuantos euros más en tu monedero electrónico, figura.

Mientras todo esto sube, resulta que algunos clubes de fútbol lloran sobre la leche derramada por sus ruinas económicas y compiten en desigualdad porque otros sí pueden ayudar a que sus jugadores franquicia puedan estrenar cada día zapatos y deportivos mientras a otros a duras penas les alcanza para remendar sus alpargatas.

Luego te llega al club un jugador estrella y de repente, en los mercados asiáticos, su camisetita con su nombre estampado en el dorso, se agota pese a que el precio supera de largo los cien euros (coste medio de un hogar pequeño en el recibo de la luz). 

¿Cómo explicar este fenómeno? Los menos cafeteros, aquellos a los que cada vez que coincides con ellos viendo un partido de fútbol de manera ocasional  tienes que acabar explicándoles la regla del fuera de juego, no entienden las cifras que se barajan por ver como unos tipos en calzoncillos  le pegan patadas a un balón.  A ver, Enriquitos del mundo, si los que vierais fueran albañiles, contables, abogados o mecánicos que en su tiempo libre se citan en el polideportivo del pueblo con su camiseta de "Engranajes y rodamientos Pérez" o de "Modas Vanessa", entiendo que no se cotice muy alta cada patadita o cada gol. Por contra, si hablamos de los grandes clubes y príncipes del petróleo y de consagradas vacas del regate exquisito o de la vaselina perfecta al fondo de la portería, ya es otro cantar. Ahí se genera mucha pasta y si el circo genera beneficios parece lógico que los payasos no tengan que comprarse la pintura facial hacendado.

Así vamos y me consta que muchos culés, que no han acabado de digerir ni de entender por qué Messi la toca en Paris y por qué ha vendido su mansión de Gavá, al tiempo que enjuaga sus mocos y lágrimas en kleenex comprados por palés, no hace más que rebozar su desgracia en el yutub con los seiscientos y pico goles de la Pulga con el barça, con idéntica amargura a la de algunos nostálgicos del viejo régimen, cuando se autolesionaban con reportajes del nodo, viendo como el General lo bordaba estrenando pantanos. Comparan la tragedia -ya es estar enfermo- como la del niño que ve como su padre juega con los hijos de otro y de otra que no es su madre y en hogar ajeno. Brutal!

Todo por la pasta. O no?  (Y que me perdonen los payasos, por supuesto)

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lunes, 20 de septiembre de 2021

Demis baila en el salón

Se desvanecía con cierta frecuencia la señal de la tele. Quedaba la pantalla atrapada por unos segundos en un inquietante fondo negro, sin imagen ni sonido. Al cabo de un rato se recuperaba la emisión en directo; regresaba la imagen viva y personajes en movimiento y sonaban sus voces. En ese lapso, entre la cordura y el destierro de la consciencia, por los vahíos de la sobremesa, procedente de mi interior escuché la voz meliflua de Demis Roussos, sobreponiendo su tono al de los coros y a la música de la orquesta. Cantaba con el sonido agudo de un globo deshinchándose al achatarse el pitorro, pero con una total solvencia. Fue allá por los 70 cuando su enorme figura envuelta en holgados vestidos o capas o faldones o túnicas (no sé muy bien como deben catalogarse) en la telefunken en todo lo alto del salón e imágenes en blanco y negro, comenzó a hacerse visible en todos los programas de aquella televisión española -la única, la de todos-. Mi padre, que por entonces se gastaba una talla similar (y cierto parecido cuando en verano dejaba que una densa barba poblara su cara) jamás se habría vestido así, por supuesto, pero a menudo y tal vez para hacernos rabiar -especialmente a mi madre-, decía que se iba a encargar unas cuantas de aquellas prendas, que las encontraba muy acertadas y que él no tenía problemas con el respeto humano, una expresión con la que nos machacaba irónicamente ante algo que nos avergonzaba expresar o suponía una barrera psicológica por mostrarnos en público tal y como éramos: por "el qué dirán". El respeto humano no implicaba desinhibirse hasta el punto de poder llegar a hacer el ridículo, pero saber esquivarlo sí era un refuerzo emocional para poder ser como uno es, tanto en público como en la intimidad. (Respeto humano - Diario Córdoba (diariocordoba.com)


En cualquier caso, afortunadamente, jamás llegamos a ver a mi padre vestirse con túnicas como las de Demis, ni lo escuchamos cantando ninguna de sus canciones pero le hacía mucha gracia - y tarareaba con sorna, como todos hacíamos - el famoso triki triki triki triki triki mon amour. Cuando sonaba aquella canción levantaba sus brazos, extendiéndolos hacia los lados, como Zorba el griego y hacía chascar sus dedos mientras reía casi a carcajadas burlonamente....respeto humano.

Yo, que por entonces estaba en plena efervescencia de hormonas prefería verlo bailar como William Holden y Kim Novak en la famosa escena de Picnic, que mi padre también bordaba con portentoso virtuosismo.

Se retiró Kim Novak, murió William Holden, murió Demis Roussos, (ha muerto Charlie Watts, no me olvido de él) y mi padre, desde algún rincón de la eternidad, seguirá sonriendo mientras baila emulando a unos o a otras e incitándonos permanentemente a que superemos el respeto humano

lunes, 13 de septiembre de 2021

Con Franco se prohibía mejor

Hace ya un tiempo decidí ir dejando de asomarme poco a poco a según que charcas y pozos sépticos de la actualidad. Ese distanciamiento voluntario, en demasiadas ocasiones, es difícil de mantener. Trato de evitar hasta el mero vistazo a los flashes informativos que picotean como un mensaje o como un whatsapp en mi móvil o los que me salpican en la pantalla cuando el índice de una mano toca tecla indebida o cuando entra en el campo magnético en el que se introduce el propio móvil cuando lo guardo en el bolsillo del pantalón (a veces cobra vida propia y se pone a escribir o a llamar a números aleatorios o a cambiar imágenes de algún chat). Algoritmos perversos y diabólicos.

