lunes, 28 de diciembre de 2015

Con el dedo, corazón

Presté mi voto hace dos semanas y ¿para qué ha servido? ¿Como lo han administrado? ¿Quién y cómo quiere mercadear con él? Con lo que me rindió el penúltimo voto en las generales, mi voto, no había suficiente estímulo ni para alcanzar la mesa electoral el pasado 20 de diciembre y volver a llevar a cabo un acto de fe (ni con una pinza en la nariz) para depositar nuevamente mi(s) papeleta(s) en una fría urna. Me da más el banco y mira que dan poco. No obstante la carne es débil y el momento no está para frivolidades. Así es que me armé de paciencia y de generosidad y volví al mismo colegio de enseñanza secundaria de mi barrio a ver las misma caras, los mismos gestos y a percibir idénticas sensaciones.

Me decía Jaime B. McClane la víspera del nuevo encuentro con las urnas que; mona!,  ni vestida de seda....vamos que cantaba y que se me veía más el plumero que a cualquier  interventor de partido que oficia en cada jornada electoral alrededor de las mesas. Bueno no aspiro ni a simular ni disimular nada y resultará que no soy transparente.

Sigo; dejé bien envuelto mi(s) voto(s) el pasado 2011 rehén, como el resto de españoles, de una crisis galopante más negada que el propio Jesucristo por parte del apóstol Pedro y cacareado por el gallo hasta tres veces. Llegamos, tras el escrutinio final,  a un nuevo estadio en el que, sujetos por una nómina y prendidos por el ierrepefe correspondiente, hemos sentido en la nuca el aliento de la gran bestia golpeando nuestros talones mientras nosostros corríamos despavoridos al tiempo que pagábamos, bien cara por cierto, cada una de sus envestidas y sacudidas: las amenazas de los hombres de negro, la intervención del Banco de España, la corrupción, los vicios de la banca y de algunos banqueros y bancarios... (en este caso, lo negro no era el traje, sino las tarjetas)

En el trayecto y en mi esfera personal y familiar también hemos padecido el impacto de la crisis. Mi mujer perdió su trabajo en una veterana compañía aérea que quebró en circunstancias quizá previsibles, pero no suficientemente aclaradas, en ningún caso relacionadas con la gestión empresarial que tampoco parecía ser ejemplar, y con la colaboración necesaria, al parecer,  de algún(a) alto cargo público (posiblemente, como sonaban los rumores, para beneficiar a otro proyecto empresarial con mayor valor para los intereses del Estado - la consipiración tiene cierto sentido y a juzgar por los resultados, parecería creible-) y en cualquier caso, como consecuencia de una dura pugna de intereses contrapuestos entre el poder central y el autonómico, basado éste en absurdas ensoñaciones nacionalistas que, vaya por Dios, hace tres años, parecían más inocentes y estériles. Quién nos lo iba a decir.

El postureo político del asunto debió generar poca confianza en un grupo de inversores orientales  a los que les estaba ya costando mucho trabajo convencerse de la comunión con idénticos intereses y motivaciones de los independentistas y su proyecto del hub aeroportuario barcelonés.

El resultado, tras más de veinte años de madrugones y dobletes desde las tres y cuatro de la mañana, dos destetes prematuros y jornadas de doce horas sirviendo minibares imposibles en los pasillos de MD,s -jamás la oí quejarse- fue una ligera indeminización y la cola del paro. Ante este panorama el siguiente hito, ahora que las circunstancias personales y familiares lo permitían; una misión internacional de más de seis meses en Asia Central; muy confortable, muy segura, muy enriquecedora para muchos aspectos invisibles de mi función en territorio nacional y con la ilusión (ni por esas, si seré imbécil*) de despejar mi situación profesional y avanzar en mi carrera, llegar al punto mínimo alcanzable después de más de quince años en el mismo empleo. Pero al fin y al cabo solo resultó una prolongada ausencia del hogar que, afortunadamente, salió bien, muy bien si lo comparamos con la de otros menos agraciados con el resultado final de la suya. ¿Para qué? Para eso!

