lunes, 29 de febrero de 2016

Y toques lo que toques....



Vivo, sin proponérmelo siquiera,  huyendo de las llamas y siempre me salvo por los pelos.

Empecé esquivando el bocado en mis pantorrillas con que venía acosándome la EGB y, montado en la cresta de la última ola del viejo bachillerato, me salvé de los recordados cuadernos de fichas y cuadernos de consulta. Dejábamos tras nosotros unos rastrojos quemados de libros sin dibujos (que ya nadie iba a heredar) y unos apuntes garabateados por las inquietas manos de jóvenes imberbes pero de pantalón largo y sebago burdeos. (Hasta ahí podríamos llegar).

El antiguo plan de estudios me imponía, en el último eslabón, estudiar el C.O.U. en un instituto de enseñanza media y  en horario de tarde/noche, lo que, después de haber estudiado en colegios privados -laicos y religiosos-, imprimía a mi formación post-adolescente un puntito vil y canalla. En aquella aula de instituto conocí -sin involucrarme lo más mínimo- la cara B de una juventud que se vanagloriaba fatuamente de correr delante de los "grises" y que ya coqueteaba con el costo que, afortunadamente, no probaron ni mis labios ni mis pulmones.

Accedí a la Universidad con una justísima y ramplona nota en el examen de selectividad pero que me habría permitido estudiar lo que hubiese querido y aunque en un primer momento me inscribí en Medicina, por fortuna y para mayor gloria de la humanidad, acabé en Derecho. El sistema permitía inscribirse sucesivamente en los correspondientes cursos, a medida que se iban aprobando las asignaturas requeridas para cada momento sin la más mínima ni remota referencia a créditos ni horas ni todos esos líos en los que tal vez habría clavado alguna rueda.

Me hice Interventor de la Armada en el último suspiro -no mío, he de decir, sino de la propia Armada- antes de que alguien se cargara de un plumazo al Cuerpo de Intervención de los distintos Ejércitos creando un cuerpo común, como si mi cuerpo serrano tuviera algo de común al resto de aquellos cuerpos de la más diversa procedencia. Así, llevo la gloria - al menos eso pienso yo- de ser el último interventor que saliera con galón de catorce milímetros por la Puerta de Carlos V de la Escuela Naval Militar, allá por julio del ochenta y seis. Ya en Ferrol fui de los últimos en seguir empleando aquel uniforme azul -acabo de comprobar que todavía podría seguir utilizando sin pasar por el sastre- antes de la imposición del bosqueverde que ahora nos viste.

Pasaron años y se fue repitiendo esa experiencia de ver como tras mis talones asoma cada día una corriente de cambio, pero que no acaba de pillarme.

Me inscribí en el Wall Street Institute cuando disponía de tiempo y voluntad para apartarme del improductivo haraganeo vespertino y adquirir, de una vez por todas, un nivel de conocimiento de inglés que justificase, aunque solo fuera en parte, el millón de horas dedicado a su aprendizaje. Me apunté para un intensivo de varios meses, financiado necesariamente por el propio centro y pagué un montón de pasta e intereses para que me tuviera sujeto a un monitor todo el tiempo por el que estaba diseñado el curso. En la mitad de las semanas programadas alcancé el objetivo y anduve sujeto al banco por el resto del plazo de amortización mientras jugaba a squash en perfecto y polite inglés, rodeado de una colonia de australianos y autralianas que merodeaban por el club. 

A los pocos meses el sistema de financiación reventó en mil pedazos y  aquellas modernas academias de idiomas se fueron al juzgado de lo mercantil y con ellas sus gerentes, víctmas y entidades financieras en una escandalosa rueda de agravios y agraviados.

