En desagravio al bueno de Manolo García me pasé la mañana del martes con el espotifai a toda tralla reproduciendo casi toda su música y parte de la discografía de El último de la fila. Mi apego por este grupo ha sobrevivido a una constante pugna de sentimientos encontrados. Hay canciones muy emblemáticas -es el caso de Sara o Insurrección- que han sonado como himnos de una generación de españoles que, a estas alturas del partido, ya peinamos canas (los que tenemos la suerte de poder peinarlas todavía). Bueno, mi querido Pedro G., ultimofilero radical junto con su/mi Lola B, ya las peinaba con veintipocos años. Hemos bailado muchas de sus canciones. Me gustaba su música, sí, pero no podía con la imagen de Manolo García, con cara de minyona de l'eixample, cuando se dejaba llevar por su propio ritmo y agitaba su brazo izquierdo de arriba a abajo, con la palma de la mano extendida hacia su cuerpo, hasta chocar con la cadera. Un baile chusco. En resumidas cuentas, en mi aprecio por este grupo existe una contradicción total por lo que me ha gustado su sonido y lo poco que me ha interesado su imagen. Tampoco era soportable el aire pseudoestupendísimo de Quimi Portet, como ausente de cuanto le rodeaba y ciñéndose a su papel de músico sin apenas voz.
De sus antecedentes penales apenas tengo muchas referencias, salvo aquel sonado Huesos de su grupo génesis, Los Burros y poco más. En la segunda mitad de los ochenta aparecieron sus mejores canciones y cuando suenan en la radio, musito los estribillos al tiempo que mi mente me traslada a la dorada treintena. Qué tiempos!
Manolo García, después de sobrevivir a El Último de la Fila, inició su carrera en solitario pero de Quimi Portet nada sabemos, o muy poco, para ser exactos. Sabemos, sí, que las rentas de sus canciones -en castellano, por cierto- le darán para algo más que ir tirando y de vez en cuando para poder hacer algún viajecito en barco a Menorca. Y como comprometido activista de la cosa catalana entenderá que está en la obligación de aprovechar las torpezas y cazurrerías de algunos sujetos para añadir más leña al fuego. Que un camarero carpetovetónico no quiera darle muestras de mínima tolerancia ni entendimiento al serle pedido un cafe amb llet -no parece muy difícil de entender- en una línea marítima entre Balears y Catalunya no debería llevarles más lejos que a un gesto de rectificación de alguno de los dos. La publicación inoportuna (y cobarde) en redes sociales del retrato del camarero ha desatado una nueva polémica porque hay gente dispuesta a crear ambientes de hostilidad. Habría sido mejor, ya puestos, que hubieran ventilado sus diferencias a guantazo limpio, a ser posible con el inconfundible estilo Bud Spencer, sobre la barra del bar y con las narices ensangrentadas hubieran tenido que lamerse cada uno sus propias heridas en el servicio del barco y no haber trascendido el penoso incidente al público conocimiento de una sociedad ya suficientemente castigada por muchos líderes políticos empeñados en prolongar la batalla de las lenguas y de absurdas superioridades genéticas, culturales, etc. Que les den a ambos, al ex-músico y al camarero.
En fin, no me quiero mostrar como un experto en este grupo musical (ni en nada, sencillamente porque no lo soy) pero me gustan sus canciones, evitando a ser posible, la imagen de Manolo García bailándose. Hace más de veinte años, cada madrugada, dejaba mi burro amarrado a la puerta del baile y en aquellas noches era yo quien le bailaba....a la misma a la que sigo bailando
"Baila conmigo, amor, que soy muy cariñoso, guapa,
que aunque muy chico y muy feo, piloto de aeroplano soy.
Llévame al cine, amor, y a comer un arrocito a Castellón
si total son cuatro días, "pa" qué vas a exprimirte el limón."
Manolo García, después de sobrevivir a El Último de la Fila, inició su carrera en solitario pero de Quimi Portet nada sabemos, o muy poco, para ser exactos. Sabemos, sí, que las rentas de sus canciones -en castellano, por cierto- le darán para algo más que ir tirando y de vez en cuando para poder hacer algún viajecito en barco a Menorca. Y como comprometido activista de la cosa catalana entenderá que está en la obligación de aprovechar las torpezas y cazurrerías de algunos sujetos para añadir más leña al fuego. Que un camarero carpetovetónico no quiera darle muestras de mínima tolerancia ni entendimiento al serle pedido un cafe amb llet -no parece muy difícil de entender- en una línea marítima entre Balears y Catalunya no debería llevarles más lejos que a un gesto de rectificación de alguno de los dos. La publicación inoportuna (y cobarde) en redes sociales del retrato del camarero ha desatado una nueva polémica porque hay gente dispuesta a crear ambientes de hostilidad. Habría sido mejor, ya puestos, que hubieran ventilado sus diferencias a guantazo limpio, a ser posible con el inconfundible estilo Bud Spencer, sobre la barra del bar y con las narices ensangrentadas hubieran tenido que lamerse cada uno sus propias heridas en el servicio del barco y no haber trascendido el penoso incidente al público conocimiento de una sociedad ya suficientemente castigada por muchos líderes políticos empeñados en prolongar la batalla de las lenguas y de absurdas superioridades genéticas, culturales, etc. Que les den a ambos, al ex-músico y al camarero.
En fin, no me quiero mostrar como un experto en este grupo musical (ni en nada, sencillamente porque no lo soy) pero me gustan sus canciones, evitando a ser posible, la imagen de Manolo García bailándose. Hace más de veinte años, cada madrugada, dejaba mi burro amarrado a la puerta del baile y en aquellas noches era yo quien le bailaba....a la misma a la que sigo bailando
"Baila conmigo, amor, que soy muy cariñoso, guapa,
que aunque muy chico y muy feo, piloto de aeroplano soy.
Llévame al cine, amor, y a comer un arrocito a Castellón
si total son cuatro días, "pa" qué vas a exprimirte el limón."
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