lunes, 10 de febrero de 2014

Lunes de resaca

Ha sido este último, un fin de semana muy intenso. Empezó el viernes al mediodía con una muy satisfactoria y sencilla comida familiar. A veces un simple corte de bacalao, con una sublime textura, con unas patatas panaderas, rematado todo ello en horno, puede proporcionar una emoción incontenible. Si además, esto se comparte en la mesa y en el comedor de tu propia casa y rodeado de tu familia, miel sobre hojuelas.

Después de dos horas de tenis, esa misma tarde, la noche del viernes se convierte en un oasis donde empezar a disfrutar las excelencias del merecido descanso del fin de semana.

El sábado, doblete; dos cumpleaños. Uno al mediodía, el de Nono, rodeado de tus hijas y de tus amigos, esos que no te abandonan, esos con los que sabes que cuentas, los que están ahí, ahora que ya has superado bofetadas injustas que te propinan la vida y determinadas actitudes. Hubo ruido y juerga de fiesta sana, guitarras y cantos desgarrados, como siempre; los mismos desde hace mas de treinta y pico años. Gracias Nono,  por llamarme amigo.

El otro, por la noche. Nos citó a manteles Jaime, rector de la EXPE, esa pandilla de amigos y padres de un sarpullido de niños y preadolescentes que caminan por el torrente de la amistad, con sus curvas, sus cuestas, sus día-a-día, pero que celebran,  cada vez que pueden reunirse todos, una torrada aquí, una excursión allá y que cuando la fiesta es una cena de padres, no desaprovechan la ocasión de echar un bailecito (Barry nos llama siempre) a este gintonic que cada vez se nos hace más cuesta arriba remontar a la mañana siguiente. Felicidades Jaime,  son los primeros cincuenta.

La guinda del fin de semana la puso la enorme expectativa que tuvo en vilo la noche del domingo a todos estos amigos, que tienen una cosa en común, conocen a mi sobrino Javier. La mayoría de ellos desde que con apenas año y medio empezó a pasar sus veranos en Palma. Primero con su hermano Guille (otro gigante que ya vuela libre, nunca mejor dicho) y más tarde también con Álvaro. Esa expectativa nos tuvo anoche pegados al televisor, presenciando la gala de los premios Goya, con sus chistecitos y sus críticas oportunistas (desde los armanis y los capriles se reprocha con mucha facilidad)

Finalmente fue otro cortometraje el que mereció el premio. No importa. El premio para Javier era estar ahí, estar nominada su película  y pisando él la alfombra roja. Ya  le llegará, estamos todos convencidos. A la hora de escribir estas líneas, ya va camino del cole, con absoluta normalidad y en unas pocas horas volverá a calzarse los zapatos de actor y subirá a un escenario para un nuevo casting y seguirá disfrutando de cada nuevo minuto, haya o no premio. Para nosotros, el premio eres tú.  





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