Más tarde fueron las propias entidades bancarias con atractivas operaciones de inversión y suculentas expectativas de beneficio. Jamás me fie y vendí hasta la última de mis acciones, sin perder un céntimo diez minutos antes de que el mueble diseñado para guardar ordenadamente los zapatos en él desmintiera la existencia de una profunda crisis (fosa abisal de la que no sabemos muy bien cuando saldremos). Hice bien y aún gane dinero, dividendos incluidos

La penúltima. Acudí a una franquiciada consulta de tratamientos dentales. Llevo anclados en uno de mis maxilares unos cuantos gramos de titanio en forma de osteoimplante molar y  otros tantos de recubrimiento cerámico y también se me ocurrió pagar anticipadamente todo el tratamiento. Por fortuna no me he quedado con la boca abierta, anestesiado, sentado en la silla del dentista y prestando denuncia en el correspondiente juzgado con el gusto a cuerno quemado y una boquilla de aspirador colgando de la comisura de mis labios. Afortunadamente tengo colocado en mi encía todo cuanto pagué pero con ello habré pagado, sin querer, un poco del pienso que se ha comido uno de los caballos del quinqui de los dientes. Uff....,  que suerte he vuelto a tener!

Ahora resulta que la burbuja es dental. Tengo la impresión de que toquemos lo que toquemos...¿dónde no hay corrupción, abusos, robos, estafas, etc.?¿Por qué hay tanto canalla dispuesto a eniquecerse con las necesidades y miserias de los demás?

Hoy, ya ves, no toca poema. Malos tiempos para la lírica. 

Mi chuche de la semana

Llamémosla Josechu por lo vasco. Una tortilla de bacalao, ahora que estamos en cuaresma, ideal para cualquier viernes tonto, de conciliación familiar en la cocina. Planazo para dos personas (tres son multitud); unas tiras de buen bacalao desalado -bastan ciento cincuenta gramos- un puerrito cortado en juliana, dos ajos con piel, una guindilla (a ser posible que no se la coma ella) cuatro huevos, unos taquitos de jamón serrano si no es en cuaresma y unos chorritos de albariño que besen delicadamente el fondo de nuestras copas.

Todo lentamente salteado en aceite virgen extra, por este orden; ajos, puerro, guindilla, jamón (opcional) y bacalao. Cuajar al final los huevos poquito a poco, a golpe de muñeca. El aroma de la preparación ya predispone para el placer que nos aguarda. Ponle peguitas.





lunes, 22 de febrero de 2016

No todo está perdido


Quiero hacer contigo                 

lo que la primavera hace con los cerezos


Pablo Neruda.


En pulcra y esmerada mayúscula, escrito con tiza blanca sobre el asfalto, de lado a lado y en todo el ancho de la calle. Apenas despunta el alba y por tanto confundido en su penumbra, a la salida del colegio, tras dejar en él a mi hija mayor, todos los días reparo en algo escrito en el suelo, bajo los faros del coche.  A esta hora pocos alumnos acceden todavía por esa puerta. Siempre, si acaso, la misma chiquilla de andares pesados, cuesta arriba, sola en su rutina, con la mochila clavada en su espalda.



Todos los días lo veo pero me falta tiempo para leerlo. Además está escrito en sentido contrario a mi marcha, lo que me obligaría a detener mi vehículo.

El jueves leí la primera palabra de la primera línea; "QUIERO... 

Se asemeja a  esas pintadas sobre el asfalto que figuran en los finales de etapa en alto de las grandes pruebas ciclistas y que tratan de animar a los reyes de la montaña, espoleados, además, por esos tipos cansinos que -torso desnudo o disfrazados de batman o de conejito duracell- agitan todo tipo de banderas mientras corren de espaldas y cuesta arriba, también, junto al sufrido pedalista.

Es zona de grafitis y de grafiteros de madrugada -gatos Silvestres, negros de panza blanca, de callejón-, de muchachos de litrona y de cena en el mçdonalds de esa misma calle. Muchos lunes encuentro mil pedacitos de cristal de botellas de ginebra o de whisky estrellados contra los muros ensuciados con multitud de espantosos dibujos -no exentos de cierta calidad algunos, justo es reconocerlo- y eslóganes pseudo-revolucionarios.

