lunes, 6 de mayo de 2019

Zona

Cuesta mucho abandonar la zona de confort. Incluso en algunas ocasiones se penaliza y puedes llegar a perder la posesión. Es el caso del baloncesto, cuando un jugador, normalmente el pivot, permanece más de tres segundos esperando que alguien le ponga en bandeja la pelotita para que, en ligero escorzo con giro de muñeca, consiga los dos puntitos y con un poco de suerte, tiro adicional.

A mi me cuesta mucho alejarme de la zona. Me siento muy bien en ella y me acomodo a las excelencias que me brinda la vida sin necesidad de cuestionarme sí eso es confort o conformismo. No es lo mismo.

Mi admirado, querido y respetado amigo (y sin embargo compañero) Salvador FR suele jalear y alentar, a través de un chat a un montón de colegas, cuando mostramos cierto escepticismo respecto del transcurso de acontecimientos que rigen nuestro devenir profesional. Salva es de los que ven casi siempre la botella medio llena (o en ocasiones llena a rebosar) y muy finamente, intentando no pisar juanetes, afear el criterio negativo de quienes solemos verla medio vacía. Siento una singular envidia por su particular optimismo y me avergüenzo en ocasiones cuando me veo compelido a exponer argumentos que justifiquen mi natural pesimismo. Cuestión de enfoque, supongo.

Recientemente, con motivo de un cambio radical en su carrera profesional y lamentando yo su alejamiento de la línea directriz que compartíamos hasta hace bien poco, volví a percibir el rejón negro de su amonestación: entendí que estaba encantado y feliz, motivado y entusiasmado por poder disfrutar de ese cambio en su vida que él toma como un excitante reto y que le llega, además, en un excepcional momento de su vida. Así, tal cual... el tipo!

Cuando finalicé la comunicación me quedé unos instantes reflexionando, en negativo, lo patético de mi planteamiento. Le llamaba para tratar de insuflarle mi ánimo y mejores deseos y acabé apabullado por mi errónea interpretación de los hechos, de los efectos de su cambio de vida y del abandono de su zona de confort.

Tres segundos en zona es pérdida de posesión y significa que le regalas al contrario - gratis total- la pelotita. No sólo no haces puntos sino que es muy posible que en lo que te repones anímicamente de esa pérdida, tu rival machaque tu aro y haga añicos tu intención de remontada.

Hace unos años, sorprendiéndome a mí mismo, decidí abandonar mi zona de confort y apuntarme a una misión internacional. No me arrepentí jamás de haberlo hecho.

Es bueno hacerlo; salir de la zona te garantiza seguir en el partido y no regalar al rival la posesión de la pelota, posibilidad de lanzamiento al aro y aunque puede pasar que falles el tiro, siempre te quedará la oportunidad de pelear por el rebote. Hay que seguir luchando fuera de la zona. Así sea. 

https://youtu.be/fz0DFefft2E



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