lunes, 25 de abril de 2016

Veinte de abril del noventa

Veinte de abril del noventa, hola chata  ¿cómo estás?....


Pues te lo iba a decir. Acababa de llegar a Palma de Mallorca, procedente, por fin, de  El Ferrol y me despegaba sin yo saberlo de una etapa de mi vida; casi diría que de mi juventud porque estaba también a punto de cumplir los treinta. 

Era todo lúdico y festivo y no tenía la más remota idea de lo que significaba la nostalgia. Apenas había sentido la tentación de echar la vista hacia atrás y era muy feliz con mi presente y estaba muy ilusionado con mi futuro.

Siempre fui un tipo de orden y la escasa rebeldía que atesoré en aquella juventud me alcanzó lo justo, en los instantes previos a mi ingreso en la Armada, para una corta época con el pelo un poco más largo y el placer de deslizarme con mi tabla de windsurf por los mares de Mallorca, bien tostadito, eso sí. En cierto modo, todo un patrimonio, observando mi entorno. Independencia y libertad. Qué más podía pedirse a principio de los noventa.

La música. Siempre un recurso, siempre una necesidad. Me movía entonces entre los últimos coletazos del pop británico de los ochenta y los primeros acordes del tecno, del acid house y todas las variedades del sonido electrónico de Jamiroquai y de Prince.

En esa heterogénea variedad musical, bebía a diario los buenos tragos que me proporcionaba la antigua Radio 3, de Radio Nacional. Ello me empujaba directamente a las pocas tiendas de discos que había entonces en Palma y, por defecto, a la sección propia de El Corte Inglés. En resumidas cuentas permanecía al corriente de lo mejor de la musica internacional y de la doméstica.

Me aprendía, de tanto escucharlas,  las canciones de Lisa Stansfield, Deacon Blue, Cranberrys, Annie Lennox, The Charlatans, The Sundays, Alanis Morisette, etc...Todo ello muy apropiado al hábito de desplegar velas junto a la orilla y encadenar trasluchadas, tardes enteras de sol y mar. Es por eso, tal vez, que uno de los últimos cassettes (en este extinto formato) que comprara por aquella época fue el Diamonds & Pearls de Prince, con su canción estrella Cream. Nada que añadir a lo publicado estos días atrás. Si acaso una ligera reflexión: "Se está muriendo gente que no se ha muerto nunca" Carmina y Amén, Paco León 2014.

20 de abril del 90. Aunque pueda resultar extraño, reconozco que  me gustaba mucho esa canción. Para mí es como una canción bisagra entre dos generaciones. Yo pertenezco a una muy lejana en la que escribíamos cartas y transmitiámos lo que más tarde se hacía telefónicamente -primero enganchados literalmente a un aparato conectado mediante cable a una clavija y posteriormente de forma inalámbrica- y que en la actualidad, a partir de esa otra nueva generación, se expresa, a lo sumo, en ciento cuarenta caracteres y en un montón de emoticonos.

Conservo (en el viejo desván/caja de zapatos) un montón de cartas como supongo que conservan otras personas a las cuales yo también escribí y mucha de ellas comienzan con similar fórmula. Preguntas retóricas que llevan implícita la respuesta, pero que servían de introducción a un torrente de expresiones igualmente retóricas,  de apasionados sentimientos y de vivencias compartidas... 

Hoy no queda casi nadie de los de antes,
 y los que hay han cambiado, 
han cambiado, sí.

lunes, 18 de abril de 2016

Por la concordia


Vuelvo a repetir. Hace muchos años, más de los que tienen la mayor parte de los jóvenes políticos que  a diario cosen a coces y escupitajos la actualidad española, los ciudadanos de este país decidieron enterrar viejos rencores y proyectar un futuro que nos ha traído hasta aquí. Para que eso fuera posible, además, refrendaron una Constitución que alberga, desde entonces, un marco jurídico que, entre otras cosas, garantiza el uso y disfrute de una amplia serie de derechos y libertades para los españoles.

