lunes, 2 de febrero de 2015

Cuidado con el tic-tac.

Los años, con la maestría de un buen escultor y a golpe de arrugas, han ido tallando mi piel, a fuego lento, ayudado, supongo, por las horas irresponsablemente expuesto a la luz solar, verano a verano, playa a playa. Eso contribuye, ya era hora de resignarse, creo, a que comience a corresponderse la edad real con la edad aparente, aunque eso me importa realmente un bledo, porque me siento fuerte y poderoso para afrontar los retos que me impone mi vida, día a día, a pesar de que  determinadas circunstancias, ajenas a mi persona, hacen que el gas de cada jornada, me quede, a veces, un tanto justito. Será ese el motivo por el cual me cueste creer lo que veo y lo que me cuentan y me rindo ante la evidencia de que hay cosas por las cuales no vale la pena seguir luchando y me entran ganas de arrojar, derrotado, la toalla. Al plantarme, más allá de la hora del deber, ante cualquier informativo televisivo nocturno, (algunas cadenas, en casa no se ven) cada vez me cuesta más trabajo entender la estupidez del ser humano y, por otro lado,  me hago sensible al dolor ajeno con mayor facilidad. Dicho de otra manera, cada día soy más intolerante con las distorsiones en la actitud de determinadas personas y, por contra, más me duele el sufrimiento de los seres cuyos males están al alcance de mi conocimiento, aunque en muchas ocasiones no entienda lo que los provoca ni por qué han de padecerlo. Me ofende la concupiscencia (concebida en todos sus sentidos) de individuos que, no necesitando llevarse lo ajeno para ser más felices que el resto de los mortales, hayan ido pavoneándose (derrochando caprichosamente) con el absurdo poder que da a los vanidosos la ostentación de una riqueza económica ilegítima e inmoralmente adquirida. Me resultan especialmente chirriantes y molestos a mis párvulas entendederas casos como el de los imputados, por fin,  por el execrable uso de  tarjetas "black" o el de los vomitivos líos y corrupciones del ex-"larga lista de cargos" y sus compinches o los no menos nauseabundos apaños y enjuagues del clan del "molt honorable" (la familia que declara unida permanece unida por siempre jamas. Así sea y eso espero, pero en la cárcel). Lo que más me irrita de todo ello es que los métodos son muy zafios y las explicaciones, en sede judicial, pueriles e indignas y merecedoras, por sí mismas,  de ser castigadas de forma contundente. El español del año 1985, que conocía y presumía de haber "fet cim" en los más elevados picos montañosos de Cataluña, probablemente  jamás se imaginó que, a la vejez viruelas, acabaría siendo auxiliado, con interprete incluido, al momento de auparse al estrado de un Juzgado de Instrucción, en su Ciutat de la Justicia. Su imagen, sentado y  con los pies atrapados en las patas de la silla, como un aplicado colegial de anuncio de nocilla, representa la evidencia de que, al final, la justicia es igual para todos. O por lo menos, eso parece que va a resultar.

Desgraciadamente el permanente desfile de celebridades en nuestros juzgados está excitando y alimentando a un sector de nuestra sociedad que durante muchos años ha mostrado su desapego y desinterés por la política, o bien millones de desengañados por las decepciones causadas por el erróneo entendimiento de la democracia de muchos de los que nos han gobernado. Ahora, alentados por el revanchismo y el odio mal disimulado de un movimiento radical y asambleario que nos hastía cada día por televisor, radio, periódico, o "guasap" pueden hacer girar el rumbo de este pais y llevarnos a profundos abismos.

Cuidado! Hemos tardado muchos años en llegar hasta aquí y hemos renunciado todos a muchas cosas como para permitir que nos gobiernen desde el odio del tic-tac, tic-tac con una viscosa sonrisa altiva y desafiante

Para desengrasar, una imagen del campo mallorquín, entre Orient y Buñola este pasado fin de semana.







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