lunes, 23 de febrero de 2015

¡Que tiempos aquellos, mi vieja olivetti!

Un día cualquiera, febrero del 85. Tras haber pasado muchas horas delante de los apuntes, entumecido, me levantaba de la silla. Bajo el flexo, un montón de folios vueltos hacia abajo y un cenicero lleno de colillas de Marlboro. El aire denso de la habitación invitaba a abrir la ventana de par en par, pero afuera hacía demasiado frío y a esas horas de la madrugada lo que más me apetecía era meterme ya en la cama e intentar dormir, a pesar de todo.

Todo, era mucho. Habría sido, probablemente,  otra dura jornada, desde muy temprano. El teléfono había sonado, como cada mañana, antes de las siete. Al otro lado, mi madre, desde Palma:

-Buenos días, van a pasar las vacas de leche.
-Hola, mamá, buenos días, me voy para la ducha. Hasta luego.

Protocolo habitual. Por entonces yo vivía solo en el piso de Barcelona y así era un día tras otro. Me llamaba al teléfono de la habitación del fondo, al "55", de lunes a viernes para asegurarse, supongo, desde la distancia, que me levantaba para ir a trabajar -no he sido jamás usuario de despertador-. Sabía entonces mi madre y sabe ahora que jamás faltaría al trabajo y sospecharía también y ahora tiene la certeza de que más de una mañana me iba directamente a trabajar, con el mero trámite previo -eso, sí- de ducha y afeitado, después de alguna larga noche de jueves en el "UP&DOWN". 

Convocatoria de febrero, hace ahora treinta años. En proceso, la primera tanda de exámenes de final de carrera;  historia del derecho, de primero e internacional privado y  para Junio, civil y procesal.

Los apuntes de clase volaban desde las copisterías que había alrededor de la facultad y los sobres de rank xerox iban acumulándose encima de la mesa. El tiempo que quedaba libre, desde la salida del trabajo hasta que me vencía el sueño, lo entregaba incondicionalmente a aquella tarea. Ni siquiera la compañía de la cadena de música  Grundig (studio 430) - eran los inicios de antena 3 radio- me distraía del cometido. Si acaso, una fugaz coca-cola en el Farigola, a final de la tarde, con los muchachos del Es molt dur, nuestro equipo de fútbol-sala.

En una esquina de la mesa de estudio, bajo una aparatosa funda de lona gris, la vieja hispano-olivetti. Un pesado bloque de hierros, muelles y teclas; la M40 negra, con carro de anchura estandar.

Salvadas de un seguro viaje al desguace, algunos amortizadísimos ejemplares fueron apareciendo paulatinamente en nuestras vidas y generando en casa la lógica expectación, desde unos cuantos años atrás, en los setenta.

Con ellas aprendimos a escribir a máquina. Con menos de catorce años, una misión diaria después de comer y antes de volver al cole, Estudios Burgos: una página de mecanografía sin fallos, "Método Caballero de mecanografía al tacto"; asdfg, asdfg, asdfg, ñlkjh, ñlkjh, ñlkjh....qwert, poiuy, qwert, poiuy....

Columnas y columnas, hojas y hojas; día tras día. Las yemas de los dedos congeladas, percutiendo con fuerza -había que apretar- en cada una de las teclas; duras y frías. Las manos desnudas(gato con guantes, no caza ratones). Acababan doliendo los dedos y había que apurar lo suyo para alcanzar, mínimo, las doscientas pulsaciones por minuto (cada dedo, exclusivamente sus teclas). Todo un reto para pasar el test. Y el ruido; aquel tecleo sobre el carro sonaba como una lluvia de proyectiles sobre una plancha de hierro. Se encallaban las varillas y su aceite lubricante dejaba en el aire un aroma muy peculiar, antiguo. Gracias a aquella instrucción y a algún cursillo audiovisual hoy en día escribo con todos los dedos (y me equivoco con cada uno de ellos), sin mirar al teclado. Mientras que hoy los niños entienden mucho de informática, pero teclean con dos dedos, sobrevolando el teclado con el aleteo de los buitres.

