Sin llegar al entusiasta y positivo paroxismo de mi querido y muy seguido amigo Fran Moreno, http://ensolo10minutos.com, tengo en la práctica del deporte el refugio de mis pequeñas insatisfacciones diarias y también, de algunas frustraciones, confiando en que cuando esas aparecen, en la pista lograré destensar la cuerda. Cuando tengo programado un partido de tenis, un determinado día, toda posible aspereza de esa jornada se ve recompensada desde el instante en que abro el raquetero y destapo la lata de pelotas amarillas. Así que, si a medida que se va acercando la hora de llegar a la pista, algún factor amenaza con impedir esa práctica, se dibuja y perpetúa en mi ceño un sólido frunce y me entra una mala leche... Unas gotas de lluvia en el parabrisas, bajo abigarrados nubarrones y empezar a comprobar cómo se va empapando el suelo, me va sumiendo en un profundo estado de shock emocional. A tomar por saco el tenis. (suele ocurrir -cómo no- que durante las horas previas, el aspecto general sea más benévolo que los momentos que preceden al inicio del partido; Murphy, supongo).
Estamos en invierno y a pesar de que vivimos en un rincón próximo al paraíso, llueve y cuando lo hace aquí, suele ser de forma contundente y desde hace un tiempo, con buen criterio, cuando se dan tales circunstancias, cierran con candado las pistas de tierra del club y se cancelan todas las reservas. Cautelarmente, cuando las condiciones meteorológicas se me presentan adversas, reservo la pista de moqueta verde, que permite un pequeño margen y garantiza el juego, incluso si la lluvia se reduce a un ligero calabobos. A partir de ese momento y superadas esas adversidades, no hay dolor, no importa esa espalda maltrecha por la batalla diaria ni esa rodilla quejosa que apunta mil lesiones, mil diagnósticos y que acabo por enfundar en una simple rodillera y a correr!
Agotar el crédito vacacional en el mes de enero me permite, además, disfrutar de otra manera del tenis y es asistiendo, desde el sofá, al que a mi juicio es el mejor torneo de tenis del circuito, el Open de Australia. Creo eso porque suele deparar sonadas sorpresas, porque cada año se constata que no hay rival sencillo, porque contribuyen a un bello espectáculo la cancha, la luz, el rendimiento de los jugadores, el propio ritmo de juego que imprime la exigente velocidad de la bola, el magnífico seguimiento televisivo, con multitud de camaras, repeticiones, ralentización de las imágenes, los gestos y expresiones de los tenistas y su épica en este deporte llevada a su máximo potencial.
He vibrado el día del heorico triunfo de Nadal en octavos, pese a todas sus dificultades físicas, superando fiebres y tiriteras durante todo el partido, aunque fuera para caer de forma contuntente en la ronda siguiente ante un gran Berdych. Me ha sorprendido la fulgurante presencia del héroe local, un descarado e irritante, por sus pésimos modales, Kyrgios, ajusticiado posteriormente por Murray en un gran partido. Lo siento pero no quisiera que un tipo así se instalase en la élite del tenis. Después las semis. Murray (vaya coleguita te has buscado, perlita de niña boba) y Berdich jugaron un partidazo y Djokovic destronó al último ganador, Wabrinka.
La pequeña decepción de ir asumiendo que suena la música de final de fiesta para los "veteranos" Federer y Nadal después de lo que nos han hecho disfrutar con sus estilos, muy diferentes el uno del otro, pero colosales y espectaculares. Seguirán, supongo, un tiempo más en la púrpura, pero creo que ya dieron lo mejor.
Y la final y triunfo sobre Murray de Djokovic cuyos simulados males, adornados con exagerados aspavientos (durante el partido llegó a romperse sucesivamente, un dedo, el tobillo, la espalda....) no consiguen más que empañar un tanto su gran talento, su agilidad (es como un jodido gato), su velocidad en la visión del juego y la eficacia de su impecable estilo. Un número uno al que le pueden quedar muchos años ahí colocado y superar incluso a Federer como el que más semanas lo haya sido, aunque lo tiene realmente difícil (302 semanas, 237 de ellas, de forma consecutiva).
