lunes, 25 de septiembre de 2017

En modo avión

Conozco a un montón de personas -amigos y algún familiar- que viven permanentemente en modo avión. Y en el fondo les envidio. En cuanto tienes una urgencia doméstica, personal o profesional e intentas contactar con esa persona, el indicador de estado de su guasap te informa de que está fuera de línea. Y ya te puedes dejar los dedos en la pantallita de tu móvil que nunca aparece el doble click azul de recepción y lectura de tu mensaje.

Me citan a tenis a primera hora. Yo, claro, por supuestísimo, acudo. Todavía no son las nueve de la mañana y, ese día, por conveniencia de mi contrincante quedo a esa hora. Es sábado, ha llovido por la noche y aún chispea levemente. Llego al club. El portero me mira con expresión de incredulidad total. Algunas pistas están encharcadas y otras, afortunadamente,  permanecen en condiciones de poder jugarse en ellas. Es el momento adecuado para contactar con el rival y decidir si jugamos o no o si cambiamos de pista. Primer mensaje de wpp; no señal. Segundo, tercero....no señal. Conozco los amplios márgenes de libertad e independencia de medios y redes sociales de mi amigo y rival. Espero un poquito mientras gestiono por mi cuenta y ya sin esperar conciliación de criterios el cambio de pista. Vuelvo al guasap y seguimos sin respuesta, tampoco de sms,s...  Paseo como un novio plantado a la puerta de la Iglesia,  alrededor del coche en un aparcamiento vacío y el portero me observa como si yo estuviera loco....sigue sin recibirse indicio alguno de recepción y lectura de mis mensajes. Unos retorcidos y morados nubarrones componen el cielo.

Llamo por teléfono. Ya pasan unos largos minutos de las nueve; hora desde la que deberíamos estar ya jugando. "el teléfono marcado se encuentra apagado o fuera de cobertura en estos momentos".....Me iría pero es que ya me he cambiado y empiezo a padecer ansia viva por jugar; estoy enfermo de tenis y no me da la gana de volver a casa sin haberme dejado la piel en esa pista de tierra batida que me mira con ojos golosetes y me reta a entrar en ella y pisotearla con mis zapatillas blancas relucientes y pendientes de ensuciarse con la roja arcilla de su  superficie. 

Vuelvo a llamar y esta vez tengo suerte. Una voz de edredón suena al otro lado de la línea.

- Joder, tío, es que vives en modo avión - le espeto sin miramientos.....en modo avión!!!!

Messi también vive en modo avión el setenta por ciento del tiempo reglamentario de los partidos de fútbol. Podría salir al campo con un telefonito y guasapear son sus colegas de aquí y de allá, consultar su facebook y colgar fotos de sus marcadores y del entrenador rival en el instagram desde el propio terreno de juego hasta que vuelve a conectarse a la red con su teléfono de jugar, 4G, toma la pelotita y empieza a gambetear por el centro, en diagonal hasta la portería y con el put que calza su pie izquierdo hacer que el balón bese la red suavemente, por el ladito izquierdo, por el lateral, junto al poste, muy sutilmente, como si el portero y su línea defensiva estuvieran, estos sí, permanentemente en modo avión.

Yo, también me pongo en modo avión, a veces. Me coloco frente al mar, dejo que la brisa de la orilla penetre en mis pulmones y que la piel de este otoño que empieza a vestirnos la vida no me prive de un buen chapuzón de final de septiembre.


lunes, 18 de septiembre de 2017

Otoño

A lo propio del calendario se ha añadido lo climatológico y está entrando el otoño con fuerza y, sobre todo,  con mucha agua. Lo cual viene a ratificar, en parte, el criterio del buen mallorquín: bañador, toalla de playa, chancletas y protección solar; bajo llave, hasta el verano que viene. Mas allá del treinta y uno de agosto no hay que nadar.