Entre aquella primera "época olivetti" de los setenta y pocos y la actual, sólo han pasado cuarenta años y ahora se deslizan los dedos sobre teclados sensibles, virtuales o táctiles, que ni suenan y se corrigen los gazapos con un simple retroceso; no hay que echar mano de las tiritas de papel tippex (¿que es eso, papá?) guardada en la cajita naranja adherida a un lateral de la máquina y no hay que borrar cuidadosamente cada errata en cada una de las seis copias introducidas en el carro, intercaladas entre una y otra una hoja de papel-carbón Kores. Las últimas resultaban ilegibles, pero se levantaban las actas de la Junta Técnica de Intendencia* en "sextuplicado ejemplar". Por esa habilidad y un poco de cultura general y cálculo obtuve mi primer trabajo y me encargaron una primera misión;  pasar a máquina, de carro ancho, todas las actas de aquella Junta, atrasadas desde unos cuantos años atrás.

Con cierta frecuencia, todavía me asalta alguna madrugada una inquietante pesadilla. Estamos a un paso de los exámenes y todavía me queda mucho que hacer y sigo de fiesta. Se acerca el final de curso y debo ponerme a estudiar. No llego. Un sudor frío recorre todo mi cuerpo y me genera una asfixiante angustia. Uf, ha sido un sueño. Son las seis de la mañana, Herrera en la onda comienza a desgranar la actualidad de la jornada. Buenos días.





* Las Juntas Técnicas de Intendencia, en sus sesiones, plasmadas posteriormente en cada acta, eran los órganos encargados, entre otras funciones, de declarar la baja en inventario del material inútil: mobiliario y enseres de las unidades de toda la Región Militar. Tuve trabajo muchos meses, sin separarme de mi vieja olivetti.

lunes, 16 de febrero de 2015

Modas y modos

Estaremos todos de acuerdo, creo, en que elegancia y estilo son valores de apreciación subjetiva y nadie debería arrogarse para sí el papel de juez. Dicho esto también será preciso aclarar que bajo la exigente influencia de las modas no es sencillo manejarse. En la forma de vestir vamos avanzando y vamos adquiriendo un lastre, marcado por nuestros gustos personales, que apuntalan los años que vamos cumpliendo, -nuestra edad respecto de nuestro habitat social- y  nos vamos alejando poco a poco de esa vanguardia. Hay determinadas prendas y maneras de llevarlas que nos resultan especialmente chirriantes cuando, con ellas puestas, nos enfrentamos a los espejos de los probadores y que pueden llegar a provocarnos dolorosos sofocos. Manifiesto una enfermiza resistencia a probarme, ni en broma, según que prenda -este cuadro esta súper de moda y es superponible, apunta el dependiente, que suele coser hacia afuera-. ¿Y si palmas en el preciso instante en el que, en un mal día, has entrado en Zara, por ejemplo y te da por probarte un extraño pantalón o una estrambótica camisa, sublime si lo combinas con un lustroso calcetín claro y zapatos de punta para arriba? ¿Te imaginas que tienen que  meterte así en el "cajón"? ¿Con que cara te presentas así vestido ante el Sumo Hacedor? o, en el mejor de los casos, supongamos que te salvas, de momento, pero que te atienden en un box de urgencias en la Rotger? ¿Cómo aclaras eso? ( A ti eso no te pasará nunca, Mosén, ¡qué batín tan elegante, tot un Senyor!)

 (Es mi debut con la tableta gráfica, be patient, please)