En resumidas cuentas, un regalo para los locos del tenis y una opción cuando, como así ha ocurido, la lluvia echa el candado a la cancha.
Un ejemplo de coraje que me hace sentir como un enano indeseable cuando me lamento por el dolor de mi rodilla y lo desafortunado que soy por su inflamación posterior cada día que juego al tenis:
http://www.labolsadelcorredor.com/es-por-ti-es-por-mi-o-como-despedirte-de-tu-proia-pierna/Estamos en invierno y a pesar de que vivimos en un rincón próximo al paraíso, llueve y cuando lo hace aquí, suele ser de forma contundente y desde hace un tiempo, con buen criterio, cuando se dan tales circunstancias, cierran con candado las pistas de tierra del club y se cancelan todas las reservas. Cautelarmente, cuando las condiciones meteorológicas se me presentan adversas, reservo la pista de moqueta verde, que permite un pequeño margen y garantiza el juego, incluso si la lluvia se reduce a un ligero calabobos. A partir de ese momento y superadas esas adversidades, no hay dolor, no importa esa espalda maltrecha por la batalla diaria ni esa rodilla quejosa que apunta mil lesiones, mil diagnósticos y que acabo por enfundar en una simple rodillera y a correr!
Agotar el crédito vacacional en el mes de enero me permite, además, disfrutar de otra manera del tenis y es asistiendo, desde el sofá, al que a mi juicio es el mejor torneo de tenis del circuito, el Open de Australia. Creo eso porque suele deparar sonadas sorpresas, porque cada año se constata que no hay rival sencillo, porque contribuyen a un bello espectáculo la cancha, la luz, el rendimiento de los jugadores, el propio ritmo de juego que imprime la exigente velocidad de la bola, el magnífico seguimiento televisivo, con multitud de camaras, repeticiones, ralentización de las imágenes, los gestos y expresiones de los tenistas y su épica en este deporte llevada a su máximo potencial.
He vibrado el día del heorico triunfo de Nadal en octavos, pese a todas sus dificultades físicas, superando fiebres y tiriteras durante todo el partido, aunque fuera para caer de forma contuntente en la ronda siguiente ante un gran Berdych. Me ha sorprendido la fulgurante presencia del héroe local, un descarado e irritante, por sus pésimos modales, Kyrgios, ajusticiado posteriormente por Murray en un gran partido. Lo siento pero no quisiera que un tipo así se instalase en la élite del tenis. Después las semis. Murray (vaya coleguita te has buscado, perlita de niña boba) y Berdich jugaron un partidazo y Djokovic destronó al último ganador, Wabrinka.
La pequeña decepción de ir asumiendo que suena la música de final de fiesta para los "veteranos" Federer y Nadal después de lo que nos han hecho disfrutar con sus estilos, muy diferentes el uno del otro, pero colosales y espectaculares. Seguirán, supongo, un tiempo más en la púrpura, pero creo que ya dieron lo mejor.
Y la final y triunfo sobre Murray de Djokovic cuyos simulados males, adornados con exagerados aspavientos (durante el partido llegó a romperse sucesivamente, un dedo, el tobillo, la espalda....) no consiguen más que empañar un tanto su gran talento, su agilidad (es como un jodido gato), su velocidad en la visión del juego y la eficacia de su impecable estilo. Un número uno al que le pueden quedar muchos años ahí colocado y superar incluso a Federer como el que más semanas lo haya sido, aunque lo tiene realmente difícil (302 semanas, 237 de ellas, de forma consecutiva).
En resumidas cuentas, un regalo para los locos del tenis y una opción cuando, como así ha ocurido, la lluvia echa el candado a la cancha.
Un ejemplo de coraje que me hace sentir como un enano indeseable cuando me lamento por el dolor de mi rodilla y lo desafortunado que soy por su inflamación posterior cada día que juego al tenis:
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