lunes, 20 de abril de 2015

Tierra roja, arcilla.

En casa, desde siempre,  hemos sido sufridos seguidores de deportistas individuales que, contra viento y marea, sorprendían por su garra, esfuerzo y sacrificio. Todavía recuerdo las rondas eliminatorias de la Copa Davis de tenis, cuando se jugaba muy cerquita de nuestro domicilio, en el Real Club de Tenis de Barcelona y que narraba con su peculiar estilo Juan José Castillo, en aquellas míticas retransmisiones en blanco y negro y que seguíamos atentamente, con gran tensión junto a mi padre.  Allí se batían en desigual duelo Orantes, Gisbert, Higueras, Arilla y Gimeno contra raquetas míticas como Stan Smith, Illie Nastase, Codes, Adriano Panatta y Bjorn BorjMientras que estos americanos, rumanos, italianos y suecos, tenían y desplegaban un tenis técnico y elegante, los españoles oponían su furia, poco ortodoxa en este deporte, con estilos más espartanos, pero luchadores empedernidos hasta la extenuación. Lo que sé de tenis, lo he aprendido casi más por verlo en televisión a todas horas, que por jugarlo (que también....)

Además, también me he pasado horas y horas delante de la televisión viendo todas las carreras de motos en las que corría un español. Empecé, cómo no, con Ángel Nieto y  Victor Palomo y más tarde siguieron Ricardo Tormo, Aspar, Garriga, Cardús, Sito Pons, Alberto Pons, Crivillé, Gibernau y más recientemente, Lorenzo, Pedrosa y Márquez. En Herat solíamos ver las carreras en un cafetito italiano, junto con Fran y otros "piraos" de las motos y como aquel año no había quien nos tosiera, no asomaba la gaita ni un solo tifosi.

Sorprendió el ascenso de Fernando Alonso a la élite de la Formula 1 (cuando corría mucho y bien), después de testimoniales presencias como las de Emilio de Villota, Pérez Sala, Adrián Campos, Alguersuari y Marc Gené. Lamentablemente parece que esa estrella se va apagando debido, creo, a la mala elección de escudería y a su carácter un tanto soberbio. Ilusiona la irrupción de Carlos Sainz jr. Ojalá revivamos el interés por las carreras, los domingos al mediodía.

Por momentos hemos asistido, con mucha emoción, al izado de nuestra bandera española al son de nuestro himno viendo en lo alto del podio a un español. Esa imagen, cuando me ha sorprendido lejos, muy lejos de casa, me ha causado un satisfactorio nudo en la garganta.

En los últimos años y por encima de estos grandísimos deportistas ha destacado uno y que además es mallorquín; Rafa Nadal, quien ha aportado a un montón de españoles el orgullo de nuestro himno y nuestra bandera. La imagen mosaico de diversas imágenes sobreimpresionadas de la bandera sobre la pista de Roland Garros, de la Torre Eiffel, primero con Arancha Sánchez Vicario, Sergi Bruguera, Juan Carlos Ferrero y  estos últimos con el gesto victorioso de Rafa nos ha proporcionado grandes momentos.

Ha empezado la temporada de tierra batida, donde Nadal ha exhibido su aplastante y en ocasiones humillante hegemonía derrotando, aburriendo  y agotando a otros tenistas con tal vez más talento y técnica más depurada. De hecho, las pistas de arcilla han contemplado como las raquetas más prestigiosas del circuito se adaptaban cada vez mejor a las especiales condiciones del juego en esta sperficie. Al final el dominio absoluto durante tantos años de los españoles ha logrado que el resto de tenistas  empiecen a jugar y disfrutar sobre la tierra. Muy lejos de su mejor momento, no ha pasado de semifinales en el ATP Masters 1000 de Montecarlo con el azul mediterráneo de fondo. A partir de ahora, tal vez, empezaremos a valorar sus gestas. Este torneo solo lo ha ganado ¡ocho veces! Lleva un año alejado de su mejores condiciones pero ha declarado que volverá a luchar por estar otra vez arriba. Yo le creo y se que luchará para conseguirlo y en la medida de lo posible estaré pegado a la tele, viéndole y animándole. Desde el salón de  casa le seguiremos hasta donde llegue. 

¡Vamos, Rafa!

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