He transigido, no me ha quedado otra, con los pantalones de pernera estrecha (Massimo Dutti Slim Fit), especialmente a partir de la rodilla y gradualmente a medida que va descendiendo hasta los pies y ando (nunca mejor dicho) pagando las consecuencias todos los días. En cuanto me bajo del coche o me levanto del sillón del despacho, de cualquier silla de un café, de un restaurante o de un banco del parque, se queda el pantalón enganchado a la altura de los gemelos (que yo los traía de serie) y parece que venga de mariscar berberechos en la ría de Pontevedra, frente a la Isla de Tambo, junto a La Penela o de meterme, inevitablemente, en los charcos de algunas de las aceras de Palma, cuando llueve. Automáticamente debo agacharme y estirar el bajo del pantalón hasta su sitio, los tobillos, pero evitando que junto con aquel no baje también la media, es decir, el calcetín, hecho una rosquilla porque si esto ocurre el martirio es de tal magnitud que me obliga a pasar irremediablemente por el primer baño que encuentre y recomponerme totalmente de cintura para abajo. La otra opción es acabar claudicando, abandonar las tendencias actuales y refugiarse en lo que creemos que siempre nos va bien y que sigue de moda, o....ciscarse directamente en ella. Así debe hacer un montón de gente, muchas de las veces, de edades próximas a la nuestra y que dan aspecto de antiguo o de desaliñado. Así que, contra viento y marea y agachándome a estirar sus perneras acto seguido de levantarme, prefiero mi pantalón estrecho. Total, el escorzo a realizar no llega, en espectáculo, a la sacudida de cabeza, de abajo y delante para arriba y hacia atrás de las adolescentes para desenmarañar sus largas melenas. (Un dia te romperás el occipital, o una cervical o le romperás a alguien los huesos propios de la nariz)


 "Berberecheo" en Pontevedra

Estamos en Carnaval, aunque a punto de enterrar a la sardina y hay quien tira de disfraz todo el año. Muchos políticos han declarado obsoleta la corbata mientras que, por contra, vuelve el sombrero como remate de la elegancia perfecta ( Rafa Fdez. B.). Los nuevos griegos, que quieren hacernos encallar,  han renunciado al nudo en el cuello. ¡Si el de la corbata es el que menos os va a apretar! Verás cuando os coloquen el del Banco Central Europeo que está diseñando la Merkel. En Italia le ofrecieron una de seda que Tsipras miraba con desdén, como supongo aplaudieron los financiados hijos  del chavismo, que parecen siempre recién levantados de una modorrona siesta post-farra latina (concurso de "peos" incluido -tienen cara de eso- qué agrios!), tan arrugados, con una camiseta parda sobre otra u otras de color y esa pátina de descuido de diseño sobre sus pelos alborotados (la coronilla de juan carlos "masdinero" es de acabar de recibir un doloroso pescozón, de esos que propinaba el profesor de formación del espíritu nacional a los risitas de la clase. Por cierto, ansioso estoy por escuchar su concienzudo análisis del guión de las historietas de Tom y Jerry. Vivo sin vivir en mí, mientras espero.) Pero sin duda, lo que me ha llevado a estas reflexiones es el garbo y desaliño intencionados del diputado (omitiré su nombre) que presidía la declaración del Molt Honorable (siempre y cuando al acto de revolcarse públicamente en evasivas y divagaciones pueda llamársele declaración) en la comisión del Parlament por el caso Pujol. En samarreta negra de manga corta, y como siempre, con mensaje: "PUNKS NOT DIED" ARE IN THE KITCHEN y más abajo, para que nos quede bien claro: "FOOD FOR BEER. NO SHIT." ¿Qué nos quiere insinuar? (Pedrito, aclárame esto por favor, dime algo). Ha llevado la prenda de su cervecería punky de fin de semana a toda una Cámara Legislativa Autonómica. ¿Qué respeto le merece eso? ¿Ha reparado acaso que el lugar, la ocasión, el motivo y la gravedad de la situación merecen un mínimo de decoro en las formas y en el vestir? ¿Quién ha vestido a ese tipo cuando era niño? ¿Se acuerda de Josep Tarradellas y su exigencia de que los presentadores de informativos en TV3 vistieran decentemente y con corbata? Seguramente no, eso es exlusivo de la casta. Podría haberse puesto, ya que estamos, la camiseta de messi, como los niños subsaharianos pobres que salen en los documentales de nath-geo jugando indistintamente con armas de fuego o pelotas de fútbol y que tal vez no tengan otra prenda, desgraciadamente para ellos. 

Desenfadado look cutre-vintage, La Molina 70's
(¿Calzará unas "chirucas" a juego?)

¿De quién se mofan?

Joder, qué antiguo me estoy volviendo. Voy a colgar los pantalones estrechos en el armario y el año que viene los regalaré a Cáritas.

lunes, 9 de febrero de 2015

Deporte, deporte; el tenis, un excelente ansiolítico.

