lunes, 12 de abril de 2021

El aroma de la nostalgia

Asumo el riesgo racional de resultar un poco pesado pero desde hace bastante tiempo experimento más satisfacción y placer recordando el pasado que proyectándome hacia el futuro y es que no me cabe duda alguna; hasta hace bien poco vivíamos mucho mejor, éramos más libres, más divertidos y, en general, disfrutábamos muchísimo más de la vida, con sus penas y con sus alegrías, en la salud y en la enfermedad...

Mucho antes de iniciar el año pandémico y antes de que empezara a tenerse conocimiento de los primeros brotes del virus allá donde parecía tan lejano ya mirábamos con escepticismo y bastante cabreo la transformación de nuestro país, a pasos agigantados, orientada hacia un horizonte al que muy pocos de los españoles, me parece, deseaban llegar. Entonces, si nadie pedía tantos cambios, a cuento de qué era necesario pasar por ello.

En mi época de estudiante de Derecho, de opositando y de mis primeros años de cierta responsabilidad y donde había que aplicar los conocimientos y criterios machacados y aprendidos, a fuerza de horas de flexo e insomnio tenía muy claro el escenario en el que el Estado, la Administración, la empresa privada y los ciudadanos estaban llamados a desarrollar sus respectivas funciones en un clima de respeto y conciliación. Que todo era mejorable y que las exigencias de los nuevos tiempos obligaban a una permanente revisión era más que asumible. Pero una cosa es eso y otra, muy diversa, arrancarnos el traje y dejarnos en gayumbos. 

Aprovechar las restricciones impuestas por la voracidad mortal del virus y por sus pésimas consecuencias sociales y económicas para transformar la estabilidad del Estado y la confianza en sus instituciones de buena parte de la población en una permanente duda sobre quiénes somos y a dónde vamos ha sido, sin duda, la gran pedrada en nuestra frente (y en demasiadas ocasiones, en la frente de los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado)

Que me explique alguien en qué hemos mejorado o hemos salido ganando desde mayo del año 2018.

Debo de ser un tonto o un infeliz, un desdichado y extraño nostálgico del orden, del respeto a las Instituciones del Estado (a todas), de las libertades y de los derechos compartidos y armonizados desde el respeto y colaboración mutua entre todos los ciudadanos, del cumplimiento de la legalidad, del acatamiento de la justicia, del espíritu sano de convivencia....Cómo no voy a sentir la nostalgia de otros tiempos. Y todo ello, por supuesto, sin necesidad de vincular esa añoranza propia al color ni a las siglas de ningún partido político. Vaya eso por delante.


Último tango en Madrid

Muy probablemente golpea la pelota mucho mejor que baila. No tiene ni pinta ni planta para el meritorio baile de salón pero creo que, a estas alturas, nadie le va a exigir un nuevo talento. Tiritando bajo la lluvia, bajo un aguacero que sonaba a fin de fiesta Messi jugó, tal vez, su último clásico. Es momento de que suelte la mano de sus sucesores y les deje conducir sus vidas sin la permanente batuta del dios menor al que la decadencia y la edad de sus ya retirados compañeros de farras futbolisticas abandonaron a su suerte. Que se vaya un par de años a disfrutar de las últimas gotas del exquisito elixir del fútbol que nos ha regalado los últimos quince años y que vuelva. Sólo uno de los cinco grandes futbolistas que adornaron nuestras tardes de fútbol en Barcelona, regresó al Barça para, como entrenador, colocar al club en una dimensión que jamás antes se había conocido: Johan Cruyff. Messi se ha ganado el derecho a volver algún día a su casa, siquiera para enseñar a las jóvenes generaciones cómo patear el balón en una falta. Para bailar bajo la lluvia ya teníamos a Gene Kelly. 

https://youtu.be/6AGnxXFpyMQ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...