lunes, 26 de julio de 2021

El verano es....

...abrir los ojos bien tempranito y comprobar que la suave brisa de la madrugada mece las cortinas y que sin darte ni cuenta te has echado la sábana por encima a pesar de lo bochornosa que se presentaba la noche anterior...

...ver que sobre la fachada del edificio contiguo empieza a lucir el cielo un intenso color azul, por fin, y que ha desaparecido esa bruma gris -panza de burro- que asfixiaba hasta la mirada...

...la algarabía de los niños en la piscina, los chapuzones uno tras otro, los más pequeños aprendiendo a tirarse de cabeza, las mayores con sus chismes...

...la plácida somnolencia que se alcanza después de comer, saboreando el rastro que el café con hielo ha dejado en los labios, dejándose llevar...

...intentar leer unas páginas del libro que viaja en la mochila junto con el bañador y la toalla (Castellano, de Lorenzo Silva) antes de caer en la cuenta, sabia recomendación legendaria de mi padre: después de comer, ni una letra has de leer...

...poner en orden aleatorio la playlist y que te sorprenda una de Van Morrison después del rock brutal de Ian Dury y su Reasons To Be Cheerful, Parth 3 y que no hagas nada por volver a cobrar ni el ánimo ni el sentido...

... comprobar que los niños de la piscina han desaparecido, se han refugiado en el interior de la casa y han ido a cobrar su merienda; el batido y la coca de la abuela y que la superficie del agua ha recuperado su aspecto manso y la quietud...

...escuchar, sin atender apenas, cómo las tórtolas y otras aves  gorjean en las copas de los cipreses y que la sombra de estos ya cubre casi toda la zona de la piscina...

....darse cuenta de que alguien, a última hora de este domingo de julio, ha tomado la manguera de riego y va arrastrando un generoso chorro de agua fresca y jubilosa por las macetas y los parterres formando charcos a su alrededor y dejando un penetrante aroma de tierra y hierba mojadas...

...comprobar que se acerca la hora de volver a casa, sin prisa ni tensión, con el compromiso íntimo de apurar cada minuto de la tarde que rematará en alguna terraza rodeado del rítmico tintineo de copas y cubiertos y el murmullo de otras voces, de otros niños...

...apurar el último trago del rosado, pedir la cuenta de la cena, echar un vistazo al reloj, pensar en el toque de queda y no sentir la necesidad de adquirir más entorchados que los que ya se lograron años atrás.

Ya tenemos llena la vitrina y no caben más éxitos. El mayor, sin duda, comprobar orgulloso que la familia es una diapositiva más de una larga secuencia; que bien vale el momento -cada momento- y que ¿por qué no? que suenen otra vez Van Morrison o Ian Dury (mítico el solo de saxo a partir del minuto 2:38)

¿No es eso el verano?

lunes, 19 de julio de 2021

La buena vida

En circunstancias normales, a estas alturas de la semana, del mes, del año, podría haber pasado a formar parte de ese ingente grupo de ciudadanos plena y legalmente facultados para calzarse una gorra con visera, unas gafas de sol y entrelazarse los brazos por la espalda para empezar a pasear tranquilamente por la vida, inspeccionando obras de las vías públicas y opinando aquí y allá de lo que debería hacer cada uno con su propia existencia; jugar a entrenador de club de primera o calentarse un poquito más que otros en consideraciones políticas sobre al estilo de gobernar del baranda de turno.

Pero la vida me ha proporcionado la oportunidad de seguir marcando el paso (nunca más apropiado) y seguir disfrutando de mi trabajo; continuar empezando las semanas cada lunes un poquito antes de las seis de la mañana y trazar la jornada laboral como hasta ahora he venido haciendo desde hace más de cuarenta y tres años. Y no me pesa. Además de disfrutar del trabajo, con sus bocados variados; algunas veces agrios y amargos -las menos-, otras ácidos y más dulces y empalagosos, estoy encantado con el entorno que me rodea, en ocasiones exigente, pero en la certeza de saber que siempre hay a mano un botón del pánico para salir del atolladero.

