lunes, 29 de junio de 2015

De San Juan a San Fermín

Desde que acaba el curso, prácticamente sobre las hogueras de San Juan, hasta el Pobre de mí, carpetazo a los encierros de San Fermín, pasa la primera fase de las vacaciones estivales. Para mí gusto, el mejor momento. Mucho por hacer, casi todo por planear y absolutamente todo por disfrutar en esta época del año marcada en el calendario como vacacional. Al margen de que las mañanas las siga ocupando mi presencia física (esta, segura; otra cosa es la mente....) en mi puesto de trabajo, siempre me quedan las tardes; festivas y lúdicas.

El cambio de rutinas -embrague y punto muerto-  me permite disfrutar de esas tres semanas con absoluta desinhibición respecto de lo que nos deparará septiembre. Y aunque cada año suelo tomarme unos pocos días de vacaciones lejos del habitual entorno, justo en ese mes, ya nada será lo mismo. Los días habrán recortado sus horas de sol; la luz de la puesta no será tan radiante, languidecerán las tardes y  empezará a pesar en el ánimo el final de lo bueno y el proyecto cercano del nuevo curso. Estamos, creo, excesivamente condicionados por el calendario escolar. No acabamos de recoger las notas y ya nos están advirtiendo de la necesidad de reservar los nuevos libros de texto. Es como cuando todavía no nos hemos despojado del bañador y nos flagelan con la campaña de juguetes de S.S.M.M. los Reyes Magos y, por supuesto, con el sorteo de Navidad. Qué pereza!

Este verano lo hemos empezado dándonos un homenaje exclusivamente de pareja en Menorca. Pese a la sorprendente coincidencia en la sensación de tedio que provoca la isla en algunos de mis amigos (ellos se lo pierden), me ha resultado una muy vigorizante experiencia; una carga de pilas y una buena ocasión para apreciar la fortuna de vivir a menos de media hora de vuelo de esta pequeña joya mediterránea. Pasearla en coche, a  cielo descubierto, por sus amables carreteras, envueltas en variadas tonalidades de verdes, descubriendo cientos de rincones inexplicablemente solitarios en esta época del año, con días que prolongan su luz hasta casi las diez de la noche constituye una inmensa sensación de bienestar. Si, además, la gastronomía acompaña, el viaje puede llegar a convertirse en un imprescindible; rompe el agotamiento de todo el curso y prepara el cuerpo para el resto del verano.






Intensificaré el esfuerzo por sacar el máximo rendimiento a estas semanitas  y me pegaré al monitor, como cada año, todos los días, antes de las ocho de la mañana. A partir del último encierro, el verano empezará a sucumbir ante la nueva rutina. Y para septiembre.....

Crece la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor.


lunes, 22 de junio de 2015

Los ojos de Lisa Stansfield

Fue en el verano del 90. Acababa de desembarcar en Palma de Mallorca ese mismo invierno. Llegaba el sol y las ininterrumpidas vacaciones de playa. Nada de quince días o una semana de calor y vuelta a la lluvia ferrolana. Aquello iba a ser permanente. Una tarde y otra también de irresponsable haraganear. Ahora tumbona, ahora me voy al pantalán, me subo a la tabla (je,je, algunos le llamaban plancha) y a navegar. Me daban las nueve de la noche y allí estaba, fumando un marlboro, sentado en la orilla, apoyados los brazos sobre las rodillas, contemplando la dorada puesta del sol sobre Cala Figuera, escapándose una nueva tarde; preludio de una nueva noche.

Sonaba su canción en la radio del coche y buceaba mentalmente en sus ojos blue mare,  profundos, alrededor de su lunar.....all around the world...   La buscaba en las olas de la orilla, en la arena que enterraba mis pies, en la espuma que cubría la Ten Cate Windsurfer Pacific 346

Luego hubo otras canciones, pero los mismo ojos. This is the rigth time....idénticas turbadoras ensoñaciones; verano, playa y ojos color blue mare de una de las voces soul más negras que pueda tener una chica menudita, de piel blanca. 
Por si no te acuerdas:




Al final, el cassette (qué antiguo resulta ahora) de Affection  de Lisa Stansfield empezó a dar síntomas de fatiga  y sonaban más ruidos de los deseables, pero seguía yo entonando sus canciones, seguía buscando aquellos ojos, encima de mi tabla o al volante del coche, de Palma a La Rápita o a Alcudía, con la tabla encima de las barras del techo, asomando el mástil por delante y por detras, ventanillas bajadas y un marlboro ardiendo en mis labios.

