lunes, 27 de mayo de 2019

El viejo secreter


Todos los objetos que nos rodean tienen su propia historia. En algunas ocasiones, cuando las circunstancias remueven nuestro pasado, algo hace que nos fijemos en ellos y parece que quieran contarnos cosas que desconocemos. Es entonces cuando tirando de la memoria, propia o prestada, le devolvemos su valor emocional, alejado en la mayoría de las veces, del puramente económico.

Un viejo secreter ha permanecido en una dormitorio cerca de cuarenta años. Sin embargo su historia arranca en la década de los cincuenta del siglo pasado, en la galería de una vivienda de una calle de Barcelona. 

Consta que fue un regalo hecho a la medida del carácter y personalidad de su primer propietario. Al parecer, extremadamente celoso de su intimidad, se refugiaba en él junto con sus recuerdos y pesadillas plasmados en objetos y papeles que guardaba bajo siete llaves. Repasaba, releía y lamentaba, envuelto en una nube de humo de tabaco de petaca, todo lo que se refería a lo acontecido en su vida desde que estalló nuestra guerra civil. 

El mueble recorrió buena parte de las calles de Barcelona, de una casa a otra. Lo imagino cargado en una carreta tirada por mulas o en una furgoneta de mudanzas con motor de gasógeno, sujeto con una basta soga de esparto, cubierto  por un viejo jergón y crujiendo por el traqueteo de las ruedas contra el adoquinado firme del Paseo de Gracia o de la Diagonal. 

Durante los años de la guerra civil y los de su estancia más allá de la frontera con Francia, aquel hombre había vivido episodios muy agitados y su paradero a partir de 1938 se convirtió en una angustiosa incógnita. Toda su familia, madre, hermanos, esposa y tres hijos, se perdió tras la súbita y urgente huida de una Barcelona hostil y escenario sangriento de ajustes de cuentas. Los caminos y carreteras de Barcelona, Tarragona y Castellón que tomaron erráticamente, entre  refriegas, persecuciones y bombardeos aéreos, se convirtieron en su domicilio habitual. Alcanzados por la metralla unos, enfermos otros, dispersos y mal alimentados, sus hijos - infancia robada por la guerra - y el resto de familiares regresaron a Barcelona y pudieron empezar a restañar sus heridas físicas y morales varios años después de acabada la guerra. Su esposa, alcanzada gravemente en uno de los bombardeos y en avanzado estado de gestación al salir de Barcelona fue evacuada por unos sanitarios y de ella "nunca más se supo"

El secreter fue guardián fiel de esta y otras historias  y al fallecer su propietario, a finales de los 70, probablemente pasó a formar parte de un lote que acabó en manos de una de sus hijas, para posteriormente  ser reparado, restaurado  y decorado bajo un sello muy personal que resulta reconocible entre otros muebles con los que compartió tiempo y hogar. Sus cajones y la bandeja, que se deslizan con una suavidad asombrosa, prestaron sus últimos servicios dando cobijo a prendas de ropa infantil, alhajitas y bisutería sencilla y cartas de amor juvenil. 

De los primeros secretos no queda ni una foto, ni un documento. Solo la memoria de quien vivió aquella tragedia y que nunca alardeó de haberla padecido para impedir, seguramente, que anidara odio alguno en sus hijos. Poco contó ella jamás pero recuerda, eso sí, el silbido de los proyectiles, el rugido de los aviones descargando sus bombas sobre los campos y el chasquido de los casquillos contra las piedras del camino entre Tivenys y Cherta, Tarragona, 1938.

Era el secreter de mi abuelo Juan y la memoria, hermética y prudente, la de mi madre, Teresa. Gracias por habernos apartado del odio, silenciando tanto dolor. 

Bajo siete llaves


lunes, 20 de mayo de 2019

El título de la edad

Los años que tengo ya me alcanzan para saber apreciar las cosas con mi propio criterio. Eso, que reconozco que puede parecer una perogrullada, me faculta para equivocarme por mí mismo sin necesidad de que otros me ayuden. Y cuando al final del día, si toca, recapacito y trato de averiguar si he actuado o no correctamente, me lamento de esos errores y hago propósito de enmienda, que dura lo que dura.