Me preguntaba hace unos días un viejo conocido si no estoy ya cansado de levantarme tempranito todos los días de la semana para sentarme a primera hora en mi despacho y volver a encender el ordenador. De tener que leer las novedades para cada día y abrir los correos y resto de comunicaciones que marcan la agenda de cada nueva jornada. De abrir los boletines y tomar buena nota de lo que en ellos pueda publicarse y que alteren la rutina y la mecánica de lo que viene haciéndose de manera determinada. De cargar con dos teléfonos que pueden sonar, incluso simultáneamente, a cualquier hora.... 

No, no sólo no estoy cansado. Es que me lo paso hasta bien. 

Por contra he recibido el testimonio de algunos compañeros que me han precedido en ese tránsito de la situación de actividad a la de merecido descanso y hay opiniones para todos los gustos. Para algunos de ellos le faltan horas al día para disfrutar del ocio. Otros, por contra, dicen que ¿se aburren? 

No será el aburrimiento mi caso, creo, pero en cualquier caso tendré que esperar hasta más adelante para poder comprobarlo porque por el momento he decidido - plenamente convencido- seguir disfrutando con mi trabajo y de mi buena vida (laboral). 


lunes, 12 de julio de 2021

BABYBOOMER

Ahora, a todos los nombres, titulines y epítetos con los que  han adornado mi persona a lo largo de mi vida, en función de mis seres y de mis estares, parece que debo añadir uno que esta relacionado con mi fecha de nacimiento: soy un babyboomer.

Sí, nací en 1960 y pertenezco a esa generación para la que están diseñando un nuevo plan de pensiones. En el año en que yo nací apenas había televisión en los hogares (no se perdía el tiempo con ella) y la mayor parte de nuestros recuerdos están estampados en viejas fotos en blanco y negro o virados en sepia que en mi casa se guardaban en cajas de cartón de camisones, camisas y polos de caballero y ropa interior de niños y niñas de unas marcas comerciales que ya desaparecieron (Dux, Jayca, Princesa y Grumete -todo cuanto promete, lo da grumete, lo da grumete-). La solidez y la robustez y resistencia de aquellas cajas ha permitido que, de vez en cuando, aún podamos darnos un chapuzón en ellas y nos veamos, por ejemplo, en alguna de nuestras comuniones, o de vacaciones rurales o posando un Domingo de Ramos, requeteguapos y repeinados, lustrosos y felices, con palmas y palmitos brillantes que nos superaban muchos centímetros en altura. Esos días estrenábamos zapatos y calcetines, camisas y corbatas (El Dique Flotante) y mis hermanas lucían diademas a juego con las faldas. Es el retrato de una generación a la que un buen día sentaron y embutieron en el asiento trasero de un Seat 1430 azul turquesa recién estrenado para meterse en viajes estivales por aquellas carreteras descarnadas y sin arcén, durante más de diez horas para recorrer apenas cuatrocientos kilómetros: los que separaban Barcelona de Orihuela del Tremedal (Teruel). ¿Por interior o por la costa? Preguntaba mi padre antes de santiguarse al iniciar el viaje de madrugada, cuando empezaba a clarear el alba. La costa la dejábamos poco más allá de la imperial Tarraco antes de iniciar la incursión en la provincia de Teruel.

Para todos esos días de verano que conserva mi memoria hay un montón de carretes revelados en papeles Agfa o Kodak, en blanco y negro al principio y más tarde en color. Bueno, un color desleído, como el de las primeras películas coloreadas de Hollywood; unos tonos apastelados que traicionan a la realidad. Los colores de los verdes pastos junto al campamento de la OJE Montes Universales o los de los líquenes ancestrales que cubrían piedras enormes como islotes eran más intensos que los que se guardan en las cajas de cartón. De lo que no hay ni foto ni caja de cartón que lo guarde nos queda el recuerdo del aroma de las flores de manzanilla que recolectábamos mis hermanos y los niños Aceituno (Seat 600 D, verde oliva), y que nuestras madres recortaban de su tallo para las infusiones de todo el invierno siguiente. También de las plantas de lavanda y de los ramilletes de espliego que manufacturaban mientras hablaban de sus cosas, de sus niños, de las recetas de la Parabere o de las técnicas del planchado de cuellos y mangas. Aquellos lazos verdes se intercalaban entre los juegos de cama que se guardaban en los armarios roperos de casa para que cuando durmiéramos el resto del año nos invadiera la cama el aroma del verano.