Pese a mi caprichoso empeño, el día tiene demasiadas horas y resulta imposible abstraerse totalmente de la cotidiana dosis de memeces y majaderías que vomitan, con una contumacia insoportable y soberbia estupidez, casi todos los que nos gobiernan (no todos, porque algunos de ellos ni siquiera dan prueba de vida suficientemente inteligente como para que alguno de sus rebuznos cobre un perfil relevante).

Todo lo que emana del gobierno y de lo que se viene ahora llamando con muchísimo acierto la "prensa concertada" me produce un repelús insufrible. Lo peor es que lo que hoy nos pone los pelos de punta pasará mañana a ser una mera anécdota. Es una permanente escalada -medalla de oro olímpica- de majaderías. Y a cada gracia oficial le sucede un trágico hito que pasa de largo: estamos estupefactos contemplando como el precio de la luz casi cuadruplica su valor en menos de un año... y no pasa, ni pasará na-da. 

¿Dónde están los medios de cámara (músico pagado no toca buen son) y los mediocres políticos que se echaban las manos a la cabeza y a los que se les hacía corto el editorial o chica la pancarta teorizando sobre la pobreza energética? Yo contesto. Han desaparecido poco después de decirnos -tan frescos ellos- que España climatiza por encima de sus posibilidades.

Tampoco, dicen, se podrá beber coca-cola, ni comer un buen chuletón o un solomillo, ni pensar si quiera en contra de lo que dice el gobierno, ni educar a tus propios hijos, ni hablar en castellano, ni curar o diagnosticar u operar en castellano donde deberían coexistir dos lenguas oficiales, ni rezar, ni viajar en avión, ni superar los treinta kilómetros por hora, u ochenta, o ciento veinte, o fumar, o ir al cine, o tomarse una copa, o reunirse en familia...Con Franco se prohibía mejor!

Que no nos cuenten cuentos. Son ellos los que nos gobiernan por encima de sus posibilidades al tiempo que, entre bostezo y bostezo, aplaude la prensa concertada tras pacer en los pastos de protección oficial.

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lunes, 6 de septiembre de 2021

El verano de la gente guapa

Aparecen en las portadas y, salvo que en un momento puntual despunte un personaje de mayor relieve o más rabiosa actualidad, en las páginas centrales y a todo color desnudan sin rebozo alguno la intimidad de sus vidas. Sus vacaciones son seguidas como si el resto de mortales nos abanicáramos con el aire fresquito que sale de sus climatizadores ecológicos. No sudan, no traspiran, no sufren la ola de calor. Puede que sus propinas no sean siempre generosas pero seguro que por el importe de alguna de ellas da para descubrir la cabeza de más de un gorrilla de esos que señalan las plazas de aparcamiento que van a quedar libres y podría pagar el whiskas de toda "su" colonia de gatos asilvestrados con la que convive él como uno más.

En el caso de los futbolistas, los vemos siempre a popa de grandes barcos, en modo Cousteau,  luciendo mucho tatoo ellos y poca tripita ellas, sus wags. Llega un momento en que uno se cuestiona si merece la pena ser tan rico para no poder echarte al cuerpo una buena dosis de insanísimos alimentos transgénicos, con mucha grasa, con mucha salsa, para mojar mucho pan y que cueste un esfuerzo titánico pasar de la mesa a la hamaca para permitir que el hilillo de baba del exceso, rebosando el aparato digestivo, asome y brote por la comisura de los labios.

Lo de la vida sana puede resultar tan creíble como cualquier otro elemento de atrezzo para la foto, pero no creo que, al fin y al cabo, se cuiden tanto. No solo hay que pasarlo bien. Es que además hay que dejarse la piel en aparentarlo y, si es posible, mejor que los demás.

En esa exhibición impúdica del buen y feliz veraneo no sucumbe nadie. Ni los ministros, ni las ministras, ni les ministres. Todos pocholean; beben cocacola ( ya se sacrifican ellos) para que no tengas que hacerlo tú. También se refrigeran en sus segundas residencias y se dejan untar su espaldita por su propia pareja, tumbaditos y sonrientes como unos micromachistas más. Mientras, tú estás contando los días que faltan para llegar a final de mes y que no llegue antes el recibo de la luz de tu único piso, no sea que la corten. Acabas de pagar los libros del nuevo curso de la escuela concertada mientras ellos, que apuestan por lo público en todo, ya han matriculado a los nenes en el super colegio privado en el extranjero, o sea.

Y si hay que sentarse en el Luis XV como una diva en declive en sus salones del viejo palacio, pues que se jodan los fachas, que nosotras lo valemos. Y si hay que revisar los pilares del marxismo, pues eso, también.

Garantizado el plan de pensiones, en el peor de los casos siempre quedará el postureo de plató y con un poco de suerte el consejo de administración de alguna hidroeléctrica, aunque te pongan a caldo por ello. Se sigan jodiendo, envidiosos!

Y luego está la gente realmente guapa. Las siluetas exiguas, los estampados floreados, los pies, morenos y descalzos, sobre las tapicerías de seda, los bikinis que jamás se sumergirán ni en las más turquesas de las aguas y esa joyería que se lleva con la naturalidad propia de quien se ha dejado unos pocos euros en el top manta. 

Si no  fuera por la prensa rosa, a ver de qué íbamos a saber qué outfit nos falta en el armario. 

Ladramos, luego cabalgan. Y con esta caló!!! 

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...