Esperaba turno para entrar en mi "philippe-chatrier". El sol de media tarde caía inclemente sobre la escasa y polvorienta arcilla de una de las pistas de tierra de mi club. Se me ocurren mil maldiciones para quienes con su falta de competencia contribuyen al despilfarro del patrimonio deportivo de la Institución. Lamantablemente de poco o nada sirve quejarse y reclamar. Tengo sobrada experiencia en eso. La degradación es imparable. Ahí lo dejo.
Junto a mi raquetero, en la punta de mis zapatillas, una interminable fila de hacendosas hormigas van y vuelven ordenadamente desde confines invisibles hasta el agujerito del suelo donde encierran y custodian sus cargas y capturas. Las observo con admirada envidia y me viene a la cabeza la familiar fábula de Esopo o de La Fontaine -qué más da- con la que en su momento crecimos y fuimos instruidos. Preferiría, a estas alturas de mi vida, sentirme más cigarra que hormiga, dispuesto al placer inmediato, pese a que todavía me quedan años de seguir tratando de seguir la fila con la carga a cuestas y mantener el espíritu rutinario y espartano de las aburridas hormigas, con el incierto gozo de un placer que tal vez nunca les llegue. (entre otras cosas porque siempre puede aparecer un cabrón que pisotee la fila)
No obstante lo que yo busque y prefiera para mí, no debo descuidar el hecho de que, al fin y al cabo, mantengo y vivo en un hormiguero y he de predicar con el ejemplo. Aunque se acerca el tiempo de vivir en modo cabrio y tensiones cero (arenitas en los pies), aún queda el último esfuerzo; junio se vuelve exigente para las cigarras que deben dejar la guitarra en una esquina, "dejar de huir de la realidad y de buscar soluciones mágicas o esotéricas", como dijo muy acertadamente ayer Padre Toni ("no hagáis coincidir dos fecha un mismo día: primera y última Comunión"). Colosal.
Jamás fui estudiante-hormiga, sino más bien cigarra-alumno que llegado el momento de ajustar esfuerzos y salvar los muebles trataba de sacar el máximo rendimiento al tiempo del que disponía. Teniendo en cuenta eso y que además, ya trabajaba mis cuarenta horas a la semana, no me fue muy mal, he de decir, pero me habría convenido mucho más arrimarme al hormiguero y olvidarme de las mucho más divertidas rondas hasta el amanecer, aquellos años de Derecho y Up&Down y de curvas hasta el Merbellé.
Es ahora que parece que llevemos la vida de las estúpidas hormigas y, visto el panorama, no sé si sería más llevadero dejarse envolver por un humo denso y azul y pedirle prestada la guitarra a la cigarra.
https://www.youtube.com/watch?v=YoDh_gHDvkk
Jamás fui estudiante-hormiga, sino más bien cigarra-alumno que llegado el momento de ajustar esfuerzos y salvar los muebles trataba de sacar el máximo rendimiento al tiempo del que disponía. Teniendo en cuenta eso y que además, ya trabajaba mis cuarenta horas a la semana, no me fue muy mal, he de decir, pero me habría convenido mucho más arrimarme al hormiguero y olvidarme de las mucho más divertidas rondas hasta el amanecer, aquellos años de Derecho y Up&Down y de curvas hasta el Merbellé.
Es ahora que parece que llevemos la vida de las estúpidas hormigas y, visto el panorama, no sé si sería más llevadero dejarse envolver por un humo denso y azul y pedirle prestada la guitarra a la cigarra.
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