Semanas atrás tenía serias dudas sobre cuál debía ser mi proceder y decisión. Como en otras ocasiones en el pasado, tocaba reflexionar y asegurar preferencias para decidir, con criterio propio -no con el viral del guasáp- cuál, de todas las opciones, merecía mi valioso voto. De ser coherente con lo que más se aproximara a mi punto de vista en materias que considero vitales para mis intereses y por el respeto sobre cuestiones imprescindibles para mi país tendría que volver a votar con una pinza en la nariz. No estoy muy satisfecho con la actitud de la mayoría de los políticos....y no puedo decir mucho más por aquello del sigilo al que me debo y que respeto resignado, eso sí. 

Intento pasar página y contemplo los resultados con idéntico entusiasmo al que  me proporcionan los títulos futbolísticos de unos y los fracasos de otros. Entiéndase que uno tiene sus colores y a veces no basta con ganar Liga y Copa y es mucho mejor ganar la Champions o la Europe Ligue. Cuestión de ambiciones y de deportividad cuando no se alcanza ni un solo título.

Y ahora se avecina algo así como el partido de vuelta, o lo que es lo mismo la segunda oportunidad (¿la otra mejilla?) y aunque vamos, en esta ocasión, del distrito municipal a la cámara parlamentaria de la mismísima Unión Europea, pasando por la Comunidad Autónoma, seguimos jugándonos puntos muy valiosos. Un sinvivir que solo se tolera con grandes dosis de orfidal como dice mi querida Magdalena R. 

El escenario es inquietante e incierto el futuro. En lo que unos desafían y se encaran con el Estado, menosprecian a sus Instituciones y blanquean delitos y delincuentes, otros ciudadanos trataremos de seguir cumpliendo con nuestos deberes; pagar impuestos, tasas y recibos y circular por la carretera con el cinturón de seguridad abrochado, procurando no sobrepasar el límite de velocidad y con las dos manos en el volante.

Lo que, insisto, no me causa ya berrinche alguno es el fracaso de los demás -allá cada cual con sus objetivos- porque la edad, probablemente, proporciona (debería proporcionar) una cierta sabiduría a la hora de equivocarse y a la hora de reconocer errores y hacer lo posible por rectificar. 

El beso 

Si al menos fuera un beso robado, pero no. Es un beso impostado, ficticio, hueco de amor, estéril, de un afecto simulado. Entre la gerontofilia y la pedofilia. En política parece que todo cabe pero tal vez un poco de decencia no vendría nada mal. Lo pilló el Padre Toni y lo retrató con tino y finura en su homilía. No importaba ni referirse indirectamente a ello. Lo capté y punto. El amor no puede ni debe simularse: "resultaría insoportable". Bravo. 



https://binged.it/2Yn0xyN



lunes, 13 de mayo de 2019

Llegada a meta

Llegas a la primera de tus metas, querida hija. Te he dejado hoy en la rotonda del colegio y quizás mañana lo haga por última vez. En un par de días acabarás tus exámenes de fin de curso y tan solo las pruebas de acceso a la Universidad te separan del inicio de una nueva etapa de formación con futuras y lejanas experiencias.

Aunque a ti se te haya hecho muy largo, miro hacia atrás y siento que tu período de formación escolar ha pasado tan fugazmente como un chasquido de dedos. A toda costa queríamos que fuera ahí y costó mucho que se abriera para ti la puerta de ese cole. Fueron muchas jornadas de llamadas telefónicas, visitas al centro (querida hermana Magdalena) lucha, rabia, impotencia, gestiones y frustraciones hasta que un buen día, un mes más tarde de que lo hicieran las que te han acompañado todos estos años, una llamada de la Directora nos anunció que, por fin, tenías plaza. Tenemos la foto de la salida de ese tu primer día, sentada en las escaleras de la entrada, despeluzada, hambrienta y exhausta, zampándote una cajita de palmeras de hojaldre...hace solo quince años.



No recuerdo haber tenido ni siquiera que insinuarte, en todos estos años, que te sentaras a estudiar. Solo una tarde, de las primeras de incorporación a un nuevo curso del ciclo de enseñanza infantil, bloqueada, te habías olvidado de sumar. Cerré todas las puertas del pasillo, nos sentamos los dos en el suelo con las piernas cruzadas como dos indios y entre sollozos y jipidos repasamos todas las sumas de una cifra, una por una. ¿Te acuerdas? 

Has destacado siempre, según me han ido contando tus sucesivas tutoras, por tus altas capacidades en esfuerzo y participación y por tu calidad humana y sin necesidad de liderar muchas iniciativas has ido marcando tu propia ruta de forma discreta, sobreponiéndote constantemente a las dificultades que han ido incrementándose a medida que avanzabas en el desarrollo del plan de estudios. Y cuanto mayor ha sido la exigencia, mejores han sido los resultados. 

