lunes, 4 de enero de 2021

Cierre de ejercicio

Me despierto descansado. Busco a tientas el pinganillo conectado a la radio y, enredado en las últimas y borrosas imágenes del sueño de esa noche, me lo calzo en una de las orejas, liberada hasta ese momento del más mínimo rumor. El contenido de las noticias que empiezo a escuchar resulta ya intemporal. Son idénticas a las de los últimos  nueve o diez meses y solo se ven alteradas por un nuevo fracaso del barça, un equipo, una sociedad deportiva, anclada en un proyecto de suicidio colectivo y lastrado por una deriva errante basada en su inexplicable implicación en un procés autodestructivo y disparatado. En lo meramente futbolístico, este año el barça pierde puntos en casa como quien deja propina por encima de sus posibilidades.

Me levanto y ni siquiera la rodilla derecha, a pesar de la intensidad del partido de tenis de ayer, da muestras de dolorosa molestia. Ni la espalda, ni el cuello, ni el hombro derecho, ni la cabeza. Todo es una confortable sensación de bienestar; ausencia de dolor y de leves molestias.

Desayuno relajado, cerca de las 7 y el silencio  de la casa apenas lo boicotea el soniquete radiofónico de la canción del día mientras repaso los principales titulares de prensa y  los guasaps de madrugada que llegaron a mi perfil cuando ya había sucumbido al agotamiento de la jornada y había decidido apagar el móvil.

Hasta el café ha salido con su punto de sabor y cremosidad y la tostada está crujiente. Me asomo a la coladuría y aparece un lejano y definido horizonte que empieza a rasgar un incipiente fulgor anaranjado y ahí, brillando, testigo impenitente de todos los días, el lucero del alba. El silencio y la quietud de la calle contribuyen a confirmar el confort de la madrugada. 

El tráfico rodado también es moderado y ágil, nadie parece tener muchas prisas. No hay colegios y  apenas furgonetas de reparto. Siendo un poco observador, este es un detalle que no pasa inadvertido y que desgraciadamente aporta un claro perfil para el diagnóstico de la grave situación de nuestra economía. 

Con esos pensamientos cruzados, confortables unos e inquietantes otros, me planto en el despacho, enciendo los luz, los ordenadores y la radio. Extiendo el mapa de rutina de uno de los últimos días de un ejercicio presupuestario extraño. Queda, un año más, la dulce satisfacción del deber cumplido donde, en este 2020 una buena parte de los recursos han ido a satisfacer la necesidad de protegerse de un virus diabólico y mortal que tanto ha cambiado nuestras vidas. En general y analizando los saldos de los distintos conceptos presupuestarios no nos ha ido tan mal. He asistido a mi vigésimo segundo (y último) cierre de ejercicio y mirando con cierta nostalgia no puedo evitar recordar los más remotos, sin tanta información, sin tanta aplicación, sin tantos apoyos y sin tanta experiencia. Y salíamos airosos, como cabía esperar o como alguien esperaba de nosotros.

Quiero despedir ya, profesionalmente, este año incierto, rabiosamente molesto, triste para muchos, y doloroso para todos y abrir el calendario del nuevo año y del nuevo ejercicio y quiero, en este punto, recordar a todos mis manolos, mis compañeros de viaje; los que siguen, los que se fueron, los que nos dejaron.  

Quisiera aprovechar el confort con el que me he despertado para cargar de ilusión y esperanza los proyectos de 2021 y empezarlo con buen pie, ausente de dolor y de molestias.

Eso deseo para ti, para tu familia, para tus amigos.


FELIZ 2021


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...