Cuando cada mañana Carlos Herrera da paso a su colaborador, Santi González, con su "buenos días, majetón", María y yo estamos ya en el coche, camino del cole. El sol, a esa hora, ya juega sus primeros hoyos en el campo de Golf de Son Muntaner. En breve, con motivo del cambio de horario, habrá un pequeño retroceso y volveremos a salir del parking en la penumbra de la madrugada. Por contra y afortunadamente para nuestro ritmo vital, las tardes serán mas largas y compensará absolutamente lo que se pierde por la mañana.
Empezamos la semana la "Expe", esa fantástica pandilla de padres y niños, con las pilas plenamente cargadas, después de un fin de semana disfrutando de la gran joya del Mediterraneo que es Sóller y sus alrededores; su Sierra y su Puerto, el mismo que intentó devorar un descomunal temporal hace apenas dos semanas y que acabó claudicando a los pies de ese monumento natural, Patrimonio de la Humanidad que es la Sierra de Tramuntana.
Sección infantil de la Expe, instantes previos a la toma de la Sierra
Desde el Puerto de Soller, enfilamos la carretera que sube hasta el faro del Cap Gross. Ahí dejamos los coches. La vista es espectacular y se presenta como un apetecible aperitivo de lo que va ser la jornada de suave senderismo familiar.
Con mucha dificultad logramos contener el nerviosismo de las seis proles; lo justo para fotografiarlas y lograr que también los adultos dejemos prueba gráfica de nuestra participación.
Las siguientes dos horas se convierten en un paseo por una parte del sector de la GR-221, que atraviesa toda la Sierra de Tramuntana, entre La Muleta y Deiá. Rodeados de pinos y olivos centenarios y acompañados en todo momento por un resplandeciente sol, el grupo de doce adultos y dieciséis menores disfruta de la belleza de estos parajes.
En esta excursión se me presentaba una buena ocasión para sacarle partido a mochilas y otros efectos adquiridos en Herat. Absolutamente exitososa resultó una camiseta de "Camp Arena" y algunos de los parches, que gustaron especialmente a los niños, muy receptivos a la hora de escuchar pequeñas historietas de la misión, fabuladas convenientemente. Escuchaban atentos y disparaban sus preguntas a una velocidad que yo apenas podía atender.
Después de comer y de la correspondiente tertulia campestre, tomamos el camino de regreso y seguimos disfrutando de la vista sobre el mar a la izquierda y sobre el valle a la derecha, con Sóller en primer término y al fondo, imponente, la propia Sierra. La velocidad de la marcha, marcada por la carrera de los más pequeños, en su ansiedad por llegar los primeros, hace que en esta parte de la ruta invertamos mucho menos tiempo.
Una de las vetustas y señoriales " posesions" en medio de la GR-221
Ha sido una gran jornada de montaña que culminará con una exquisita, pero sencilla cena y un merecido descanso (reparador gintónico incluido)
La última etapa del fin de semana consiste en un relajante paseo por el Puerto de Sóller y una mañana de cafés y conversación disfrutando del tibio sol de inicio de primavera en la lujosa compañia de excelentes amigos.
Para un urbanita como yo, dedicar un fin de semana a este contacto privilegiado con la naturaleza, produce cierto remordimiento no haber sabido aprovechar, años atrás, algo del tiempo de ocio para conocer todas las rutas de senderismo que albergan estas montañas. Nunca es demasiado tarde y me he propuesto, a partir de ya, dedicarle mas atención a esta joya tan asequible y próxima.
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