Nadie la discutió entonces y desde diciembre de 1978, todos los años, llegados a la fecha de su aniversario, muchos ciudadanos y las principales Instituciones del Estado nos vestimos con nuestras mejores galas para felicitarnos por tal efeméride. Yo he asistido -ojo, día festivo para disfrutar de mis derechos particulares y familiares- a no pocas celebraciones en las cuales este acontecimiento ha reunido a personas de diversas procedencias, creencias, ideologías y gustos a veces muy dispares, pero con el orgullo se sentirse habitantes de un espacio común. 

Eso es lo que teníamos más allá de las peculiaridades de las específicas tradiciones y rasgos diferenciadores de determinadas Comunidades Autónomas. Cada cual siente, además, el orgullo de ser gallego, asturiano, cántabro, vasco, castellano, aragonés, riojano, navarro, catalán, extremeño, madrileño, valenciano, balear, andaluz, murciano, canario,  ceutí y melillense. Y no pasa nada. O no debería pasar. 

Pero ocurre que hay determinadas personas de baja talla moral, pobres de vocaciones útiles a los demás y poco respetuosos con el interés común, que pretenden imponer -a cualquier precio- esos hechos diferenciadores como fronteras infranqueables para el resto de españoles y no contentos con manifestarse superiores (ellos se lo creen) insultan y ofenden a quienes por encima de ese sentimiento regional, manifiestan el orgullo de ser españoles. Unos estamos por la concordia y otros no se cansan de sembrar la discordia.

Es básicamente eso, una falta de respeto y una zafiedad, quemar un ejemplar de esa Constitución que, entre otras cosas, consagra el derecho a la libertad de expresión. Otra cosa es el uso y consumo que hagan de ello determinadas personas. Como si se lo beben y hacen una ficha de la cata, que de ello ese personajillo creo que sabe un rato. Qué lástima. No me imagino a ningún norteamericano capaz de una gesta similar con un ejemplar de la Constitución de los Estados Unidos de América. 

En el espacio común de esos indeseables que confunden ofensa con su libertad de expresión suele dominar el “caca, culo, pedo y pis”. A ver quién lo dice más alto y a más gente. Lo peor: siempre hay un montón de tontos que les ríen las gracias.  Y carece de mérito burlarse del ausente en tu propia casa, con un público ya ganado de antemano, tan fácil, simple y previsible como el supuesto éxito de tu chiste fácil y sonoro y tu exabrupto. Tan pueril como las disculpas posteriores. No, la Constitución no es un texto "sagrado", como manifestó la presunta graciosa,  pero culminó en su momento un compromiso de concordia y le garantiza, qué paradójico, poder  disfrutar de su libertad de expresión. Para eso sí vale.

lunes, 11 de abril de 2016

No cabía esperar otra cosa.


 


Era algo que se veía venir. Y solo es el principio.



El Govern de Illes Balears, tan mono en su conjunto, desde su, digamos,  milagrosa constitución -en cualquier caso no sustentada por la voluntad de la mayoría del electorado, al fin y al cabo, sino por la perversa suma aritmética de los resultados obtenidos individualmente por los partidos que lo integran- se había propuesto cargarse la enseñanza concertada. Será que la consideran cosa de ricos y privilegiados y cuánto más los centros de enseñanza religiosa, donde ellos deben creer que llevan los pijos fachas a sus hijos; nietos todos ellos, claro está, del franquismo y de la vieja derechona ultramundana.



Y actúan en consecuencia, inicialmente y como un primer paso, modificando el funcionamiento del Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento (PMAR) en esos centros concertados y constituido por equipos de refuerzo para los alumnos con ciertas dificultades, alegando que en todos los casos existen centros públicos muy próximos donde pueden ser atendidos y de paso, ya que están, puedan recibir la doctrina  y valores propios, mucho mejores que los de la escuela concertada.



Pues ea! vivan los derechos y libertades públicas de los ciudadanos y viva la Constitución! ¿Es o no una clara vulneración del derecho de los padres a elegir el centro escolar de sus hijos? Traguémonosla!



No sorprende que esta clase política siga empatizando con lo que ya hace tiempo viene ocurriendo en otras Comunidades y esto no ha hecho nada más que empezar. Veremos cosas peores, desgraciadamente.



