Si hay algo que no está suficientemente castigado es la estupidez humana y en el caso de algunos personajes, además, está generosísimamente retribuida tanto económicamente como, en ocasiones, en rédito y éxito electoral. Así las cosas y dando por sobradamente conocido el clima de crispación -el whatsapp resulta diabólico- al que nos vienen sometiendo a buena parte de los ciudadanos de este país quienes rigen nuestros destinos (en el Estado, en la Comunidades Autónomas y en los Ayuntamientos) no nos queda otro consuelo que refugiarnos en nuestros ocios y aficiones y tratar de disfrutarlos aprovechando que el tiempo de verano es propicio para ello. Ya llegará septiembre -en breve- y no nos quedará más remedio que desayunar, comer, cenar y trasnochar escuchando las inacabables cantinelas de los que se han propuesto llevar hasta las últimas consecuencias sus intenciones sin que les importe un bledo lo que opinen los que no están conforme con ellos o muestran su oposición. Así nos va.
Unos huesos de general.
Unos huesos de general.
Nada le debo a quien nada nos regaló a mis padres y hermanos. Si hubo un colectivo que jamás se vio beneficiado por los favores del general y su régimen fue el de muchos de los funcionarios y servidores públicos y entre estos, los peor tratados, sin duda, los militares, policías y guardias civiles. Lo digo sin resentimiento pero era así. Testimonios guardaba mi padre y custodia aún y muy prudentemente mi madre de las nóminas y su anotación en los dietarios de los ingresos y de los gastos desde que decidieron compartir vida y familia. Y a pesar de lo raquítico de su importe a base de muchas horas de trabajo, muchos sacrificios y muchos ayunos, abstinencias y abstenciones lograron echar a andar a cinco hijos y proporcionarles sustento, estudios y calor. Sí, para asear sus conciencias, los responsables entonces de lo público diseñaron la red de hospitales, farmacias, colegios, viviendas y economatos para aquel personal. Ojalá hubieran recibido una mejor retribución y haber podido ser atendidos, estudiar y comprar las aspirinas, las galletas y el aceite de oliva donde les hubiera convenido o apetecido.
Salvo que -lo más probable- la intención sea señalar (con una estrella de David) junto al paredón de fusilamiento a quienes no entienden la necesidad ni urgencia de esa acción, que la gran actuación estelar de unos personajes consista en remover por real decreto la historia y su memoria por un montón de huesos, estando las cosas como están, parecería de ópera bufa si no fuera porque es cierto. Al respecto plantearía dos cuestiones. La primera, hipotética y tragicómica; se imagina alguien que, llegado el momento, al levantar la lápida de la Basílica del Valle de los Caídos, apareciera la tumba vacía o sin restos mortales el ataúd. Las tronchas de carcajadas se iban a escuchar hasta en la cima del Everest.
Segunda, real; en el supuesto de que, efectivamente, se encuentren ahí enterrados los restos del general, donde quiera que decidan llevarlos se convertirá en un parque temático, un lugar de permanente peregrinación de cientos de miles de visitantes, próximos o no al personaje y a su pensamiento y de cuanto simboliza su figura en la reciente historia de España cuando hasta hace unos pocos días tenían escasa relevancia las visitas al Valle y eso contabilizando las excursiones del IMSERSO y la insaciable curiosidad de chinos y japoneses. Esto salvo que en la hipérbole del rizo decidan hacerlo clandestinamente -con nocturnidad y tapando las placas de los camiones- como fueron retirados en su momento bustos y figuras ecuestres de plazas y vías públicas y desaparezcan sin dejar rastro. Ahí, dijo yo, la familia tendría algo que decir, supongo.
Con tantísimo que hacer y mejorar en este país, proponerse tropezar con una lápida y con el inerte inquilino de una tumba, convierte en válido el enunciado del principio. Se me ocurren unas cuentas: la primera muy útil y necesaria. Empezar a adelgazar el gasto público donde más duele a los políticos y donde no parecen querer ponerse de acuerdo: menos cargos públicos -senadores, diputados, concejales, asesores, etc.-, menos órganos innecesarios, menos modelos de gestión de servicios públicos -uno por cada comunidad autónoma en materias de sanidad, educación, justicia, medio ambiente, seguridad ciudadana, etc.
También podrían preocuparse un poquito más por lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla y el descontrolado acoso y agresiones físicas graves que sufren las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Lo que en cualquier caso no parece muy prudente es volver a hurgar en las cicatrices de la historia, volver a pasar el NO-DO desde sus comienzos y volver a releer y escuchar los partes médicos de la flebitis del general y el parte del equipo médico habitual ni ver las escenas de caza, pesca fluvial o las paseos en el Azor. Pues de momento, el tiro por la culata y así mi hija pequeña, entre pantallita y pantallita, asomando la mirada al televisor me pregunta...."pero quién es ese señor de la foto tan antigua? Eso es un aburrimiento"
Me expongo, lo sé, a que cualquiera de esos personajes expertos en repartir carnets, etiquetas y licencias, me asigne alguno de los que suenan en su lindas bocas y que pronuncian con gran elocuencia a falta de mejores argumentos: facha, racista, xenófobo, insolidario, etc....
Insisto: nada debo, nada nos regalaron. Sin resentimiento, pero no me preocupa dónde acaben ni qué se haga con los huesos del general, no quiero perder por eso ni un minuto de mi vida porque afortunadamente la tengo para otras cosas y si me sobran unos segundos, me inquieta más si Valverde se decanta por un 4-4-2- o un 4-2-3-1 con doble pivote....con lo preocupado que me tiene esto, claro.
A trabajar, que falta hace!