Parecía que levantábamos vuelo, que se alejaban los malos vientos y los peores presagios. La economía empezaba a crecer y se acercaba el momento de volver a esbozar una sonrisa en nuestras caras (ojo, que nadie nos está regalando nada, que quede claro) y a pesar de que todavía para mucha gente las dificultades permanecen invariables, día tras día, con privaciones de lo básico. Ahí creo que todos hemos alcanzado una gran conciencia social y, menos mal, ha crecido la solidaridad y la ayuda al prójimo y somos más generosos en la parroquia, en el súper, incluso en el semáforo.

Y después de todo esto -insisto- volvemos a las urnas y nos sale un pan como unas hostias y un panorama desolador donde hasta la Merckel tiene dudas de a quién felicitar por el resultado de las elecciones porque no parece nada claro quién va a ser el primero en recibir más noes que síes en la primera propuesta de candidato. Y todo ello bajo la amenaza real de unas nuevas elecciones. JA!

Pues no con mi voto. Mira mi dedo, corazón.

*Junto a mi tarjeta de embarque para aquel vuelo con destino a Herat, llevaba una fotocopia de la resolución que me privaba definivamente de mi derecho al ascenso. Tragué la bilis correspondiente y me subí a ese avión a pesar de todo. Tal vez otro habría exigido que desembarcaran su equipaje a pie de pista.

Los Santos Inocentes

Siento una gran pereza esta mañana de lunes. Pereza  para asomarme a la actualidad informativa, después de dejarla, el domingo por la noche, en estado de shock. Este país no se merece este auténtico esperpento vallinclaniano y si no fuera por lo que nos jugamos reconozco que tendría hasta gracia (si es que alguien puede llegar a reirse de esto). Para reirse, si; pa mear y no echar gota, que diría mi padre.

¿Cataluña: bien, gracias? Pues no. No está bien y ni Cataluña ni muchos catalanes se merecen este trato despiadado, esa política de carnaval, de teatro de lo absurdo; esa exhibición constante de desprecio a la seriedad y al rigor. Esa entrega irresponsable de toda una Comunidad por parte de  un  ambicioso desnortado  a una mala compañia de performance; a un casal kultural, a unos antisistemas de ateneo libertario; en definitiva, a majaderos de la Sans borroka. ¿nos merecía la pena a muchos de los que en su momento entregamos nuestros estudios, el trabajo, el esfuerzo por llegar a este punto para entregar nuestra cosecha a esta toda esta gente?

¿España? Pues tampoco se merece esto y cada vez me siento más decepcionado con el escenario político que aparece cuando se levanta el telón y desconfío ya de todos los actores que exhiben sin pudor su pésima interpretación ante un auditorio que también merece mucho más.

Desconozco los límites de la ambición  y del egoísmo personal de muchos de los líderes actuales, pero ya no puedo soportar ni un minuto más el tedio y bochorno ajeno que me proporciona tanto majadero. Unos entregados a cambiar la historia, los ritos y las creencias de los católicos (a ver si iban a tener huevos para alterar un sólo renglón del Corán). Otros cambiando placas de calles sobre los que no existía debate alguno y la mayor parte de cuyos nombres desconocemos hasta los que ni siquiera nos afeitábamos cuando murió Franco. Otros jugando a repartir a cómicos y malos actores papeles y pesimos guiones subvencionados para que puedan seguir protestando contra un sistema sobre el que se mean en sus noches de farra.

Lo siento, pienso en los inocentes, ignoro si santos, que tenemos otro concepto de Estado, de la dignidad humana, de las exigencias que impone la situación económica global, de la seguridad ciudadana, de la educación de nuestros hijos, de su formación, de su crecimiento moral y me vengo abajo al levantar la vista hasta el titular de los diarios digitales, esta mañana de 28 de diciembre de 2015, Santos Inocentes.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El gordo

La vez que más cerca he estado de ganar el gordo de Navidad ha sido aguardando mi turno en la cola de ventanilla para comprar el correspondiente décimo. Ahí o cuando en el informativo del mediodía de cada 22 de diciembre salen las inevitables imágenes de cientos de afortunados rociando con cavas y otros espumosos a todo cuanto les rodea, llenos de júbilo. Nunca faltan, en esa cita anual, el vasito de plástico, el feliz lotero y la exultante vecina del entresuelo C, en zapatillas y bata (como las que vendía en los orígenes de su imperio Amancio Ortega, más o menos en los tiempos de la primera entrega de la Guerra de las Galaxias)

Nunca he tenido muchas esperanzas de verme agraciado por la fortuna de la lotería, a pesar de lo cual, como todo hijo de vecino no disimulo mi ilusión por pillar un pellizquito. En esto, como en otras cuestiones de la vida, a veces no consiste en comprar muchos boletos; si te ha de tocar, con llevar un número basta, como una especie de pagana predestinación y poder convertir el alma feliz y humilde en cuerpo físico  rico y consumista. Es lo que tiene el juego, que puede transformar a las personas si no tienen la cabeza suficientemente acondicionada para asumir ese cambio. 

