...abrir los ojos bien tempranito y comprobar que la suave brisa de la madrugada mece las cortinas y que sin darte ni cuenta te has echado la sábana por encima a pesar de lo bochornosa que se presentaba la noche anterior...
...ver que sobre la fachada del edificio contiguo empieza a lucir el cielo un intenso color azul, por fin, y que ha desaparecido esa bruma gris -panza de burro- que asfixiaba hasta la mirada...
...la algarabía de los niños en la piscina, los chapuzones uno tras otro, los más pequeños aprendiendo a tirarse de cabeza, las mayores con sus chismes...
...la plácida somnolencia que se alcanza después de comer, saboreando el rastro que el café con hielo ha dejado en los labios, dejándose llevar...
...intentar leer unas páginas del libro que viaja en la mochila junto con el bañador y la toalla (Castellano, de Lorenzo Silva) antes de caer en la cuenta, sabia recomendación legendaria de mi padre: después de comer, ni una letra has de leer...
...poner en orden aleatorio la playlist y que te sorprenda una de Van Morrison después del rock brutal de Ian Dury y su Reasons To Be Cheerful, Parth 3 y que no hagas nada por volver a cobrar ni el ánimo ni el sentido...
... comprobar que los niños de la piscina han desaparecido, se han refugiado en el interior de la casa y han ido a cobrar su merienda; el batido y la coca de la abuela y que la superficie del agua ha recuperado su aspecto manso y la quietud...
...escuchar, sin atender apenas, cómo las tórtolas y otras aves gorjean en las copas de los cipreses y que la sombra de estos ya cubre casi toda la zona de la piscina...
....darse cuenta de que alguien, a última hora de este domingo de julio, ha tomado la manguera de riego y va arrastrando un generoso chorro de agua fresca y jubilosa por las macetas y los parterres formando charcos a su alrededor y dejando un penetrante aroma de tierra y hierba mojadas...
...comprobar que se acerca la hora de volver a casa, sin prisa ni tensión, con el compromiso íntimo de apurar cada minuto de la tarde que rematará en alguna terraza rodeado del rítmico tintineo de copas y cubiertos y el murmullo de otras voces, de otros niños...
...apurar el último trago del rosado, pedir la cuenta de la cena, echar un vistazo al reloj, pensar en el toque de queda y no sentir la necesidad de adquirir más entorchados que los que ya se lograron años atrás.
Ya tenemos llena la vitrina y no caben más éxitos. El mayor, sin duda, comprobar orgulloso que la familia es una diapositiva más de una larga secuencia; que bien vale el momento -cada momento- y que ¿por qué no? que suenen otra vez Van Morrison o Ian Dury (mítico el solo de saxo a partir del minuto 2:38)
¿No es eso el verano?