jueves, 16 de abril de 2015

Tartazos en la cara

Muchas de las veces en que me asomo a ese boletín recibo un tartazo en la cara y mientras trato de apartar la pegajosa nata de mis ojos, me parece escuchar alguna risotada fantasma. Es cruel e innecesario, pero a esa situación me han llevado los acontecimientos. Una sola persona*, por sí sola, no debería haber tenido tanto poder como para aislar idefinidamente a un individuo respecto de su grupo, por lo que algo y alguien debió acompañarle en ese deseo de llevarme a este fin tan perverso como injustificado, supongo. ¿Falló el sistema o es que es así? Lo cierto es que en ese tenebroso páramo me siento como un lobo solitario. Abocado a una lucha estéril, los colores de mi perfil profesional se han ido desliendo como los del disfraz del payaso de Micolor  y no encuentro ni lógica ni motivos para hacerme pasar por este deshonroso castigo.

Recibo, sí, la palabra amiga - y en contadas ocasiones, compañera- que, en  su deseo de consolar mi prolongada desazón (camino ya de los diecisiete años), trata de llamar mi atención sobre el goce de mis circunstancias personales y familiares que me aportan la suficiente dicha y felicidad como para compensar, sobradísimamente, aquellos males (elegí familia, era su momento y no me arrepiento, porque me ha permitido disfrutarla todos estos años). Y si bien es cierto que eso no tiene precio, también lo considero compatible con una mejor expectativa en mi carrera, que creo merecer. No he violado, ni robado, ni hurtado, ni alterado, ni engañado, ni faltado al obligado cumplimiento de mi deber profesional. Aún así, tengo que tragarme un montón de rumores y chismorreos acerca de otros "méritos" que sí trufan otros curriculums y medio callo; no callo del todo porque me revuelven las tripas la cobardía y la falta de gallardía. Y siendo yo, por el momento,  el único "sacrificado"; ¿tiene acaso sentido?¿Ha aportado mucha utilidad? ¿Merecía la pena?¿Satisface eso a alguien?¿Estará contento y orgulloso?

Asi que, trabajando en lo mío (entrega ciega, no lo dude nadie), espero no se muy bien qué,  sentado en mi particular Muelle de San Blas, solo, solo con el mismo vestido, solo en el olvido.....solo se quedó, solo con el sol y el mar.

¿Resentido? No; lo siguiente. Pero no me prejugues, por favor. No te imaginas como me siento cada vez que alguien, con la mejor de sus intenciones, tras escudriñar con su mirada mis hombreras, me formula la fatídica pregunta. Y son muchas veces, casi cada día. Pues bien, he aquí mi respuesta.


Afortunadamente, la familia, bien, gracias. La vida es bella, a pesar de todo.




Foto desde mi SONY Xperia Z1.
Una jornada de playa en abril, las migajas del fondo de una bolsa de patatas fritas, unos gorriones y un móvil.

 * Tal vez una mala digestión. Se le atragantarían una serie de observaciones que no fueron de su agrado y que él mismo se encargó de difundir, pese a que era una comunicación exclsivamente personal. Muy elegante. Todo un caballero.

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