Recientemente he leído un artículo interesante sobre lo que les ocurrió a algunos de los ganadores de premios importantes de loterías y otros sorteos. Parece difícil de creeer pero muchos de ellos sucumbieron en el tránsito de modesto ciudadano a millonario y vieron desaparecer sus fortunas y acabaron arruinados moralmente. Algunos, víctimas del engaño y otros de la falta de criterio para asimilar que al final, el dinero no lo es todo y se dejaron llevar por esa fiebre consumista, rodeados en principio del lujo y la ostentación.

No digo yo que no me daría un pequeño caprichito, pero en función de lo que pueda tocar con un simple décimo, creo que mi vida no iba a cambiar sustancialmente. No creo que dejase de trabajar; me explico, mi trabajo no es una losa insoportable. Es bueno de llevar y en determinadas circunstancias hay suficientes refranes apropiados para aceptar determinadas cargas y el trabajo, insisto, no lo es. Otra cosa es el sentido que pueda darle a determinadas facetas del tipo de trabajo y de tener que continuar tolerando alguna cisrunstancia que reconozco como objetivamente mejorable. Ahí lo dejo.

Lo que no descartaría es tomarme la vida de otra manera y después de lo visto en la jornada de ayer....

Feliz sorteo y suerte. Creo que la necesitamos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Galicia bien vale una misa

Galicia bien vale una misa, o dos, o más y si, además, es en  Santiago, cobra un interés especial y supongo que un mayor beneficio espiritual, y yo, al menos, lo siento así. El oficio transporta al alma a la altura y a la velocidad del botafumeiro, hábilmente conducido por los diestros tiraboleiros, inundando el interior de la Catedral con el intenso aroma del incienso y el consagrado humo que desprende, sobre el altar y sobre las cabezas de los mortales que asisten a la Santa Misa de doce. El sistema de orden y seguridad, con peto fosforescente, además de permanecer extremadamente pendiente de los flashes de los móviles, advierte, antes de la comunión, en español y en inglés, del significado y de la "exigencia de estar en gracia de Dios; condición espiritual de poder recibirla por estar libre de pecado mortal"  y de cómo ha de hacerse. Ni error ni confusión. No es una representación teatral y me parece bien.


En el exterior suenan gaitas y extraños instrumentos de percusión y viento, llegados de cualquiera de los confines de la Tierra. Basta ver el incesante movimiento de personas, en cualquier época del año, alrededor de la Plaza de Obradoiro. Tuvimos la inmensa fortuna de disfrutar de un fin de semana de sol radiante, lo cual transforma Galicia en un paisaje casi casi insólito en esta época del año.


La primera visita, entre mística y esotérica, fue a San Andrés de Teixido, envueltos durante el ascenso a A Capelada por una inquietante niebla que dificultaba la visibilidad de la carretera. Ya en el Santuario estremece  aproximarse al altar y comprobar en una esquinita cientos de exvotos: dedicatorias, prendas de vestir, fotografías, chupetes, baberos y otros objetos de lo más variado. Todo con el fin de evitar, supongo, que se cumpla la leyenda. San Andrés de Teixido; vai de morto quen non foi de vivo y que augura un viaje hasta la parroquia en forma de cualquier tipo de ser vivo, más allá de la muerte, si no se peregrina hasta allí, al menos una vez, en vida. 



Desde sus acantilados, de los más elevados de Europa -Vixía de Herbeira a mas de seicientos metros de altitud-  las vistas son espectaculares y hacen que se rinda cualquiera ante la magnitud del mar y del cielo, especialmente un día nublado, lluvioso y la espesa niebla atrapando las cimas.



Acompaña, creo, ese clima para visitar, casi en soledad, estos extraños parajes, casi mágicos y se imagina uno inmerso en el rodaje de una película, viendo transitar a la santa compaña (alguna sensación no diría que no tuve) por esos inabordables bosques de eucaliptos, castaños, robles, abedules...Naturaleza salvaje, verde, intensa.

