lunes, 27 de noviembre de 2017

Coles de bruselas

Es inagotable la capacidad que tiene el fugitivo para hacer tonterías y quedar ridículamente expuesto a la prensa internacional, para vergüenza de los españoles sensatos. Sin el menor de los recatos exhibe impúdicamente sus miserias y odios en su permanente pirueta para esquivar a la justicia española (por esto y por otros motivos -nuestra justicia local-  un día de estos voy a empezar  a valorar si esta palabra, debo seguir escribiéndola con mayúscula o me dejo ya arrastrar de una vez por todas por el criterio de  Pérez-Reverte: "A poco que vivas, la vida les quita la letra mayúscula a palabras que antes escribías con ella: Honor, Patria, Bandera..." Falcó. Editorial Alfaguara.

Amén de la gloria de nuestra vieja historia por aquellas lejanas tierras de los Tercios de Flandes y de las aventuras del Capitán Alatriste, poca épica hemos compartido con los belgas recientemente y eso a pesar de ser Bruselas la sede administrativa de la Unión Europea y una de sus sedes parlamentarias. En los últimos años pocas buenas noticias nos han llegado de allí y más concretamente y por desgracia en el ámbito del terrorismo jihadista no merece comentario alguno después de los ocurrido con los terribles atentados de Paris del año 2015.

¿Cosas buenas de los belgas? pues Tintín y los bombones. Para algunos también la cerveza y .....poco más.

Por contra y aunque sea por el motivo que sea,  la asociación del nombre de Bruselas a un producto estrella, las coles,  no evoca muy buenos olores y ahí lo voy a dejar, que luego Jaime B. me regaña.

Total que Puigdecol la sigue liando y sigue resucitando fantasmas del pasado y a un personaje que solo vive en la memoria de quienes como él, para más gloria de su odio y sus mentiras, denotan una clamorosa ausencia de mejores y más contemporáneos argumentos. 

Se va acercando el momento en que los llamados a votar el 21D ejerzan su derecho y a pesar de que todavía no ha empezado la campaña electoral ya estoy saturado. Si de por sí, en circunstancias ordinarias, ya son suficientemente cansinas las caravanas electorales, no sé si seremos capaces de soportar esta excitante quincena. Habrá que estar preparado para escuchar muchas lindezas y ante ese panorama tal vez lo mejor sea refugiarse en una buena novela, evitar los informativos, apartarse del wpp y no leer nada que pueda contener referencia al asunto.

Yo, por mi parte, me comprometo a no volver a escribir ni una sola nota del evento. 

Que sea lo que Dios quiera. 


lunes, 20 de noviembre de 2017

El trampantojo

Lejana mirada de un niño de la  Barcelona de finales de los sesenta. La nariz empañando, con el vaho de su respiración, el vidrio de la puerta trasera del vetusto Seat 1500, caminito de Gavá. A la izquierda de la antigua carretera, escoltada por exuberantes álamos y en un terreno ligeramente hundido sobre el plano de esta, sumido en el silencio y la quietud, un polvoriento poblado del Oeste americano; Esplugas City, el escenario donde se grababan los exteriores de los espagueti western de aquella época de despegue y desarrollo. El niño recrea en su mente las películas de aquel género, desenfundando y disparando sin piedad su colt de cachas nacaradas, sin más munición que seis petardos de la inocente polvorina de los cartuchos que se vendían en bolsas de papel. Uno de "Los dos mosqueteros del Oeste", Kid Curry y Hannibal Hayes pero de otra latitud, no holliwoodiense; más de estar por casa, en zapatillas de paño -suela Pirelli- y un ancho tejano -Lois-ligeramente acampanado. 

El complejo de madera estaba compuesto por algunos edificios completos, casi reales, pero la mayoría se sujetaban milagrosamente sobre unas escuadras metálicas y eran simples fachadas planas, sin más volumen que la anchura de los tablones: un trampantojo que solo servía para representar historias de buenos y malos, de forajidos que huían con el botín del banco y rara vez con la rubia del salón.

En esa edad de la inocencia jugábamos unos días a ser forajidos "buenos" mientras que otras tardes había riña por ser o el "sheriff" o el apuesto Teniente que llegaba con el Séptimo de Caballería y ese día, sí, él era quien se llevaba a la rubia después de besarla en medio de la calle, con fruición, mientras se sobreponía sobre la pareja y en trazos adecuados el plano con la imagen del famoso "The end".

