lunes, 16 de febrero de 2015

Modas y modos

Estaremos todos de acuerdo, creo, en que elegancia y estilo son valores de apreciación subjetiva y nadie debería arrogarse para sí el papel de juez. Dicho esto también será preciso aclarar que bajo la exigente influencia de las modas no es sencillo manejarse. En la forma de vestir vamos avanzando y vamos adquiriendo un lastre, marcado por nuestros gustos personales, que apuntalan los años que vamos cumpliendo, -nuestra edad respecto de nuestro habitat social- y  nos vamos alejando poco a poco de esa vanguardia. Hay determinadas prendas y maneras de llevarlas que nos resultan especialmente chirriantes cuando, con ellas puestas, nos enfrentamos a los espejos de los probadores y que pueden llegar a provocarnos dolorosos sofocos. Manifiesto una enfermiza resistencia a probarme, ni en broma, según que prenda -este cuadro esta súper de moda y es superponible, apunta el dependiente, que suele coser hacia afuera-. ¿Y si palmas en el preciso instante en el que, en un mal día, has entrado en Zara, por ejemplo y te da por probarte un extraño pantalón o una estrambótica camisa, sublime si lo combinas con un lustroso calcetín claro y zapatos de punta para arriba? ¿Te imaginas que tienen que  meterte así en el "cajón"? ¿Con que cara te presentas así vestido ante el Sumo Hacedor? o, en el mejor de los casos, supongamos que te salvas, de momento, pero que te atienden en un box de urgencias en la Rotger? ¿Cómo aclaras eso? ( A ti eso no te pasará nunca, Mosén, ¡qué batín tan elegante, tot un Senyor!)

 (Es mi debut con la tableta gráfica, be patient, please)

He transigido, no me ha quedado otra, con los pantalones de pernera estrecha (Massimo Dutti Slim Fit), especialmente a partir de la rodilla y gradualmente a medida que va descendiendo hasta los pies y ando (nunca mejor dicho) pagando las consecuencias todos los días. En cuanto me bajo del coche o me levanto del sillón del despacho, de cualquier silla de un café, de un restaurante o de un banco del parque, se queda el pantalón enganchado a la altura de los gemelos (que yo los traía de serie) y parece que venga de mariscar berberechos en la ría de Pontevedra, frente a la Isla de Tambo, junto a La Penela o de meterme, inevitablemente, en los charcos de algunas de las aceras de Palma, cuando llueve. Automáticamente debo agacharme y estirar el bajo del pantalón hasta su sitio, los tobillos, pero evitando que junto con aquel no baje también la media, es decir, el calcetín, hecho una rosquilla porque si esto ocurre el martirio es de tal magnitud que me obliga a pasar irremediablemente por el primer baño que encuentre y recomponerme totalmente de cintura para abajo. La otra opción es acabar claudicando, abandonar las tendencias actuales y refugiarse en lo que creemos que siempre nos va bien y que sigue de moda, o....ciscarse directamente en ella. Así debe hacer un montón de gente, muchas de las veces, de edades próximas a la nuestra y que dan aspecto de antiguo o de desaliñado. Así que, contra viento y marea y agachándome a estirar sus perneras acto seguido de levantarme, prefiero mi pantalón estrecho. Total, el escorzo a realizar no llega, en espectáculo, a la sacudida de cabeza, de abajo y delante para arriba y hacia atrás de las adolescentes para desenmarañar sus largas melenas. (Un dia te romperás el occipital, o una cervical o le romperás a alguien los huesos propios de la nariz)


 "Berberecheo" en Pontevedra

Estamos en Carnaval, aunque a punto de enterrar a la sardina y hay quien tira de disfraz todo el año. Muchos políticos han declarado obsoleta la corbata mientras que, por contra, vuelve el sombrero como remate de la elegancia perfecta ( Rafa Fdez. B.). Los nuevos griegos, que quieren hacernos encallar,  han renunciado al nudo en el cuello. ¡Si el de la corbata es el que menos os va a apretar! Verás cuando os coloquen el del Banco Central Europeo que está diseñando la Merkel. En Italia le ofrecieron una de seda que Tsipras miraba con desdén, como supongo aplaudieron los financiados hijos  del chavismo, que parecen siempre recién levantados de una modorrona siesta post-farra latina (concurso de "peos" incluido -tienen cara de eso- qué agrios!), tan arrugados, con una camiseta parda sobre otra u otras de color y esa pátina de descuido de diseño sobre sus pelos alborotados (la coronilla de juan carlos "masdinero" es de acabar de recibir un doloroso pescozón, de esos que propinaba el profesor de formación del espíritu nacional a los risitas de la clase. Por cierto, ansioso estoy por escuchar su concienzudo análisis del guión de las historietas de Tom y Jerry. Vivo sin vivir en mí, mientras espero.) Pero sin duda, lo que me ha llevado a estas reflexiones es el garbo y desaliño intencionados del diputado (omitiré su nombre) que presidía la declaración del Molt Honorable (siempre y cuando al acto de revolcarse públicamente en evasivas y divagaciones pueda llamársele declaración) en la comisión del Parlament por el caso Pujol. En samarreta negra de manga corta, y como siempre, con mensaje: "PUNKS NOT DIED" ARE IN THE KITCHEN y más abajo, para que nos quede bien claro: "FOOD FOR BEER. NO SHIT." ¿Qué nos quiere insinuar? (Pedrito, aclárame esto por favor, dime algo). Ha llevado la prenda de su cervecería punky de fin de semana a toda una Cámara Legislativa Autonómica. ¿Qué respeto le merece eso? ¿Ha reparado acaso que el lugar, la ocasión, el motivo y la gravedad de la situación merecen un mínimo de decoro en las formas y en el vestir? ¿Quién ha vestido a ese tipo cuando era niño? ¿Se acuerda de Josep Tarradellas y su exigencia de que los presentadores de informativos en TV3 vistieran decentemente y con corbata? Seguramente no, eso es exlusivo de la casta. Podría haberse puesto, ya que estamos, la camiseta de messi, como los niños subsaharianos pobres que salen en los documentales de nath-geo jugando indistintamente con armas de fuego o pelotas de fútbol y que tal vez no tengan otra prenda, desgraciadamente para ellos. 

Desenfadado look cutre-vintage, La Molina 70's
(¿Calzará unas "chirucas" a juego?)

¿De quién se mofan?

Joder, qué antiguo me estoy volviendo. Voy a colgar los pantalones estrechos en el armario y el año que viene los regalaré a Cáritas.

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