No empezamos a ver la tele -en blanco y negro- hasta un poco más adelante y no vivíamos colgados del ocio organizado. Tal vez por eso aprendimos a ser más imaginativos y combatir el hastío de las horas puntas del día con juguetes que construíamos con nuestras propias manos y jamás llegamos a insinuar que nos aburríamos. El jarabe contra el aburrimiento estaba encima de una mesa en formato de cuaderno escolar junto a estuches de lápices y gomas de borrar.

De aquella imaginación y del tesón por no aburrirnos nació el espíritu emprendedor que junto con el esfuerzo real de cientos de miles de trabajadores por cuenta ajena (asalariados) se levantó un país que en unos pocos años nos jubilará. Aprendimos, a fuerza de pescozones, que la vida no la regalaban y que lo que se deseara  en cada momento había que ganárselo con esfuerzo y muchos sacrificios. Aprendimos a no sentirnos desgraciados, a jugar la partida con las cartas que te caían y a saber interpretar el "no" cuando era razonable y a luchar a brazo partido por el "sí" cuando dependía del tesón y el ánimo propio.

Y en cualquier caso, para los más pusilánimes:

Recortado del ABC un día de los 80 (recuadro diario) 


lunes, 5 de julio de 2021

Arrastrados por el lodo

A las fotos fijas les acompañan los pies que se les quiera dar. Una imagen en movimiento puede resultar más incómoda porque suele ser suficientemente elocuente y veraz, habla por sí sola salvo que se manipule. Llevamos más de tres años viendo fotos fijas con sus respectivos pies en las que nos quieren hacer ver lo que no es. Por contra, todas las imágenes en movimiento de todo lo que está pasando no necesita ni explicación ni pie de foto. Es evidente.

Desde que me sacaron del quirófano, mayo 2018, he llegado a pensar que toda esta nebulosa es la secuela de la anestesia, una pesadilla de la cual no he logrado despertarme. Vamos que me pellizco todos los días antes de poner pie en tierra. Él se apretó los güisquis y al resto de españoles nos ha zurrado la resaca. (no a todos, porque hay muchos que están encantados con las groseras costuras del monstruo de frankenstein que zurcieron, entre todos, los que competían en las olimpiadas del odio a todo lo español).

Y así nos va. Así nos está yendo y no hace falta ser muy listo para saber cómo va a acabar todo. Aunque nos llamen agoreros o apocalípticos los amigos, simpatizantes y demás parientes, los reformistas-progesistas-feministas-ecosoberanistas-indepes-kaleborrokas y demás especies de esta nueva versión de la democracia 2.0 de la demolición del Estado de Derecho, de la España post-constitucionalista, de la aniquilación del sistema, del descrédito de las Instituciones, del negacionismo práctico de la separación de poderes, de la burla a la Justicia y de la negación del Derecho.

La imagen, con su pie de foto, es de sonrisas y armonía. Así se vende. La realidad, la imagen en movimiento es la de una demolición controlada (o no). Es ese vídeo de la voladura de un inmueble de grandes dimensiones, con muchos siglos de gloria a sus espaldas, el día más gris de su historia. Una polvareda mediática, convenientemente engrasada e interesada, impedirá la visión clara del desmoronamiento físico del sistema. Quedarán luego los cascotes y tras las aguas torrenciales quedará todo cubierto por un espeso lodo donde se arrastrará el resto de dignidad de todo un pueblo, para mayor gloria de sus enemigos, triunfantes y victoriosos.

No he encontrado nada más adecuado para reflejar la sensación de "final de todo" que pesa en mi apreciación de la actualidad de mi país, de mi Patria. ¿O solamente va a resultar legítimo sentirse patriota de las nuevas banderas? Insisto, habrá quien no lo vea así, pero me consta por lo que conozco de muchos de mis amigos y conocidos y por el contenido de las redes sociales, que la inquietud es ampliamente compartida por muchos ciudadanos españoles: Ahí va el cantito de la semana

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...