Los leen y los padecen alumnos, padres y madres del colegio porque se exhiben impúdicamente y nadie los borra. Algunos, la mayoría, podrían resultar ciertamente ofensivos pero ahí siguen.

El viernes pasado logré hurtarle dos minutos a esa etapa diaria de casa al despacho con meta volante en el cole. Detuve el coche y, sin bajarme de él, leí el resto y quedé gratamente sorprendido. Lo escribiría un azorado adolescente dedicándoselo, supongo, a su adolescente amada y lo leeremos cada día otras cientos de personas pero solamente ella, al verlo, se arrobará en su propia congoja sabiéndose destinataria de ese pequeño verso en tiza blanca hasta que, tal vez en otoño, desvanecido ese amor  se lleve la fina lluvia su pintada.

Frente a la ponzoña en la que la corrupción y un cierto odio revanchista han convertido nuestra charca, no todo está perdido. Y si un joven arrebatado me hace regresar a los  20 poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, aunque sea por un instante, lograré apartarme de esa insufrible cantinela diaria. Gracias, chaval.

Glory days

Viene Bruce Springsteen a España y actuará en Barcelona y en Madrid. Lo hemos sabido la misma semana en que volvía una veterana celebrity política de Baleares a los Juzgados de Palma a cerrar sus pactos con la Fiscalía (¿por qué? ¿es eso decente?) y ella misma lo ha reconocido a la salida. "He tenido días mejores". Hace más de veinticinco años la vi un día al volante de su flamante cabrio rojo, atusándose su larga melena, coqueteando ya con el poder. En otra ocasión la vi entrar en una de sus tiendas favoritas de la calle Serrano de Madrid. Oh! aquellos sus glory days (que ya no volverán)

A la edad, tal vez, en que las mujeres más que nunca necesitan dedicar el tiempo a sí mismas porque la piel perdió ya tersura y más se desnudan los años en rostro, cuello, manos..... lo dice escuetamente: "estoy viva y estoy presa"






lunes, 15 de febrero de 2016

...y los nenes de la abuela.




Que será por no ser menos,
pero ¿cómo no? a la abuela
de la manga le han brotado
(por los mocos del pañuelo)
unos pollos muy morados,
unos nenes muy traviesos.

Estos dos no van en metro,
son muy kulturales,  creo
 y en la trena han acabado
por viles titiriteros.

En lugar de a los gigantes
cien escobazos propinar, 
feliz el cuento terminar
 y a los pequeños contentar
socorriendo a la princesa, 
entre otras atrocidades,
ultrajan autoridades
y gritan ¡gora alka- eta!

Manda güevos, estas tropas,
porque daban ya por hecho
que era tomar la poltrona
su legítimo derecho.
Les importa un bledo mandar
desde odios muy sinceros,
y viejas cuentas ajustar
por olvidados linderos.


Y no nos queda nada!

lunes, 8 de febrero de 2016

....esa sonrisa...(ojito, los noes los carga el diablo)

¿Dónde había yo visto antes esa sonrisa? Al tiempo que trataba de hacer memoria para recordarlo, recorría por mi espalda un inquietante y perfectamente audible escalofrío que me erizó el bello (que no alcanza mi vista) desde la nuca hasta la rabadilla. Me quedé helado. Motivos, creo, no me faltaban.


Sí, claro. Yo era por entonces un imberbe universitario de diecisiete años y llegaba a los primeros exámenes finales de primero de Derecho. Empecé muy bien el curso pero iba a terminar fatal. A mi preocupante dispersión intelectual -propia de la edad, he de suponer- debía añadirle mi absoluta vulnerabilidad ante el  acoso provocado por la permanente corriente de las perversas feromonas femeninas que circulaban por aquellas aulas -atribuible (dichosa vulnerabilidad), también, al mismo factor de la edad-. Así es que, entre unas cosas y otras, andaría yo muy, pero que muy despistado y así me fue el primer curso.

