Había llovido toda la noche con cierta intensidad. El agua chocaba violentamente contra las persianas y ese sonido se había quedado incrustado en mis sueños de manera permanente. Ya de madrugada, algo de claridad se vislumbraba a través de las cortinas y parecía que la tormenta había pasado de largo. Sonó el despertador y una silueta silenciosa se levantó junto a mi lado, rodeó la cama y desapareció y ya no volví a verla ni a sentirla próxima. Recuperé el auricular perdido en la batalla de los sueños absurdos y caí vencido nuevamente. Las informaciones del desastre natural del Caribe lo agrandaban por momentos y la tragedia también se personó en mis sueños. Agua, vientos huracanados, terremotos....la naturaleza desata su ira y golpea contra la ingenua humanidad, ilusa ella al creer que puede someterla y dominarla.
Me desperté con la resaca de tanto azote y por el estruendoso sonido de nuevas lluvias. Apenas se veía el parque ya que una cortina continua de agua caía nuevamente con fuerza. Era como si hubieran colocado un inmenso vinilo más allá de la barandilla de la terraza. Vaya final de vacaciones, pensé.
Pasaron las horas y repasaba en los digitales la otra tragicómica representación -ópera bufa- de la semana que cerraba ese domingo. Culminaba -colofón- una torpe mano exenta de valor y épica que de forma soez se dedicó a manosear y retirar las banderas españolas que reposaban en los respaldos de unos escaños. Qué valiente ¿no? Las banderas así no se retiran; se requiere un mayor heroísmo y no se mancillan cobardemente tropezando una con sus propios pasos. Más respeto, señora, que tiene mucha historia esa bandera como para que un ser insignificante pueda intentar mancillarla.
Sigue la jornada y llegamos al punto épico del mejor de todos los tiempos. Una vez más ha vuelto a dar una lección de pundonor y nos hace sentir, profundo y legítimo, el orgullo de ser españoles. Rafa Nadal confirma lo que hace un par de años ya dije. Volverá, escribí en este mismo blog. Cuando no eran pocos los que lo enterraban y le agradecían los servicios prestados, me negué a creer que ese espíritu de supervivencia pudiera extinguirse así como así. Nada le han regalado. De hecho, su gesta en este abierto de Estados Unidos viene a ratificar que recuperar el primer puesto de la ATP no se logra plácidamente por ir sumando puntos fáciles donde no se obtuvieron el año anterior. Hay que ganar algún grande y este año se ha llevado dos: París y Nueva York. Que repasen los críticos a ver si algún otro jugador ha recuperado el número uno de esta manera. Lleva casi quince años en el circuito y probablemente durante todo este tiempo ha habido decenas de jugadores que han tenido mejores golpes que él. Curiosamente pocos de ellos han llegado a lo más alto y muy poquitos al top ten. ¿Por qué? Muy sencillo, su mejor golpe no es un drive, ni un servicio, ni siquiera un revés cortado: es su cabeza y su poder mental: sencillamente insuperable. Lo es su honestidad. Ejemplo a seguir no solo en el tenis en particular o en el deporte en general; en cualquier disciplina y en general en la propia vida.
Gracias a él unos cuantos españoles sentimos el orgullo de serlo y envolvernos junto a él con la bandera española; esa que sucias y torpes manos pretenden mancillar. Lo llevan claro.
Como anécdota de la retransmisión, contaba Alex Corretxa que en el momento de iniciarse la ceremonia de la final y mientras él iba presentando el evento para la televisión, un señora del público le afeó su falta de respeto al estar hablando mientras se interpretaba el himno de Estados Unidos y le amenazó con denunciarle. Pobre muchacho, por las explicaciones que posteriormente quiso dar, no parecía haber entendido nada.
Himnos y banderas.
Me desperté con la resaca de tanto azote y por el estruendoso sonido de nuevas lluvias. Apenas se veía el parque ya que una cortina continua de agua caía nuevamente con fuerza. Era como si hubieran colocado un inmenso vinilo más allá de la barandilla de la terraza. Vaya final de vacaciones, pensé.
Pasaron las horas y repasaba en los digitales la otra tragicómica representación -ópera bufa- de la semana que cerraba ese domingo. Culminaba -colofón- una torpe mano exenta de valor y épica que de forma soez se dedicó a manosear y retirar las banderas españolas que reposaban en los respaldos de unos escaños. Qué valiente ¿no? Las banderas así no se retiran; se requiere un mayor heroísmo y no se mancillan cobardemente tropezando una con sus propios pasos. Más respeto, señora, que tiene mucha historia esa bandera como para que un ser insignificante pueda intentar mancillarla.
Sigue la jornada y llegamos al punto épico del mejor de todos los tiempos. Una vez más ha vuelto a dar una lección de pundonor y nos hace sentir, profundo y legítimo, el orgullo de ser españoles. Rafa Nadal confirma lo que hace un par de años ya dije. Volverá, escribí en este mismo blog. Cuando no eran pocos los que lo enterraban y le agradecían los servicios prestados, me negué a creer que ese espíritu de supervivencia pudiera extinguirse así como así. Nada le han regalado. De hecho, su gesta en este abierto de Estados Unidos viene a ratificar que recuperar el primer puesto de la ATP no se logra plácidamente por ir sumando puntos fáciles donde no se obtuvieron el año anterior. Hay que ganar algún grande y este año se ha llevado dos: París y Nueva York. Que repasen los críticos a ver si algún otro jugador ha recuperado el número uno de esta manera. Lleva casi quince años en el circuito y probablemente durante todo este tiempo ha habido decenas de jugadores que han tenido mejores golpes que él. Curiosamente pocos de ellos han llegado a lo más alto y muy poquitos al top ten. ¿Por qué? Muy sencillo, su mejor golpe no es un drive, ni un servicio, ni siquiera un revés cortado: es su cabeza y su poder mental: sencillamente insuperable. Lo es su honestidad. Ejemplo a seguir no solo en el tenis en particular o en el deporte en general; en cualquier disciplina y en general en la propia vida.
Gracias a él unos cuantos españoles sentimos el orgullo de serlo y envolvernos junto a él con la bandera española; esa que sucias y torpes manos pretenden mancillar. Lo llevan claro.
Como anécdota de la retransmisión, contaba Alex Corretxa que en el momento de iniciarse la ceremonia de la final y mientras él iba presentando el evento para la televisión, un señora del público le afeó su falta de respeto al estar hablando mientras se interpretaba el himno de Estados Unidos y le amenazó con denunciarle. Pobre muchacho, por las explicaciones que posteriormente quiso dar, no parecía haber entendido nada.
Himnos y banderas.
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