Sin llegar al entusiasta y positivo paroxismo de mi querido y muy seguido amigo Fran Moreno, http://ensolo10minutos.com, tengo en la práctica del deporte el refugio de mis pequeñas insatisfacciones diarias y también, de algunas frustraciones, confiando en que cuando esas aparecen, en la pista lograré destensar la cuerda. Cuando tengo programado un partido de tenis, un determinado día, toda posible aspereza de esa jornada se ve recompensada desde el instante en que abro el raquetero y destapo la lata de pelotas amarillas. Así que, si a medida que se va acercando la hora de llegar a la pista, algún factor amenaza con impedir esa práctica, se dibuja y perpetúa en mi ceño un sólido frunce y me entra una mala leche...  Unas gotas de lluvia en el parabrisas, bajo abigarrados nubarrones y empezar a comprobar cómo se va empapando el suelo, me va sumiendo en un profundo estado de shock emocional. A tomar por saco el tenis. (suele ocurrir -cómo no- que durante las horas previas, el aspecto general sea más benévolo que los momentos que preceden al inicio del partido; Murphy, supongo).

Estamos en invierno y a pesar de que vivimos en un rincón próximo al paraíso, llueve y cuando lo hace aquí, suele ser de forma contundente y desde hace un tiempo, con buen criterio, cuando se dan tales circunstancias, cierran con candado las pistas de tierra del club y se cancelan todas las reservas. Cautelarmente, cuando las condiciones meteorológicas se me presentan adversas, reservo la pista de moqueta verde, que permite un pequeño margen y garantiza el juego, incluso si la lluvia se reduce a un ligero calabobos. A partir de ese momento y superadas esas adversidades, no hay dolor, no importa esa espalda maltrecha por la batalla diaria ni esa rodilla quejosa que apunta mil lesiones, mil diagnósticos y que acabo por enfundar en una simple rodillera y a correr!

Agotar el crédito vacacional en el mes de enero me permite, además, disfrutar de otra manera del tenis y es asistiendo, desde el sofá, al que a  mi juicio es el mejor torneo de tenis del circuito, el Open de Australia. Creo eso porque suele deparar sonadas sorpresas, porque cada año se constata que no hay rival sencillo, porque contribuyen a un bello espectáculo la cancha, la luz, el rendimiento de los jugadores, el propio ritmo de juego que imprime la exigente velocidad de la bola, el magnífico seguimiento televisivo, con multitud de camaras, repeticiones, ralentización de las imágenes, los gestos y expresiones de los tenistas y su épica en este deporte llevada a su máximo potencial.

He vibrado el día del heorico triunfo de Nadal en octavos, pese a todas sus dificultades físicas, superando fiebres y tiriteras durante todo el partido, aunque fuera para caer de forma contuntente en la ronda siguiente ante un gran Berdych. Me ha sorprendido la fulgurante presencia del héroe local, un descarado e irritante, por sus pésimos modales, Kyrgios, ajusticiado posteriormente por Murray en un gran partido. Lo siento pero no quisiera que un tipo así se instalase en la élite del tenis. Después las semis. Murray (vaya coleguita te has buscado, perlita de niña boba) y Berdich jugaron un partidazo y Djokovic destronó al último ganador, Wabrinka.

La pequeña decepción de ir asumiendo que suena la música de final de fiesta para los "veteranos" Federer y Nadal después de lo que nos han hecho disfrutar con sus estilos, muy diferentes el uno del otro, pero colosales y espectaculares. Seguirán, supongo, un tiempo más en la púrpura, pero creo que ya dieron lo mejor.

Y la final y triunfo sobre Murray de Djokovic cuyos simulados males, adornados con exagerados aspavientos (durante el partido llegó a romperse sucesivamente, un dedo, el tobillo, la espalda....) no consiguen más que empañar un tanto su gran talento, su agilidad (es como un jodido gato), su velocidad en la visión del juego y  la eficacia de su impecable estilo. Un número uno al que le pueden quedar muchos años ahí colocado y superar incluso a Federer como el que más semanas lo haya sido, aunque lo tiene realmente difícil (302 semanas, 237 de ellas, de forma consecutiva).

En resumidas cuentas, un regalo para los locos del tenis y una opción cuando, como así ha ocurido, la lluvia echa el candado a la cancha.