Yo, que en ese sentido, soy de muy difícil consolación y de irreductible ofuscación, no solo no lo guardo en ningún armario, sino que siempre llevo un juego de playa en el coche, por si acaso, para todo el año y mantengo la esperanza de nuevos chapuzones en apacibles turquesas el próximo fin de semana. No existe mejor terapia contra la melancolía de los primeros días de otoño que un libro frente a la orilla con un botellín de cerveza y una buena compañía.

Lo que sí marca la agenda es la exigencia escolar, que en breve comenzará a hurtar cada día más horas a  nuestro reloj y el cambio de horario, que resulta concluyente y definitivo.

Por contra, y por aquello de obtener, incluso de lo malo, un efecto positivo, tiempo de volver a la gastronomía más desafiante, de elaboración más compleja. Así, en breve, volveremos a los fogones y al guiso prolongado; horas de vapores y aromas intensos en la cocina, de tabla de corte fino, de cucharón y fuego lento. Tengo ya ganas de salsas bien trabadas donde mojar un buen pan; de una tabla de quesos con una copa de vino tinto a temperatura ambiente, de una bandeja de embutido que no sude por el calor y la humedad del entorno...

Llega un otoño lleno de buenas expectativas, de recobrada conciliación familiar; de volver a compartir mesa y mantel y un menú único para todos y de plática y sobremesa, extender las manos y juntar las miguitas de pan irreflexivamente, mirando a los ojos al resto de comensales; marcando lento el ritmo con los pies bajo la mesa, mientras suena una pieza de Miles Davis y el aroma del café se extiende apacible y sensual por el comedor...¿y un gin tonic? Por qué no.



lunes, 11 de septiembre de 2017

Himnos y banderas.

Había llovido toda la noche con cierta intensidad. El agua chocaba violentamente contra las persianas y ese sonido se había quedado incrustado en mis sueños de manera permanente. Ya de madrugada, algo de claridad se vislumbraba a través de las cortinas y parecía que la tormenta había pasado de largo. Sonó el despertador y una silueta silenciosa se levantó junto a mi  lado, rodeó la cama y desapareció y  ya no volví a verla ni a sentirla próxima. Recuperé el auricular perdido en la batalla de los sueños absurdos y caí vencido nuevamente. Las informaciones del desastre natural del Caribe lo agrandaban por momentos y la tragedia también se personó en mis sueños. Agua, vientos huracanados, terremotos....la naturaleza desata su ira y golpea contra la ingenua humanidad, ilusa ella al creer que puede someterla y dominarla.

Me desperté con la resaca de tanto azote y por el estruendoso sonido de nuevas lluvias. Apenas se veía el parque ya que una cortina continua de agua caía nuevamente con fuerza. Era como si hubieran colocado un inmenso vinilo más allá de la barandilla de la terraza. Vaya final de vacaciones, pensé.

Pasaron las horas y repasaba en los digitales la otra tragicómica representación -ópera bufa- de la semana que cerraba ese domingo. Culminaba -colofón- una torpe mano exenta de valor y épica que de forma soez se dedicó a manosear y retirar las banderas españolas que reposaban en los respaldos de unos escaños. Qué valiente ¿no? Las banderas así no se retiran; se requiere un mayor heroísmo y no se mancillan cobardemente tropezando una con sus propios pasos. Más respeto, señora, que tiene mucha historia esa bandera como para que un ser insignificante pueda intentar mancillarla.