Aunque ahora no lo valores porque la ansiedad por romper la imaginaria cinta de la meta es superior a la necesidad de una adecuada reflexión, has superado una etapa de tu vida que siempre recordarás. Ha sido fundamental que la formación escolar se haya complementado con la educación y respeto de ciertos valores humanos y espirituales y por mucho que las modernas corrientes reinantes traten de ensalzar esos valores cívicos casi exclusivamente fuera del ámbito del que forma parte el espíritu religioso de tu centro escolar, nosotros ahora y tú dentro de un tiempo, sentiremos el orgullo de haber logrado obtener en ambos esfuerzos este resultado final. Seguro que me entiendes.

Saber que todo lo que has logrado ha sido por tu esfuerzo y tenacidad, por el desvelo de muchas noches que tu sola te has impuesto, por tu autoexigencia y responsabilidad, son motivos para hacer que el natural orgullo como padres se sienta doblemente reforzado. 

Mañana, cuando te deje por última vez en esa rotonda, volveré a echar un vistazo por el retrovisor y comprobaré que vuelves a sentarte en tu banco, esperando que vayan llegando el resto de tus compañeros, a los que saludarás como todos los días lectivos de los dos últimos cursos con un par de besos en las mejillas, prueba fehaciente del afecto y respeto que os profesáis. Otro motivo más de orgullo y tranquilidad.

A partir de ahora suelto definitivamente tu mano como hice el primer día que consideré que ya podías cruzar la calle tu sola. 

Cada acto tiene su lugar y su momento y el de estas palabras es aquí y ahora. 

Buen y feliz viaje. Gracias y suerte. 


lunes, 6 de mayo de 2019

Zona

Cuesta mucho abandonar la zona de confort. Incluso en algunas ocasiones se penaliza y puedes llegar a perder la posesión. Es el caso del baloncesto, cuando un jugador, normalmente el pivot, permanece más de tres segundos esperando que alguien le ponga en bandeja la pelotita para que, en ligero escorzo con giro de muñeca, consiga los dos puntitos y con un poco de suerte, tiro adicional.

A mi me cuesta mucho alejarme de la zona. Me siento muy bien en ella y me acomodo a las excelencias que me brinda la vida sin necesidad de cuestionarme sí eso es confort o conformismo. No es lo mismo.

Mi admirado, querido y respetado amigo (y sin embargo compañero) Salvador FR suele jalear y alentar, a través de un chat a un montón de colegas, cuando mostramos cierto escepticismo respecto del transcurso de acontecimientos que rigen nuestro devenir profesional. Salva es de los que ven casi siempre la botella medio llena (o en ocasiones llena a rebosar) y muy finamente, intentando no pisar juanetes, afear el criterio negativo de quienes solemos verla medio vacía. Siento una singular envidia por su particular optimismo y me avergüenzo en ocasiones cuando me veo compelido a exponer argumentos que justifiquen mi natural pesimismo. Cuestión de enfoque, supongo.

Recientemente, con motivo de un cambio radical en su carrera profesional y lamentando yo su alejamiento de la línea directriz que compartíamos hasta hace bien poco, volví a percibir el rejón negro de su amonestación: entendí que estaba encantado y feliz, motivado y entusiasmado por poder disfrutar de ese cambio en su vida que él toma como un excitante reto y que le llega, además, en un excepcional momento de su vida. Así, tal cual... el tipo!

Cuando finalicé la comunicación me quedé unos instantes reflexionando, en negativo, lo patético de mi planteamiento. Le llamaba para tratar de insuflarle mi ánimo y mejores deseos y acabé apabullado por mi errónea interpretación de los hechos, de los efectos de su cambio de vida y del abandono de su zona de confort.

Tres segundos en zona es pérdida de posesión y significa que le regalas al contrario - gratis total- la pelotita. No sólo no haces puntos sino que es muy posible que en lo que te repones anímicamente de esa pérdida, tu rival machaque tu aro y haga añicos tu intención de remontada.

Hace unos años, sorprendiéndome a mí mismo, decidí abandonar mi zona de confort y apuntarme a una misión internacional. No me arrepentí jamás de haberlo hecho.

Es bueno hacerlo; salir de la zona te garantiza seguir en el partido y no regalar al rival la posesión de la pelota, posibilidad de lanzamiento al aro y aunque puede pasar que falles el tiro, siempre te quedará la oportunidad de pelear por el rebote. Hay que seguir luchando fuera de la zona. Así sea. 

https://youtu.be/fz0DFefft2E



Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...