Llegas a la primera de tus metas, querida hija. Te he dejado hoy en la rotonda del colegio y quizás mañana lo haga por última vez. En un par de días acabarás tus exámenes de fin de curso y tan solo las pruebas de acceso a la Universidad te separan del inicio de una nueva etapa de formación con futuras y lejanas experiencias.
Aunque a ti se te haya hecho muy largo, miro hacia atrás y siento que tu período de formación escolar ha pasado tan fugazmente como un chasquido de dedos. A toda costa queríamos que fuera ahí y costó mucho que se abriera para ti la puerta de ese cole. Fueron muchas jornadas de llamadas telefónicas, visitas al centro (querida hermana Magdalena) lucha, rabia, impotencia, gestiones y frustraciones hasta que un buen día, un mes más tarde de que lo hicieran las que te han acompañado todos estos años, una llamada de la Directora nos anunció que, por fin, tenías plaza. Tenemos la foto de la salida de ese tu primer día, sentada en las escaleras de la entrada, despeluzada, hambrienta y exhausta, zampándote una cajita de palmeras de hojaldre...hace solo quince años.
No recuerdo haber tenido ni siquiera que insinuarte, en todos estos años, que te sentaras a estudiar. Solo una tarde, de las primeras de incorporación a un nuevo curso del ciclo de enseñanza infantil, bloqueada, te habías olvidado de sumar. Cerré todas las puertas del pasillo, nos sentamos los dos en el suelo con las piernas cruzadas como dos indios y entre sollozos y jipidos repasamos todas las sumas de una cifra, una por una. ¿Te acuerdas?
Has destacado siempre, según me han ido contando tus sucesivas tutoras, por tus altas capacidades en esfuerzo y participación y por tu calidad humana y sin necesidad de liderar muchas iniciativas has ido marcando tu propia ruta de forma discreta, sobreponiéndote constantemente a las dificultades que han ido incrementándose a medida que avanzabas en el desarrollo del plan de estudios. Y cuanto mayor ha sido la exigencia, mejores han sido los resultados.
Aunque ahora no lo valores porque la ansiedad por romper la imaginaria cinta de la meta es superior a la necesidad de una adecuada reflexión, has superado una etapa de tu vida que siempre recordarás. Ha sido fundamental que la formación escolar se haya complementado con la educación y respeto de ciertos valores humanos y espirituales y por mucho que las modernas corrientes reinantes traten de ensalzar esos valores cívicos casi exclusivamente fuera del ámbito del que forma parte el espíritu religioso de tu centro escolar, nosotros ahora y tú dentro de un tiempo, sentiremos el orgullo de haber logrado obtener en ambos esfuerzos este resultado final. Seguro que me entiendes.
Saber que todo lo que has logrado ha sido por tu esfuerzo y tenacidad, por el desvelo de muchas noches que tu sola te has impuesto, por tu autoexigencia y responsabilidad, son motivos para hacer que el natural orgullo como padres se sienta doblemente reforzado.
Mañana, cuando te deje por última vez en esa rotonda, volveré a echar un vistazo por el retrovisor y comprobaré que vuelves a sentarte en tu banco, esperando que vayan llegando el resto de tus compañeros, a los que saludarás como todos los días lectivos de los dos últimos cursos con un par de besos en las mejillas, prueba fehaciente del afecto y respeto que os profesáis. Otro motivo más de orgullo y tranquilidad.
A partir de ahora suelto definitivamente tu mano como hice el primer día que consideré que ya podías cruzar la calle tu sola.
Cada acto tiene su lugar y su momento y el de estas palabras es aquí y ahora.
Buen y feliz viaje. Gracias y suerte.
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