 Pulpo a feira del Bar Caneiro

La gastronomía de esa jornada está marcada por la frescura y calidad del producto y su sencilla elaboración; pulpo, berberechos, almejas, (Bar Caneiro, Valdoviño) y calamares -excelsos- y raxo, ambos con sublime patata frita (Bar Kilowatio, Cedeira). 



 Calamares de El Kilowatio (imprescindible)

Hubo que hacer verdaderos esfuerzos para no seguir comiendo, a sabiendas de que quedaba mucho fin de semana y esa noche ya teníamos mesa reservada en el Cinco Puertas de Pontevedra; entre los entrantes unos huevos de corral (para llorar una semana) con virutas cinco jotas (ya, no es gallego, pero si lo ponen, habrá que decirlo, no?) y un sargo al horno espectacular.



Amanece un día espectacular sobre la Isla de Tambo, frente a la Escuela Naval Militar, de imborrables recuerdos de mi época de alumno. El día 10 de enero próximo, treinta años desde mi ingreso.


 Isla de Tambo, un 28 de noviembre

Me levanto con la sensación de haber pasado media vida durmiendo, tras el madrugón del día anterior y aunque cueste de creer, con sensación de hambre. El desayuno frugal de la Residencia sienta muy bien y nos aporta la energía suficiente para afrontar una mañana de callejeo por una Pontevedra elegante, limpia y animada. Se nota que la gente del lugar disfruta cirulando por ese centro absolutamente peatonal. Las tiendas y los bares concurridos, el aroma de café, de empanada y de buenas cocas es dificil de que pasen inadvertidos y cuesta no postrarse ante los escaparates de sus pastelerías. Visitamos el mercado de abastos y comprobamos in situ la calidad de los pescados y los cientos de nécoras, centollos, camarones, berberechos, almejas, etc... amontonados con absoluta naturalidad. Constituye un placer imaginarse cualquier sábado agarrar el carrito de la compra e idear un menú de esa calidad y a esos precios.  

El aperitivo en O Fidel -el pulpo es especialidad de la casa- no resta un ápice de interés por la comida que nos espera. Mesa reservada en O'Pereiro, Hio, modesta casa de comidas (también banquetes y celebraciones) sin más pretensiones que las de dar de comer muy bien y a un precio fuera de lo común. Nos esperan con una barca de marisco del día y además de la imprescindible centolla, un rodaballo al horno difícil de olvidar.





Aprovechamos la proximidad del restaurante con el Cabo do Home para asomarnos a un casi sereno y apacible Atlántico y nos topamos con la imponente silueta de las Islas Cíes; un paraíso.


Paseamos la digestión nuevamente por la gentil Pontevedra y comicheamos, ya a última hora del día, unas tablas de quesos y embutidos para evitar desmayos durante la noche.

La jornada del domingo nos lleva a Santiago de Compostela y a la referida misa de doce en su Catedral, donde nos rendimos, embrujados, por el misterio de la luz y del humo del incienso, bajo el rigor espiritual debido.


Cerramos la ruta gastronómica, con el tiempo justo para tomar el avión de vuelta a Palma, en la Casa de las Tortillas,  Cacheiras, muy cerca de Santiago y a tiro de piedra del Aeropuerto de Labacolla. Y qué íbamos a comer ahí; pues eso: un puchero de caldito gallego, una excelente ensalada de lechuga y tomate (si, sí) y una espléndida tortilla de patatas gallega, gallega, que parecía querer salir de la bandeja en la que nos la sirvieron.