Vivimos un apasionante romance, aunque ella no lo supiera. 


Perdona, he dejado volar la memoria. Ahora se cumplen los veinticinco años de aquello, ella cumplirá en breve cincuenta y yo cincuenta y cinco. La piel del rededor de los ojos se nos ha ido ajando y aquel lunar lo ha borrado el tiempo o quién sabe si una cirugía, o tal vez era postizo.

Quería recordarlo. Así me ahorro la pesarosa fatiga de leer los titulares del día y de seguir preguntándome pero....
Dios mio, ¿qué te hemos hecho?

lunes, 15 de junio de 2015

Con los ojos de un niño

Creo que, por fin, hoy toca. Lo siento por aquellos (ellas, especialmente) que huyen del perfume del deporte como del aroma de una vieja España (tan nuestra) que desprendía una faria, aquellas tardes de domingo, sonando de fondo el carrusel deportivo, con Joaquín Prats o Vicente Marco (marcador simultáneo Dardo) y una copita de Anís la asturiana, su presencia siempre agrada, sobre la barra de mármol blanco de cualquier bar o en el coche familiar, de vuelta a casa, después del fin de semana.

Crece en mi conciencia una sensanción de inquietante malestar por la cada vez más estrecha identificación entre mi Barça  y el nacionalismo independentista. Un rancio amor provinciano que podría ser expresado de forma pacífica, democrática y respetuosa al resto de españoles,  que también tenemos derecho a sentirnos catalanes y, además, con el mismo y legítimo orgullo que se reconoce a andaluces, extremeños, gallegos, asturianos, murcianos, canarios, castellanos, manchegos, navarros, aragoneses, baleares, cántabros (ya sé, primos, santanderinos!), riojanos y vascos (bueno, a estos tampoco) a exhibir su encelado amor por la tierra de sus orígenes por un solo motivo; no ser ni exclusivos ni excluyentes.

De tal manera he aprendido a vivir en esa permanente contradicción interna entre mi afección por los colores de una camiseta y mi pesar por la derrota absurda en la que navega ese ultranacionalismo enconado que, a quien extrañado por mis preferencias, manifiesta no entender cómo yo, si yo, puedo seguir siendo del Barça, le contesto siempre lo mismo: veo y me gusta exclusivamente lo que pasa dentro del campo y cuando la pelota está en movimiento. 

Veo el fútbol con los ojos de un niño. Ya lo dije anteriormente; los ojos del niño que vio debutar a Cruyff en el Nou Camp, que coreó el nombre de Neeskens, de Sotil, de Reixach, de Asensi, de Marcial, de Rifé, de Simonsen, de Quini, de Archibald, de Krankl, de Maradona, de Schuster...cuando nadie sabía ni entonar Els Segadors. Me ausenté de BCN y seguí atento a ese Barça durante sus  largas travesías del desierto; desierto de copas y celebraciones, mientras los del Madrid ganaban, ganaban y ganaban. Duro para un niño (ya menos niño) al que apenas se le empañaban los ojos, ni siquiera por la rabia, al ver como los suyos no ganaban nunca.

Me veo ahora reflejado en los ojos de mi hija Ana, que a la mínima ocasión se enfunda la azulgrana de Qatar Foundation y jalea a Messi, a Piqué, a Iniesta y a Xavi, entre otros (que reconoce a la perfección). Y que lleva celebrados, en sus escasos diez años compartiendo  ese barcelonismo con su padre, cerca de veinticinco grandes títulos. Vaya contraste!

Un detalle; el sábado 6 de junio, acabado el partido, viendo la imagen de Xavi y Pirlo fundidos en un abrazo y a este último con los ojos empapados en llantos, tuvo una noble e insólita reacción. "¿Por qué llora, papá? Qué pena! Qué pobre! Me pone muy triste que llore un jugador de fútbol." Unos minutos después y ya en plena celebración, momentos antes de que Xavi levantase la copa, mientras el resto de sus compañeros del Barça, eufóricos, se asomaban al "balcón", saltando y riendo volvió a sorprenderme cuando dijo: "no os chuleéis, no  os riáis porque la Juve haya perdido. No está bien, que os están viendo". 

