jueves, 10 de agosto de 2023

Bocados en la oreja y besos apasionados

Cada cual a lo suyo. Intentaba concentrar mi atención exclusivamente en las últimas páginas de una de las lecturas de este verano. Era misión imposible. Si me calzaba los auriculares suponía una descortesía con mi compañera de orilla. Por contra y en la más absoluta de las maldades, los vecinos de toallas tendidas en la arena, los fumadores de costo, los desconocidos parlanchines de verborrea incontenible y demás semejantes amenazaban a mi comprensión lectora. Y eso que no tenía entre mis manos un artículo de física cuántica (Oppenheimer).

No me quedó mas remedio que echar mano del veterano ipod y rendirme a los malévolos algoritmos por los cuales se suceden las canciones en una secuencia aleatoria. La vieja música nunca falla y jamás te abandona.

Bailaba la aguja mágica e imperceptible de un tocadiscos imaginario, rehén de una memoria trasnochada y caduca, lo sé, y volvían a mis oídos ritmos poperos de las noches de los ochenta y noventa. Clásicos de las pistas de baile,  mediterráneas unas y atlánticas las otras, latían con fuerza renovada y las acompañaba yo percutiendo con mis pies sobre la arena, desinhibido de mi entorno y liberado de las agresiones acústicas del vecindario.

Y lograba leer y entender con el ritmo adecuado para liquidar esa novela y afanado en descubrir el autor de aquel doble crimen.

Y a quien le importa, pienso, los bocados en la oreja entre lascivos y horteras de la vampi al ex-político o los besos apasionados de esa parejita de cantantes reguetoneros....la vida, mi vida, está ahora en la orilla, en unos deliciosos días de tregua agosteña que amenaza con acabar, sincronizando el final de esta calma térmica al remate de mi novela. Y antes de que vuelva el bochorno a pocos días de culminar el ascenso del verano, advirtiendo ya la proximidad del ferragosto y de las rampas de descenso hasta septiembre.

Se vaciará la playa, a última hora de la tarde, contra un sol que empieza a ocultar su fachada y que deja sin tonos el horizonte, de un monocolor pardo en el que solo se advierte la ligera cresta espumosa de unas olas que apenas suenan, apagado el rumor por las canciones de mi viejo ipod.



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