Quedo mudo ante la contemplación de tanta excelencia y estoy echando cuentas en el calendario para saber cuándo podré volver. Galicia enamora y no cansa jamás.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

El grinch

El grinch que habita en mí debió de  quedarse traspuesto después de una de esas comidas de empresa, de gimnasio o de papis/mamis de colegio en que, llegados a estas fechas y entre el segundo plato y los postres, dejan en naufragio unos cuantos matrimonios por culpa de los juegos bajo mesa. (aleeertaaa!!, estas cosas pasan)


Acababa de asisitir al acto de celebración de nuestra Constitución en un marco incomparable (como dicen los cursis) digno de la ocasión; la terraza del Palacio de la Almudaina y una copita de exquisito vinito blanco de Binissalem. Me desmarqué un poco, huyendo de la idea de grupo y preferí elegir yo mis compañías tratando de compartir con quien yo quisiera la excelencia del momento, para recuperarme, entre otras cosas,  tras la encomiable lectura de unos pocos artículos -en tono solemne- del mitin gratuito de una autoridad coyuntural, como si estuviera en la plaza de Vista Alegre, en esa mañana soleada frente al gran mare, brillante y apacible. Me molestaba un tanto, eso sí, la gorra y le dí cobijo, como es usual en mí, debajo de mi brazo izquierdo (así está la pobre, veinticinco añitos ahí alojada). Viejos conocidos y muchos  amigos elegantemente vestidos, uniforme de gala unos y correctísima etiqueta otros. Las chicas de un partido si que saben vestirse para la ocasión; se lavan la cara, se peinan y desprenden aromas frescos y sobrios y es un placer compartir unos traguitos con ellas (alguna, un poco exagerada debió confundir esta celebración con una boda o con la noche de fin de año y lucía un vertiginoso escote dorsal que descendía desde los hombros hasta más abajo de la quinta lumbar). También hubo quien prefirió mantener su línea de casual wear habitual; su terno soso entre pardo y grisáceo, resistiéndose a que el acero de una plancha rectifique las arrugas de un lavado express (lacito negro incluído, no sé muy bien por qué, ni me importa). Admirada L. : no merece la pena  desgastar una sola línea en determinadas indumentarias. Y además, estamos de acuerdo.

Paseaba, en esa trasposición, por una calle sin terrazas de cafés abiertas -esperando referéndum- buscando la tienda de los deseos. Al fín la hallé. Abrí la puerta y salió a mi encuentro una joven muchacha con un aparatoso piercing en sus labios.

- ¿Que tal, tron, te puedo echar una mano? (he de decir que mi percha, apostura y uniforme merecían, a mi personal juicio, mejor consideración, pero ya se sabe que hoy en día....)

Mi lengua casi me estrangula antes de emitir un leve balbuceo. Finalmente me enfrenté a su tosca mirada y  envalentonado por el primoroso ardor del blanquito arranqué en mi petición.

-Vamos a ver, quisiera un poco de PAZ....(antes lo pedíamos para Oriente Medio, pero hoy en día cabe en cualquier casa, barriada, comunidad autónoma, país, etc...)

- Uy, qué lástima! acabo de vender la última cajita que me quedaba. He ido a buscar al almacén pero no me queda nada. Este año, verás, se ha agotado enseguida, con la que está cayendo por ahí...

- Joder, joder, pensé, tenía que haber venido antes. En fin, pues mira a ver si puedo llevarme un par de cajitas de ESPERANZA.

-Ja! -espetó estruendosamente al tiempo que dibujaba una sonora palmada en el aire- justamente acaba de venir un candidato y se ha llevado to-das. Debe ser que no lo tiene muy claro, ya sabes. (añadió con sorna)

- Pues si que vamos bien. Si te pido ILUSION?

- Mira, eso lo vendemos a granel pero así entre nosotros, no es de muy buena calidad, creo que procede de Taiwan y con esto de las imitaciones, los productores españoles están cerrando sus fábricas y es difícil encontrarla mejor.

 - ¿Y AMOR? (pregunté ya desesperado y con cierto  rubor)

- Bueno, muchachote, eso podríamos arreglarlo aquí atrás, en la trastienda....

- No, verás, no me refería a ese tipo de amor. Hablo de algo más sólido, más generoso y espiritual, más elevado, entiéndeme.

- Que va, no recuerdo muy bien cuando se agotó.

- Pues si que vamos bien, dije en voz alta y con tono de absoluta frustración. ¿Y qué me puedo llevar como deseo estrella para estas fiestas y para mis amigos y familiares?

Cerré la puerta de la tienda tras de mí con una inquietante desazón y una caja envuelta en papel morado y con un aburrido nudo. La observé detenidamente y opté por tirarla en la primera papelera que encontré en mi camino.

Lo único que pude llevarme fueron MIS MEJORES DESEOS PARA EL SOLSTICIO DE INVIERNO 2015.

Y claro, hasta ahí podríamos llegar.

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...