Sigue la jornada y llegamos al punto épico del mejor de todos los tiempos. Una vez más ha vuelto a dar una lección de pundonor y nos hace sentir, profundo y legítimo, el orgullo de ser españoles. Rafa Nadal confirma lo que hace un par de años ya dije. Volverá, escribí en este mismo blog. Cuando no eran pocos los que lo enterraban y le agradecían los servicios prestados, me negué a creer que ese espíritu de supervivencia pudiera extinguirse así como así. Nada le han regalado. De hecho, su gesta en este abierto de Estados Unidos viene a ratificar que recuperar el primer puesto de la ATP no se logra plácidamente por ir sumando puntos fáciles donde no se obtuvieron el año anterior. Hay que ganar algún grande y este año se ha llevado dos: París y Nueva York. Que repasen los críticos a ver si algún otro jugador ha recuperado el número uno de esta manera. Lleva casi quince años en el circuito y probablemente durante todo este tiempo ha habido decenas de jugadores que han tenido mejores golpes que él. Curiosamente pocos de ellos han llegado a lo más alto y muy poquitos al top ten. ¿Por qué? Muy sencillo, su mejor golpe no es un drive, ni un servicio, ni siquiera un revés cortado: es su cabeza y su poder mental: sencillamente insuperable. Lo es su honestidad. Ejemplo a seguir no solo en el tenis en particular o en el deporte en general; en cualquier disciplina y en general en la propia vida.

Gracias a él unos cuantos españoles sentimos el orgullo de serlo y envolvernos junto a él con la bandera española; esa que sucias y torpes manos pretenden mancillar. Lo llevan claro. 

Como anécdota de la retransmisión, contaba Alex Corretxa que en el momento de iniciarse la ceremonia de la final y mientras él iba presentando el evento para la televisión, un señora del público le afeó su falta de respeto al estar hablando mientras se interpretaba el himno de Estados Unidos y le amenazó con denunciarle. Pobre muchacho, por las explicaciones que posteriormente quiso dar, no parecía haber entendido nada. 

Himnos y banderas.

lunes, 4 de septiembre de 2017

No pasa, vuela.

El tiempo vuela. Nos pasa el verano sin darnos cuenta. Bueno, sí que nos damos cuenta. Empezamos en abril o en mayo, escapándonos unas horitas y dándonos un primer chapuzón, cuando la playa es un solar abierto, cubierto de arena y algas y que limita al sur con un profundo e infinito turquesa. En esos primeros días una manzana y un libro en la mochila y media mañana al sol resultan tonificantes y energéticos antes de afrontar las últimas jornadas del curso escolar. Vuelve uno a casa con la pila al cien por cien de carga.

Acabado ese curso empiezan los días de recreo sin reloj. Y llegan los primeros veraneantes y los primeros calores que se soportan con serena tolerancia. Los días son largos y las horas de la tarde se estiran hasta que más allá de las nueve de la noche empieza a querer caer el sol sobre lejanas colinas del horizonte dejando en la superficie del mar millones de destellos que ya no llegan a deslumbrar.


Pasan las semanas, no nos damos cuenta y ya es sábado...y un nuevo lunes y así....hasta el siguiente fin de semana....y nos alcanza agosto con temperaturas para las que ya no tenemos ni el brío ni el nivel de tolerancia de los primeros días y nos agobia el sofocante bochorno que ni un baño impetuoso de llegar, saltar del coche en marcha y echarse al mar es capaz de aliviar y no hay bar y no podemos tomarnos ni una caña que no traigamos de casa, ni tampoco un helado, ni una botella de agua.

Sigue el desfile de amistades entrañables y familiares que van y vienen, sucediéndose, por fortuna para nosotros, en el uso de nuestro tiempo de ocio, que llenan con su compañía y sus largas tardes de tertulia en la orilla, con los pies clavados en el insinuante vaivén de las olas y dejan momentos para el recuerdo; qué gran tarde la del gintonic compartido sobre la tabla de padelsurf, Toni -el del chiste de los testigos de Jehová-, David, Rosa, Paloma y yo....

Llega septiembre con sus lánguidos atardeceres, con su luz mágica que invita a la fotografía de cada minuto, con los últimos chapoteos antes del inicio del nuevo curso.



Y llega la pereza, la mandra catalana de posturas encontradas, de pulsos indebidos, de manotazos a la buena convivencia que garantizan, desgraciadamente, tiempos de gran tensión. Con lo que tiene ya de sufrimiento ese cuerpo enfermo.

Vuelvo a decirlo: me duele tanto Cataluña....


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...