Un hijo nunca deja de sorprendernos.

Todo un ejemplo. Todo visto e interpretado por la inocencia de un niño. No preguntó ni por himnos, ni por banderas, ni por señeras ni por esteladas. No es su guerra. Tampoco la mía. (aunque me duela y claro que me duele). 


Y que nada de todo esto pueda ocultar que:

1. Me equivoqué cuando hace aproximadamente un año auguré el final de ciclo de Messi en el Barça y que nada de lo vivido en los últimos diez años volvería a repetirse. Decía lo siguiente:

"No creo que esté acabado Messi; es todavía joven y sabrá explotar su rendimiento físico, pero de lo que estoy convencido es de que todo su esplendor y los mejores años de genialidades ya los ha rendido y deberemos resignarnos a contemplar sus paseos por el campo, cuatro carreras letales y alguna ejecución magistral de una falta al borde del área. Nos lo dió todo y deja en nuestra memoria recuerdos imborrables"

Por circunstancias más que justificadas, no ví el partido de la final de Copa de S.M. El Rey y por tanto no pude ver en directo el primer gol de Messi. Luego, sí. He visto el video mil veces; novecienta noventa y nueve veces más que el video de mi propia boda. Sigo disfrutando con la jugada como un niño chico. ( y de mi boda, también)


Cuánto celebro haberme equivocado. Crecerán los recuerdos.

2. Ganar Liga, Copa y Champions en la misma temporada es un éxito incontestable. Bravo!

3. Se ha ido Xavi y todavía recuerdo cuando le hacían las primeras entrevistas y él contestaba con ese inconfundible acento. Un tipo serio y un ejemplo de carrera en el club. Que vuelva pronto!

4. Dejando el fútbol de lado, sigo confiando plenamente en Rafa Nadal. Le costará mucho porque, a falta de la técnica de otros jugadores, serán su mentalidad y su fortaleza física (pese a que la edad ya empezará a penalizarle en breve) las que tengan que conducirle a nuevos retos y por encima de todo, jugar para divertirse y pasárselo bien. Volveremos a vibrar con él en la Philippe-Chatrier y le veremos morder de nuevo la copa de Roland Garrós. Después de ver la sorprendente victoria de Wawrinka sobre Djokovic, tal vez, empezaremos a valorar lo que significa ganar este torneo nueve veces. Vamos Rafa!!!!

lunes, 8 de junio de 2015

Hacerse el sueco

Habría sido mucho mejor hacerse el sueco, pero mira tú por dónde, los españoles nos hemos  hecho un griego y entre peinetas, monjas, coletas y escrachistas, por la vía del multipacto vamos a reconstruir el proyecto de un nuevo futuro; un sistema antisistema que parece que vaya a fagocitarse a sí mismo, porque veremos qué dura y a dónde nos lleva.  Qué pereza!

A estas alturas de mi vida, a mis años, me habría venido mucho mejor, tras los resultados del 24M,  restregarme los ojos  con intensidad y, de regreso a mis cabales, poder leer titulares muy distintos a los del 25M. Vivimos en democracia y como, según parece, dijo Churchill (según versión de algún especialista, la frase es perfectamente atribuible a él): la política crea extraños compañeros de cama. Y si eso lo dijo por lo que él vivió, si por un momento emergiera su egregia figura desde su tumba  necesitaría un par de cajas de cohibas para empezar a entenderlo (he leído que se fumaba unos ocho al día). No se lo habría imaginado en la vida.

La realidad (la nuestra) ha superado a la ficción. Hace unos meses me desternillaba con la película francesa Dios mio, ¿pero qué te hemos hecho?, del director Philippe de Chauveron (ideal para una de las sesiones de pizza-peli de Herat).  El tradicional, católico y adinerado notario Claude Verneuil (Christian Clavier, Los visitantes no nacieron ayer) contempla resignado como tres de sus hijas han contraído matrimonio sucesivamente con un musulmán, un judío y un chino. La vida le reserva, no obstante, una sorpresa mayúscula e insospechada, que por respeto a los que quieran verla no diré. Sobre ese crisol de culturas y hábitos, haciendo malabarismos para tratar de mantener la armonía suficiente en el seno familiar, gira el día a día del pintoresco personaje y su feliz e ingenua esposa. Eso, claro está, en clave de humor, de comedia francesa.

