A poco que nos esforcemos, a principios
del año que viene, en ese otro concurso tonto de las nuevas aplicaciones
de redes sociales y de los buscadores de internet, aparecerá como una
de las palabras más buscadas/utilizadas en el presente 2017, al menos en España: valores, valors.
Una de las celebridades (por no usar irónicamente el palabro cerebridades,
que en el caso de existir dicho término debería tener su origen en la palabra cerebro y por tanto,
encerraría en sí mismo una contradicción) que ha venido a nombrar la
palabrita ha sido un jugador del Barça y de la selección española que
acusa a un determinado club de ser depositario y expositor (su palco) de
una serie de valores que a él no le gustan. Sería muy sencillo
apuntarse o no a esa aseveración pero aunque lo estás deseando, no lo haré.
Hace
unos días saludé a una de mis sobrinas que jugaba con otras
niñas de su edad. Próxima a celebrar su Primera Comunión (como Honor,
Bandera y Patria, todavía las escribo con mayúscula, querido Joaquín) le
pregunté si estaba ya impaciente por ese gran acontecimiento del que se acuerda uno toda la vida y, por supuesto, por la fiesta que vendría
a continuación. Al darme cuenta de la presencia de las otras niñas,
ingenuo de mí, también les pregunté a ellas por su fiesta. La respuesta de una de ellas fue sencillamente lapidaria:
-Yo no voy a hacer la Primera Comunión. Yo en mi colegio no estudio religión (esta en minúscula). Yo estudio valors.
Reconozco
que quedé un tanto estupefacto por la naturalidad de su respuesta, por la
seguridad con la que lo decía, por mi ignorancia respecto del contenido de esa materia escolar y,
especialmente, por la incredulidad y escepticismo. He de entender, en
sentido contrario, que ni nuestra Religión (con mayúscula) ni muchísimo menos nuestra
Primera Comunión (también) tienen nada que ver con los valores. Será
eso. Será que las enseñanzas laicas de los valores sí son saludables y
útiles y, por contra, las que imparten las monjas (esos terribles monstruos que se comen a los niños crudos) en la formación religiosa de
determinados centros escolares ni son tolerables ni deben ser divulgados por estar contaminados por una orientación poco recomendable.
Lo
que nos faltaba a estas alturas de partido era hacer colisionar los
valores de unos contra los de otros. Y en este caso, está claro, hay que hacer
prevalecer los de unos por encima de los de los otros y presumir que los
valores de uno son mucho más solidarios, generosos y beneficiosos para
los demás que aquellos otros, especialmente, que tienen su origen
en la formación religiosa. Y ya no digo nada si esa religión es la
Católica (con mayúscula). Y si, además, se tratan y fomentan esos valores en el ámbito de la preparación de unos niños para la Primera Comunión....
Allá cada cual con su fe, con su sentido de la caridad, de la misericordia, de la solidaridad, de la generosidad, de la amistad, del respeto, de la honestidad, del sacrificio por los demás, de la lealtad, de la perseverancia, de la tolerancia, de la humildad, de la dignidad, de un largo etcétera y del sentido del amor al prójimo. Pero por lo que yo veo y escucho y por lo que he visto y escuchado a lo largo de mi vida, no veo que existan otros valores que puedan mejorar los que a mí me impartieron y los que todavía, hoy en día, compruebo que se imparten en el colegio de mis hijas; colegio concertado de sólida y saludable formación religiosa. Y bien orgulloso que estoy. Y no me importa si estoy equivocado. Trataré de ser coherente con la educación que recibí e intentaré inculcar todos esos valores a mis hijas. A mí no me ha ido tan mal y espero que a ellas tampoco les fallen.
Por ser coherente, al menos.
Allá cada cual con su fe, con su sentido de la caridad, de la misericordia, de la solidaridad, de la generosidad, de la amistad, del respeto, de la honestidad, del sacrificio por los demás, de la lealtad, de la perseverancia, de la tolerancia, de la humildad, de la dignidad, de un largo etcétera y del sentido del amor al prójimo. Pero por lo que yo veo y escucho y por lo que he visto y escuchado a lo largo de mi vida, no veo que existan otros valores que puedan mejorar los que a mí me impartieron y los que todavía, hoy en día, compruebo que se imparten en el colegio de mis hijas; colegio concertado de sólida y saludable formación religiosa. Y bien orgulloso que estoy. Y no me importa si estoy equivocado. Trataré de ser coherente con la educación que recibí e intentaré inculcar todos esos valores a mis hijas. A mí no me ha ido tan mal y espero que a ellas tampoco les fallen.
Por ser coherente, al menos.
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