lunes, 6 de julio de 2020

El broker del Dow Jones

A pesar de lo visto ayer -un pequeño oasis en el desierto- a Messi, como a cualquier mortal, le ha caído encima, como una pesada losa, el confinamiento de la pandemia vírica. Al tiempo que por su aspecto personal va pareciéndose cada día más a un mediocre broker bursátil del Dow Jones, el sistema de juego del Barça va pareciéndose cada día más a una grotesca caricatura de lo que un día fue. Es fiel reflejo de la caída de los años, lo que lleva indefectiblemente a la inmisericorde decadencia. Culpa, sin duda, de una deficiente planificación deportiva y programación técnica descuidada por parte de la junta directiva, pero por encima de todo ello la falta de impermeabilidad de un club expuesto, si no impuesto, como líder de un movimiento social y político que, al final le está pasando factura.

La gran desafección que, pese a la historia y el reciente lustre de este club, está provocando en muchos de sus seguidores importa poco a la directiva y a una inmensa mayoría de sus socios. Nada parece importarles que los niños de otras ciudades prefieran la camiseta del eterno rival o que se imponga el forofismo por el equipo local -máxime cuando las masas sociales de muchos clubes de primera se dejan la garganta y el sudor desde el minuto cero de cada partido- (eso cuando los partidos se jugaban con público, te acuerdas?)

A Messi empieza a ocurrirle lo mismo que a esos seguidores decepcionados con la errática ruta del Barça, con sus fatales implicaciones en un proceso del cual el balance, hasta ahora, solo ha servido para alterar y agitar el ambiente de una comunidad autónoma con un potencial turístico, artístico, cultural y natural que ahora se empeñan en visibilizar, como dicen los catetos y los progres y hacerlo accesible al resto de ciudadanos españoles a los que, de la manera más suave que podemos decirlo, han menospreciado y en algunos casos hasta ofendido.

Se fue Guardiola, al  que en su momento la diosa fortuna  puso en su mano una varita mágica con la cual llegó a cuajar un equipazo. La agitaba sobre las categorías inferiores y los ratoncitos se convertían en purasangres preparados para ganar el Gran National o tirar de la carroza exitosa que permitía recorrer repetidas veces la ciudad condal, desde el Aeropuerto hasta la Plaza de San Jaime, exhibiendo cada temporada copas, ligas, champions, supercopas, etc..

Luego llegó el turno a los Puyol, Xavi, Iniesta y jamás hubo relevo. Dejaron vacía su taquilla del vestuario y se llevaron consigo el talento.

Ya solo nos queda algún gambeteo fugaz y alguna genialidad en el golpeo de balón por parte de  Messi en su desaceleración lógica por los años y auxiliada por la desafortunada aparición de técnicos que poco han demostrado conocer el juguete. 

Confío en que le queden algunas temporadas para que pueda seguir exhibiendo su magia pero en sus últimos partidos, posteriores al estado de alarma, ha mostrado una imagen muy alejada de su prodigioso talento y con un aspecto demasiado próximo a ese broker bursátil, entre las cotizaciones a la baja y el vaso de bourbon a palo seco....camino de la ruina y del olvido.

Siempre nos quedará YouTube y una caja de kleenex para añorar lo que pudimos disfrutar.

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