El género del western nunca se fue del todo de nuestras vidas. Va y viene y cuando regresa, lo hace a lo grande. El año pasado disfruté con  Los odiosos ocho, de Quentin Tarantino. Un peliculón salvaje y sangriento, de violencia explícita e inmisericorde con el espectador que deja las peliculas de Sam Peckinpah a la altura de un episodio de los teletubbies.

En Ib3, canal autonómico balear, a la hora en que la 2 invita al bostezo con sus leones del Serengueti, peligrosos forajidos, indios y vaqueros se miden en los desfiladeros del Gran Cañón del Colorado para delicia de los amantes del western. Mi admirado amigo Jaime B. es un apasionado de este cine y me lo imagino en el papel de  Juez del Condado impartiendo justicia y mandando al patíbulo a los malhechores.

Nuestros forajidos de moda, fugitivos de la justicia, que se mofan de los españoles y siguen una estricta dieta de coles de Bruselas y bombones de Godiva han resucitado el trampantojo, la farsa. Bajo su aparentemente sólida arcadia republicana, a la que han arrastrado a algunos brillantes, educados e intelecualtemente bien dotados ciudadanos (entre estos, algunos estimados amigos personales), a unos cuantos ingenuos y a muchos fanáticos y que ha resultado ser mera fachada; tablones de madera y cola de carpintero; no había ni estructura ni capacidad de crear un Estado propio. Vamos ni ellos mismos se lo creían. Y en cuanto la carretera de Esplugas es ya una rápida y segura autopista y el poblado del western ha desaparecido porque un estado sólido y una sociedad madura, con su recia Constitución y con su soberanía depositada con transparencia y legitimidad en sus Instituciones, ha restablecido el orden, la arcadia se ha diluido como un terrón de azúcar en el café matarratas caliente del viejo saloon. 

La rubia se fue con los buenos y la cárcel de verdad, no la jailhouse del decorado, mantiene sus puertas abiertas para que el Juez del Condado comience a firmar sus autos de prisión.

La ingesta abusiva de coles de Bruselas puede provocar molestas e incómodas flatulencias que no solo perjudican a quien las come, sino más, si cabe, a quienes tiene a su alrededor. Yo soy más de los Godiva pero con moderación que son muy caros y no están las cosas para derroches. 

Puigdecol de Bruselas, contrólese esa dieta.

The End.




  

lunes, 13 de noviembre de 2017

El ejemplo del buen deportista

A las más jóvenes generaciones de españoles convendría informarles, al tiempo que se van sucediendo los éxitos de nuestros deportistas, que no siempre fue como está siendo en la actualidad. 

Llevo siguiendo las carreras de motos desde los tiempos en que Televisión Española las retransmitía, los domingos por las mañanas y en blanco y negro, después de la Santa Misa. Al principio y en las de pequeña cilindrada, Ángel Nieto hacía doblete. Se bajaba de la Derbi de 50 centímetros cúbicos y sin tiempo para pasar por el baño se subía a la de 125 y también la ganaba.

Pasaban los años y, ya en color, fueron apareciendo nuevos pilotos, Ricardo Tormo, Jorge Martínez, "Aspar", "Champi" Herreros, Herri Torrontegui, Carlos Cardús, Sito Pons, Alex Crivillé, Sete Gibernau,etc...

En la actualidad parece que nos hemos acostumbrado a tener uno o hasta tres campeones mundiales cada año y parece que el año en que no se consigue ninguno, se respira un cierto aire de fracaso. Los españoles somo así y parece que no somos capaces de reconocer al deportista en cuestión el mérito personal de su gesta.

Igual ocurre en el motociclismo, que en la natación, en el tenis, en el atletismo y en algún otro deporte individual.

Ayer finalizó el Campeonato Mundial de motociclismo con dos títulos de tres. Especialmente meritorio el cuarto mundial GP de Marc Márquez, (no dejó el manillar de su moto cuando estaba ya en el suelo después de una caída) pero espectacular por la forma en que ayer se recuperaba de un incidente en carrera, el de  Moto 3 del mallorquín Joan Mir. He seguido casi todo el campeonato de esta categoría de este año y su trayectoria desde las primeras carreras y he ido envenenando con mi pasión a la menor de mis hijas porque considero que el ejemplo de quien se empeña en alcanzar objetivos de manera inteligente y constante tiene que utilizarse como un aliciente y estímulo para cualquier objetivo que se marque en la vida y en cualquier ámbito, no solo en el deporte.

He esperado que acabara la carrera y he querido escuchar sus primeras declaraciones, llenas de respeto y humildad, repleta de los mejores valores de un deportista y muy sorprendentes en un tipo de su edad. Hemos conseguido crear en casa el club de fans de Joan Mir y ya estamos deseando que empiece a rugir su  moto para el campeonato del año que viene en nueva categoría. Su vida esta llena de retos y lo seguiremos desde nuestro salón, cada domingo, cada carrera. 