Y nosotros,- en género de tragedia griega-  ¿qué te hemos hecho, Dios mío, para tener que tratar de digerir estos arcoiris multicolores, con los sectores más pequeños y de más variados tonos a la derecha, que en realidad es la izquierda?

El escalofriante giro a la nada que se avecina (me asalta a la mente una imagen de nuestro amado Estado tendido sobre el costado de estribor como el Costa Concordia) no me hace ni pizca de gracia. Tal vez está proporcionando mucho más entrenimiento a la prensa especializada que el anodino resultado de cualquiera de los anteriores comicios que dejaron como resultados amplias mayorías absolutas o ajustadas victorias  de cualquier de los dos grandes partidos políticos españoles. Andan todos los columnistas del país revelando sus conjeturas de política-ficción. Yo en lugar de dos cajas de cohibas (no fumo), necesito dos palés de scottex (pese a la presión de mis hijas, tampoco tengo un juguetón cachorro de  golden retriever) y estoy muy preocupado. Motivos, creo, no me faltan.

Dando por acertadísima la última expresion conocida de una afamada alcaldesa (repetida entre sonoras y gráficas exclamaciones), tras el morrocotudo trompazo electoral, tendremos ocasion de unirnos al proyecto de unos científicos interesados en averiguar el peso de la Vía Láctea. Seguro que, al menos,  nos tiene entretenidos los próximos cuatro años. Estrellas y estrellados.

lunes, 1 de junio de 2015

Comer, beber, amar (y no fumar marihuna)

Podría atribuirlo a la socorrida astenia primaveral o a una derrotista apreciación del entorno sociopolitico tras las pasadas elecciones (Dios mio, ¿qué te hemos hecho?) o a algunas de las útimas noches de insomnio, provocadas por el extremado celo reproductor gatuno (ellas mandan, sí), pero lo cierto es que pierdo gas. Sí, claro, están a punto de caerme encima los cincuenta y cinco, dirás tú que tanto me quieres,  pero, modestia aparte, me encuentro, tanto física como mentalmente, a tope y juego mis tres partidas de tenis semanales de dos horas de duración por sesión y mantengo el timón de mi prole con decisión y coraje (que no sobran nunca).  Sea por la razón que sea, resulta que algunos días me cuesta Dios y ayuda arrancar el motor y sacar la jornada adelante. ¿Me faltará algo de motivación? No sé; no tengo suficiente tiempo como para averiguarlo.

Creo que la pila vital de mi organismo, que es lógicamente psicológica,  está algo degradada y su carga y descarga, como en los móviles, empieza a dar síntomas de fatiga. Descarga en cuatro  mañanas y tres tardes de guerrilla y escaramuzas domésticas. Todo muy leve, pero aún asi.... Los descansos deberían ser más intensos, mas reconfortantes; las desconexiones, más placenteras. Así la carga también sería completa, no como ahora, que cargas una tarde de viernes; ese momento de la semana en que te tomas cuatro cañas o un par de gintónicos y a duras penas alcanza para la semana siguiente.

Jueves


Resulta muy saludable poner a cargar baterías también los jueves, como inicio del gin de semana, una cena algo más esmerada; un pescadito al horno o en cazuela, improvisando si hace falta, un poco de marisco y un buen albariño. Soltar el lazo que nos sujeta a la tediosa rutina de todos los días; descalzarse, pisar levemente, casi a hurtadillas,  el parquet o la alfombra afgana y respirar la fragancia especial que desprende una buena vela aromática, dejarse llevar por el ritmo cálido de la música adecuada, bajito, sin molestar a las niñas....(sin que ellas nos molesten, ni que se molesten entre sí)
 

Jugar al peloponeso; comer, beber, amar (no fumar marihuana...la mía que se la fume Morgan Freeman, yo no la necesito)

Si, además, te alejas del domicilio habitual, del mismo techo bajo el cual susurran y remugan los deberes y los mil quehaceres diarios y te lo llevas, por ejemplo, a un rincón del Puerto de Sóller o a San Júan (¡pruebalo ya, mequetrefe!)....miel sobre hojuelas. Palabra.

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...