Eso sí, serviremos a cómicos y titiriteros la sopa boba para que puedan proclamar a grito pelado que ahora sí que hay libertad (y birras en litrona)



Y pregunto ¿yo para qué pago mis impuestos?  ¿Qué recibo yo a cambio? Y conste que no me opongo a pagar impuestos, pese a que, como dice Leopoldo Abadía, no me llene de alegría hacerlo.



Mi cobertura sanitaria se encuentra cada vez mas degradada por un sistema de conciertos por los cuales me atienden en un solo centro hospitalario y en cuanto desenfundo mi tarjeta de asistencia, se echan para atrás y me miran como si tuviera la peste, el ébola o algo parecido. Y eso a pesar de que muchas personas -entre ellos mi buen amigo Juan A.- se baten en dura batalla con las entidades aseguradoras.



La educación, en otro sistema de conciertos donde si alguna de mis hijas requiriera refuerzos por padecer determinadas dificultades, me suprimen los equipos que hasta ahora lo proporcionaban.



Si me voy a pasar un fin de semana a la otra punta de la isla, sin salir por tanto de mi propia Comunidad de residencia, y me alojo en un establecimiento hotelero debo abonar una tasa turística como si viniera de Wolfsburgo -con perdón- o de Burundi.



Pago casi todos los productos alimentarios básicos y no básicos y determinados servicios -muchos de ellos- a precio de supermercado de zona residencial veraniega y de urbanización de lujo, respectivamente.



Si me siento en una terracita del centro -peligrosa actividad de riesgo en Palma que acabará siendo proscrita- y se me ocurre pedirme una caña, me cuesta el doble que en la península y sin tapa.



Pese a estos políticos la vida aquí es maravillosa y ya estoy esperando las próximas elecciones autonómicas y municipales.



¡Qué jardazo se van a dar! Y no reirán tanto. Seguro. Espero.



El gato del mes



Cada vez que juegan con el pijama de Bob Esponja, sea en el Nou Camp o sea en Anoeta, también se pegan el jardazo. Es que no aprenden. Que se lo hagan mirar, por favor.

lunes, 4 de abril de 2016

Un día de estos...


Un día de estos, un día cualquiera, antes de levantarme me habrán preparado el desayuno y lo encontraré sobre la mesa de la cocina. Mantelito puesto, tostada en el plato junto al aceite y la sal y un café con leche humeante: tendremos pacto.

Con los retales que resultaron del 20-D,  tan manoseados durante los últimos tres meses, se va a configurar un nuevo gobierno. Es incuestionable. Y va a ser así porque al final, después de tanto postureo (término también desgastado) y de tanta ida y vuelta de declaraciones, de líneas rojas, de frases rimbombantes de fotitos, gestitos, regalitos,etc,  lo que les conviene es ponerse de acuerdo, pasar por alto las diferencias que les separan y lograr el objetivo que no es otro que....

Quiero medir mucho mis palabras y los dedos se deslizan con máxima cautela sobre el teclado de mi ordenador. Una coma de más o de menos podría significar que me muestro a favor o en contra de una solución definitiva a la situación actual y debo asumir el deber de conservar mi neutralidad política. Por tanto, creo que lo mejor va a ser dejarlo así.



Al final, la política es lo que se hace y no tiene por qué coincidir necesariamente con lo que se dice, ni con lo que se ha dicho previamente. Y según quién lo diga, probablemente no nos vamos a equivocar si dudamos de esas palabras. Como muestra me basta sentarme ante el televisor y asistir a las noticias de cada día y ver las imágenes de tanto personaje del más diverso pelaje escupiendo odio hacia un importante sector de la sociedad española y con ánimo de arrasar, si gobiernan, con todo lo logrado hasta ahora en los últimos cuarenta años. ¿Por qué tanto odio? Y ya estoy escribiendo mucho.


Empiezo a resignarme y ya solamente quisiera, pediría, respeto. Sí, respeto a los que pretendemos seguir enseñando y educando a nuestros hijos en idénticos valores en los que fuimos educados y enseñados por nuestros padres.  Y respeto a las creencias religiosas que en mayor o menor medida, allá cada cual -permitan que nos equivoquemos- practicamos y queremos seguir practicando muchos ciudadanos españoles sin que nadie se burle de nosotros ni insulte zafiamente ni a nuestra Iglesia ni a quienes la representan en el nombre de nuestro Dios. Así sea.


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...