Los españoles, en general, hemos dado un excelente ejemplo de civismo, lealtad, solidaridad y obediencia.
De un día para otro, pese a la nefasta y caótica directriz oficial, las familias españolas -sus núcleos domésticos puros- sellaron la puerta de sus casas y, tras el desmesurado acopio inicial de papel de wáter, guantes de goma y lejía permanecen disciplinadamente encerrados -confinados para ser más finos- en sus casas. Además, reactivos a estímulos empáticos, han volcado su ansiedad por el contacto con el resto de vecinos saliendo a los balcones o asomándose a las ventanas para aplaudir con entusiasmo y emoción a los que pasan por ser los héroes ciertos de este luctuoso y crítico episodio sanitario; médicos, enfermeros, conductores de ambulancias, policías, guardias civiles, militares, bomberos, transportistas, reponedores, vendedores y cajeros de supermercados, y algún colectivo más.
Hemos bailado, cantado e interpretado todo tipo de melodías. Hemos atiborrado nuestros móviles con miles de mensajes y vídeos compartidos; graciosos e ingeniosos unos y lamentables, amargos otros.
Hemos cocinado, incluso aprendido a hacerlo los más alejados de los fogones, productos de los que desconocíamos su tratamiento; pescados, verduras, carnes...Hemos aprendido a preparar dulces, bizcochos, magdalenas, pizzas...
Hemos devorado, como si fuera mañana el día del Juicio Final, series, películas, repeticiones de momentos gloriosos de nuestro deporte, de nuestros equipos, de nuestros ases del tenis, del golf, del automovilismo.
Hemos aguantado esta situación con mucha templanza, excepción hecha de algunos ciudadanos que han pulsado de manera llamativa y explosiva el botón del pánico: el zumbado de la katana o la turista despelotada sobre la capota del coche policial.
Los demás, la mayoría, hemos pulsado el botón del pánico ahogando un grito de desesperación contra nuestra almohada, o nos hemos sorprendido a nosotros mismos viendo una lágrima propia resbalar por nuestra mejilla sin saber muy bien por qué. O si. No es por mi. Es, tal vez, por los que se fueron calladamente, por los que les echarán de menos cuando todo esto pase, por los que quedemos, cómo quedaremos, en qué volveremos a soñar, qué volveremos a proyectar para que la ilusión por conseguirlo rearme nuestra ambición, la de nuestros hijos, demasiado jóvenes e inexpertos como para entender, sin patrón alguno, cómo se tira hacia adelante. Será por todo eso, supongo.
¿Que no sabes por qué? me digo.....
Todo ello, insisto, bajo el mayor rigor y obediencia a lo que nos obligaba el Gobierno. Dicho esto: del Gobierno y de cómo está acariciando su botón del pánico ...me temo que no debo hablar.
https://youtu.be/YBtVd1nWqgE
Hemos cocinado, incluso aprendido a hacerlo los más alejados de los fogones, productos de los que desconocíamos su tratamiento; pescados, verduras, carnes...Hemos aprendido a preparar dulces, bizcochos, magdalenas, pizzas...
Hemos devorado, como si fuera mañana el día del Juicio Final, series, películas, repeticiones de momentos gloriosos de nuestro deporte, de nuestros equipos, de nuestros ases del tenis, del golf, del automovilismo.
Hemos aguantado esta situación con mucha templanza, excepción hecha de algunos ciudadanos que han pulsado de manera llamativa y explosiva el botón del pánico: el zumbado de la katana o la turista despelotada sobre la capota del coche policial.
Los demás, la mayoría, hemos pulsado el botón del pánico ahogando un grito de desesperación contra nuestra almohada, o nos hemos sorprendido a nosotros mismos viendo una lágrima propia resbalar por nuestra mejilla sin saber muy bien por qué. O si. No es por mi. Es, tal vez, por los que se fueron calladamente, por los que les echarán de menos cuando todo esto pase, por los que quedemos, cómo quedaremos, en qué volveremos a soñar, qué volveremos a proyectar para que la ilusión por conseguirlo rearme nuestra ambición, la de nuestros hijos, demasiado jóvenes e inexpertos como para entender, sin patrón alguno, cómo se tira hacia adelante. Será por todo eso, supongo.
¿Que no sabes por qué? me digo.....
Todo ello, insisto, bajo el mayor rigor y obediencia a lo que nos obligaba el Gobierno. Dicho esto: del Gobierno y de cómo está acariciando su botón del pánico ...me temo que no debo hablar.
https://youtu.be/YBtVd1nWqgE
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