Un ejemplo de coraje que me hace sentir como un enano indeseable cuando me lamento por el dolor de mi rodilla y lo desafortunado que soy por su inflamación posterior cada día que juego al tenis:
http://www.labolsadelcorredor.com/es-por-ti-es-por-mi-o-como-despedirte-de-tu-proia-pierna/


lunes, 2 de febrero de 2015

Cuidado con el tic-tac.

Los años, con la maestría de un buen escultor y a golpe de arrugas, han ido tallando mi piel, a fuego lento, ayudado, supongo, por las horas irresponsablemente expuesto a la luz solar, verano a verano, playa a playa. Eso contribuye, ya era hora de resignarse, creo, a que comience a corresponderse la edad real con la edad aparente, aunque eso me importa realmente un bledo, porque me siento fuerte y poderoso para afrontar los retos que me impone mi vida, día a día, a pesar de que  determinadas circunstancias, ajenas a mi persona, hacen que el gas de cada jornada, me quede, a veces, un tanto justito. Será ese el motivo por el cual me cueste creer lo que veo y lo que me cuentan y me rindo ante la evidencia de que hay cosas por las cuales no vale la pena seguir luchando y me entran ganas de arrojar, derrotado, la toalla. Al plantarme, más allá de la hora del deber, ante cualquier informativo televisivo nocturno, (algunas cadenas, en casa no se ven) cada vez me cuesta más trabajo entender la estupidez del ser humano y, por otro lado,  me hago sensible al dolor ajeno con mayor facilidad. Dicho de otra manera, cada día soy más intolerante con las distorsiones en la actitud de determinadas personas y, por contra, más me duele el sufrimiento de los seres cuyos males están al alcance de mi conocimiento, aunque en muchas ocasiones no entienda lo que los provoca ni por qué han de padecerlo. Me ofende la concupiscencia (concebida en todos sus sentidos) de individuos que, no necesitando llevarse lo ajeno para ser más felices que el resto de los mortales, hayan ido pavoneándose (derrochando caprichosamente) con el absurdo poder que da a los vanidosos la ostentación de una riqueza económica ilegítima e inmoralmente adquirida. Me resultan especialmente chirriantes y molestos a mis párvulas entendederas casos como el de los imputados, por fin,  por el execrable uso de  tarjetas "black" o el de los vomitivos líos y corrupciones del ex-"larga lista de cargos" y sus compinches o los no menos nauseabundos apaños y enjuagues del clan del "molt honorable" (la familia que declara unida permanece unida por siempre jamas. Así sea y eso espero, pero en la cárcel). Lo que más me irrita de todo ello es que los métodos son muy zafios y las explicaciones, en sede judicial, pueriles e indignas y merecedoras, por sí mismas,  de ser castigadas de forma contundente. El español del año 1985, que conocía y presumía de haber "fet cim" en los más elevados picos montañosos de Cataluña, probablemente  jamás se imaginó que, a la vejez viruelas, acabaría siendo auxiliado, con interprete incluido, al momento de auparse al estrado de un Juzgado de Instrucción, en su Ciutat de la Justicia. Su imagen, sentado y  con los pies atrapados en las patas de la silla, como un aplicado colegial de anuncio de nocilla, representa la evidencia de que, al final, la justicia es igual para todos. O por lo menos, eso parece que va a resultar.

Desgraciadamente el permanente desfile de celebridades en nuestros juzgados está excitando y alimentando a un sector de nuestra sociedad que durante muchos años ha mostrado su desapego y desinterés por la política, o bien millones de desengañados por las decepciones causadas por el erróneo entendimiento de la democracia de muchos de los que nos han gobernado. Ahora, alentados por el revanchismo y el odio mal disimulado de un movimiento radical y asambleario que nos hastía cada día por televisor, radio, periódico, o "guasap" pueden hacer girar el rumbo de este pais y llevarnos a profundos abismos.

Cuidado! Hemos tardado muchos años en llegar hasta aquí y hemos renunciado todos a muchas cosas como para permitir que nos gobiernen desde el odio del tic-tac, tic-tac con una viscosa sonrisa altiva y desafiante

Para desengrasar, una imagen del campo mallorquín, entre Orient y Buñola este pasado fin de semana.







Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...