Por entonces, de las cuatro asignaturas del primer curso, una de ellas, la Historia del Derecho, la impartía - en horario vespertino, modorra incluída- un pedante profesor, un personaje de provincias, cursi y redicho, de mentón prominente y aire pseudointelectual.  Vestía con muy mal gusto -ya entonces, incluso a tan temprana edad, algunos de nosotros ya teníamos un criterio claro sobre la elegancia en el vestir y las buenas maneras-. Pantalones acampanados de tergal,  de un beige como de comunión, de videoclip de los Bee Gees, combinados con botines negros y chalecos imposibles, de figuras geométricas y de colores disparatados. Hablaba con fingida erudición -un hilillo de sólida saliva le unía en firme columna ambos labios- y pese a la belleza intrínseca de la materia, convertía sus clases en espesas y tediosas torturas chinas mientras mi mente, alejada de La Lex Romana  Visigothorum (Breviario de Alarico) se acercaba con espíritu libidinoso a mi compañera de pupitre, o a la de tres filas más atrás y a las galas de tarde de Bacarrá, Charlie Max o de Chufo.  
http://orgullosademiciudad.blogspot.com.es/2013/12/la-barcelona-pija.html

Llegó el mes de junio y el balance no pudo ser peor; una sola asignatura aprobada de cuatro (Derecho Político I) y el verano se me presentaba muy tormentoso. 



En un nefasto intento por reparar, en la medida de lo posible, esa situación, le solicité a aquel tipo una ilusoria revisión de exámen. Su lacónica respuesta, apuntándome directamente con su mentón y exhibiendo cínicamente una sonrisa rebosante de satisfacción me cayó como la maldición de una pitonisa leyéndome la palma de mi mano:

- Está usted "suspenso" y además, de no cambiar mucho su actitud, le auguro un rotundo fracaso también en septiembre. (el NO que tanto ha sonado ultimamente).

Doy por más que probable una total reciprocidad en el afecto que nos profesábamos.

Ante tan aplastante sinceridad, opté no ya por no presentarme en septiembre, sino que me propuse olvidarme de esa asignatura hasta que desapareciera de mi vida aquella pesadilla de sujeto. (aprobé en septiembre las otras dos, incluso con notable en Derecho Romano, y la Historia del Derecho la fui arrastrando hasta final de carrera - por aquellas piruetas del destino, volví a toparme con él- y fue la antepenúltima asignatura -esta vez, sí- que aprobé, previa a mi licenciatura). Lo que me quedó grabado por los siglos (aún la recuerdo y por eso ahora me resulta tan familiar e inquietante) fue la fria y cínica sonrisa con la que me vaticinaba el suspenso en su asignatura. Por cierto, qué cosas,  se apedillaba como el aliviado y feliz candidato. Si, Sánchez!!

Domingo

La gastronomía semanal viene hoy enmarcada en el ámbito de los carnavales y más concretamente en los carnavales gallegos (entroido) y para dar total precisión: espectacular lacón con grelos, filloas, orejas de carnaval y albariño. Todo ello en el calor hogareño de los Yáñez Gómez. Hace un año se anunciaba ampliación de plantilla y ayer, ya confirmada, participaban los peques Carlos y Blanca. Gracias Jose y Bea y enhorabuena.
 

lunes, 1 de febrero de 2016

Nieve y arena: de las cumbres de Arán a Illetas

Nuestro anual viaje a la nieve suele venir envuelto de mucha intensidad, tanto en los preparativos, como en cada uno de los días en los que se desarrolla. Este año, además, había una incertidumbre añadida: la propia nieve. Por la comprensible angustia, desde principio de enero, he seguido exhaustivamente todas las páginas de información meteorológica que lanzaban predicciones para las fechas del desplazamiento y las previsiones eran desoladoras. Veía, a través de las webcams de la página principal de la estación que el manto blanco era este año menos blanco y mucho menos manto y aparecían desilusionantes manchas oscuras a los bordes de las pistas. En la pestañita del servicio meteorológico parecían haber olvidado ese simbolito del copo de nieve. (Acabo de entrar en esa página y aún me considero un afortunado. El aspecto actual de la estación de Baqueira es para llorar y la probabilidad de precipitaciones en forma de nieve es del 0%)

Ante este panorama tan sólo restaba introducir en las maletas mucho más ánimo y entusiasmo que prendas de abrigo, puesto que incluso muy pocos días iban a bajar las temperaturas por debajo de los cero grados.