El reto continúa.


lunes, 6 de noviembre de 2017

Piolines y el fugitivo

Podría llamarse Jaime, Carlos, Manuel, Pepe, María, Natalia, Carmen, Pilar...

A él, en concreto me lo he encontrado esta pasada semana en uno de los pasillos de la Comandancia. Después de más de cuarenta días sin uno solo de descanso, le han permitido  cruzar el charco -en barco, manda narices- para regresar casa y pasar un pequeño permiso con su mujer y con sus hijas. Nada; cuatro días para tratar de recuperar espacios y tiempos perdidos. Lo manda el deber...y obedecen.

La vida en el piolín no parece muy confortable. Estamos hartos de ver imágenes sobrecogedoras de caos y desorden, de escasez de espacio y de intimidad, de la evidencia del descuido en las comidas y en las malas condiciones de vida a bordo. Pero no todos se quejan. Hay varios piolines en los distintos puertos de Cataluña y el guardia del que hablo comparte con un compañero un camarote para cuatro personas. Y no se queja. Desde el barco hasta el exterior del puerto tienen que recorrer casi cinco kilómetros caminando; entre una hora y hora y media. Y no se queja. Un paseo que le lleva, de paisano, a poder confundirse con el resto de los ciudadanos y poder desayunar, por ejemplo,  unos churros junto a la playa o tomarse unas mirindas y mandar unas pocas fotos por wpp a su mujer y a las niñas. Y no se queja.

Me resulta muy familiar la entereza y naturalidad con la que habla del servicio que han encomendado a su unidad. Todos los días la misma rutina y a horas intempestivas. No hay mucho tiempo para pensar y tal vez eso sea lo mejor. Este hábito sí hace al monje y el sacrificio pesa menos cuando se viste con su uniforme. Y no se queja. Todo lo contrario, se siente orgulloso. Miro a su mujer, también del Cuerpo que baja la mirada y sonríe, cómplice en el sacrificio. Se retira pacientemente y con mucho respeto uno o dos metros mientras hablamos, mientras le pregunto por él, por sus compañeros, por la vida, por el servicio, por el recibimiento, por el entorno, por nuestro barça .... Él contesta con serenidad asumiendo el deber encomendado mientras ella, con resignación, sigue sonriendo y me mira de reojo, de aquella manera, sí, cómplice en el sacrificio. Finalmente les pregunto qué es lo que hacen a esas horas y en esas circunstancias, con este sol Mediterráneo que se resiste a abandonarnos, en la Comandancia. Le sugiero que aprovechen esas horas, que peguen un salto a una recóndita cala a comerse a besos y restañarse las heridas de la ausencia y al final se lo reconozco a ella; la épica se quedó en casa, la auténtica heroína es la madre que se queda guardando el nido. Así es, así lo veo yo. ¿A qué te suena?

En breve habrá pasado el tiempo de descanso. La lluvia, la oscuridad de las tardes, la soledad del camarote volverán a marcar el ritmo de la rutina del servicio. No bajes la guardia, no te relajes. Quisiera equivocarme pero creo que vendrán momentos duros y difíciles y, como decimos por aquí, hay que estar bien alerta.

Y mientras unos luchan contra el desánimo y la separación, a muchos kilómetros de distancia, quien irresponsablemente se ha encargado de tensar la cuerda hasta romper las últimas fibras de la coherencia goza de los deshonrosos privilegios del fugitivo de la ley, haciéndose rodear de palmeros a sueldo, publico fácil y desinformado que canta las excelencias de su falso valor.  

Los fugitivos de la justicia española, que con tanto desdén la menosprecian por considerarla exenta de garantías, se aprovechan de los resquicios que permiten esas mismas garantías para seguir burlándose del resto de los españoles que, en su mayoría, respetamos y hacemos guardar la LEY porque en ello juramos nuestro empeño hace ya casi cuarenta años.

Seguirá paseando por Bruselas, con las manos dentro del gabán –como Pedro Navaja- con ese aire de viejo actor de reparto disfrazado de Harry Potter, comiendo bombones belgas, escupiendo sandeces y mofándose de quienes, salvo que vivan de rentas o de sus ahorros, seguimos pagando sus payasadas (y que me perdonen los payasos). Puestos a pagar hoteles y restaurantes, se me ocurre otro tipo de alojamiento más cercano y otro rancho, sin bombones de Godiva.




Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...