Finalmente, después de resolver trámites e incidencias de lo más variado la expedición -parecía una caravana de mujeres- partía del aeropuerto de Barcelona al borde de las nueve de la noche y quedaban por delante cuatro horas de carretera en la super monovolumen de alquiler. ¡Feliz viaje!, deseaba en silencio yo mismo antes de soltar el embrague y pisar el acelerador. Afortunadamente así ha sido.

Podría pasar por un plano de los "Los odiosos ocho". Bueno, mucho más amable.

Las precipitaciones caídas el fin de semana previo a nuestra llegada y el descenso de las temperaturas nocturnas contribuyeron a mejorar sustancialmente las condiciones de esquí y la coincidencia de las fechas con la escasa afluencia de esquiadores no mallorquines (nuestro festivo patronal -San Sebastián- nos permite el desplazamiento en estas fechas) nos facilitó disfrutar de todo la estación en su íntegra extensión miércoles, jueves y viernes habiendo podido explorar casi el 100% de sus pistas y eso que hay kilómetros y kilómetros esquiables y encontrarnos en la estación con amigos ilustres -Rafa, Paz, María e Inés-, además de coincidir primos, cuñados, sobrinos, etc... de tal forma que en tiendas, servicios y demás, un solo apellido sonaba más que el propio nombre de la estación.




El sábado fue muy diferente y la llegada masiva de los habituales forzó un cambio en la velocidad de desplazamiento en todo el dominio, generándose colas eternas e interminables en todos los remontes.


Gastronomía

La oferta del Valle de Arán se complementa, además, con una excelente gastronomía y abundan tabernas con golosos escaparates y taperos que, tras más de siete horas embutidos en ropa térmica, forros, gorros y cascos, ofrecen reparadoras y sugerentes terapias. En Viella volvemos a dejarnos seducir por la contrastada calidad de Era Bruisha. Caldo de invierno, tortilla de bacalao y el afamado chuletón de kilo asado sobre  incandescentes brasas.  


Y en Bossost debutamos en otro excelente y sorprendente local: La Trastienda, donde, además de poder comprar quesos, pates caseros y brillantes productos gastronómicos, preparan exquisitas cazuelas y guisos - la carrillera de ternera muy mejorable en textura, pero el rabo de buey se despegaba del hueso a la menor insinuación del cuchillo y dejaba en paladar imborrables sensaciones- Buenos vinos de diversas procedencias nacionales e internacioneles, pero nos decantamos, por coherencia gastronómica, por un sorprendente Petit Sios (Costers del Segre). Lo más gratificante fue una ensalada de habitas tiernas y delicado pulpo aromatizada por un casi mágico pimiento procedente de Nigeria. Lo realmente llamativo es la altísima calidad y el moderado precio. Absolutamente recomendable y seguramente repetiremos.



Domingo

Regresamos a casa orondos de satisfacción, tras los cuatro días de contacto real con la nieve, de los más  de cien kilometros deslizados bajo nuestros esquíes sin lesiones y  del excelentemente aprovechado viaje anual a las cumbres del Valle de Arán, con las pilas vitales recargadas.

Jueves

Como una inveterada tradición, para bajar definivamente de la altitud de los Pirineos, nada mejor que un baño en el mar y así hicimos: chapuzón el 28 de enero.



Nuevo lunes: ahora seguro que viene alguien y lo jode.




Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...