lunes, 26 de noviembre de 2018

Kale borroka

La kale borroka lleva tiempo abrevando (no encuentro término más adecuado) también en el Congreso. Los insultos y descalificativos malsonantes han quedado pequeños y la indecencia más bochornosa tomó posesión de sus escaños. Era cuestión de tiempo que llegáramos a este punto porque se veía venir que las incipientes payasadas del inicio de las fallidas legislaturas anteriores iban a dejar abiertas de par en par las puertas de los leones para que pudieran entrar, a tropel, los peores y más desagradables instintos del salvajismo parlamentario. Falta de educación, básicamente y desafección de los más básicos valores. Y un pésimo ejemplo para nuestros hijos. Hemos sido testigos de tensos debates parlamentarios los últimos cuarenta años pero el nivel de degradación moral y estética de la actual composición de la cámara es insufrible.

Del insulto al escupitajo: no ha sido solo contra el Ministro Borrell, es contra su partido y contra el resto de los diputados de todos los partidos, pero sobre todo contra todos los ciudadanos o por lo menos contra quienes consideramos que esta actitud y esta conducta es indigna y creo que no nos lo merecemos. Es un escupitajo  sonoro y violento contra la democracia. Y supongo, quiero creer, que contra algunos parlamentarios que deben sentirse igualmente abochornados por esa inexcusable inmoralidad y contra simpatizantes y afiliados incluso del propio partido del cual son representantes estos tipos de conductas indeseables.

Yo tengo mi teoría al respecto pero creo y asumo que puede reultar anacrónica. Como me importa un bledo lo que pueda importar a una inmensa mayoría de ciudadanos aborregados por la televasión (has leído bien) que atiborra la parrilla de basura y chatarra intelectual, puedo sostener que la causa de tanta degradación es la pérdida de valores. El sistema educativo actual omite la formación en valores morales, principios sobre los cuales se sustenta la sociedad. Ya no llevamos sombrero salvo en verano y por tanto no nos tenemos que llevar la mano al ala del mismo en ademán de descubrir nuestra cabeza cuando saludamos a un conocido (Jose Y. sí lo hace, yo soy testigo).  No hace falta llegar tan lejos. Bastaría, por ejemplo, con observar un conducta respetuosa con el resto de nuestros semejantes, hablar con discreción en los lugares públicos, ceder el paso en la intersección de nuestros caminos, ayudar a los demás e levantarse o sentarse cuando tiene dificultades, ceder el asiento a los mayores, pedir permiso para entrar en despachos, comer y beber correctamente....en una palabra: educación, lo más valioso que podemos transmitir a nuestros hijos.

Para el resto de la sociedad hace ya mucho tiempo que dimití, intento mirar para otro lado cuando veo a esa inmensa mayoría de personas que consideran que una determinada manera de ser es antigua y cosa de viejos, aunque en un momento dado tendría que jugarme el pellejo porque hace muchos años juré que lo haría. Vaya negocio. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

Un traje gris y plomizo

Me visto de domingo gris y plomizo. Desayuno frugalmente y comienzo a derramar mis inquietudes y mis demonios sobre la tabla de planchar. Busco la arruga del tejido y la ataco implacablemente mientras mi mente dispara a las oscuras esquinas que nublan mi optimismo y que ahuyentan los buenos pensamientos. El espíritu emprendedor y el entusiasmo se han desprendido de mi cuerpo, de mi ánimo. Han debido quedarse durmiendo o bien se han diluido con el gel de la ducha. Despertarse tempranito y escuchar el salmo diario de noticias sobre nuestra actualidad informativa es la peor elección. Mejor, si acaso, un poco de música aunque resulta difícil encontrar un buen espacio radiofónico, de madrugada, que sea capaz de cautivar mi ánimo con algo que no sea reguetón o canciones cansinas.

Vivimos una realidad caleidoscópica: una sola imagen y mil reflejos. Tal vez uno o dos de los espejitos se oponen a devolver intacta la composición original y algún cristalito se desvía del guión. Es la prensa crítica que dice, en ocasiones, lo que nos gusta escuchar a quienes no comprendemos muy bien por qué nos está pasando todo lo que vivimos cada día.

Y mientras buscamos, o no, acomodo en esa realidad he decidido que lo mejor va a ser empezar a dar la espalda a esta sucia actualidad y tratar de ser feliz aunque sea en la penumbra. O hacer cola en la Notaría y constituirme en sociedad instrumental  para poder atribuirle mi patrimonio, mis impuestos y otros gastos....total mientras no me asignen un alto puesto, no hay problema. Incluso en ese caso, seguro que alguien muy por encima de mi responsabilidad saldría en mi defensa y podría alegar que gozo de su confianza, lo que es mucho mejor que saltarse el cordón sanitario. Y por supuesto declararme muy solidario, muy progresista, muy reformista y muy social...y muy todo.

Yo me preguntaba el otro día: todas esas familias que fueron desalojadas, desahuciadas de sus viviendas por no poder hacer frente a los gastos de las hipotecas, los ibis,s, la luz, etc,  las plataformas antidesahucio, las adascolaus, los movimientos 15 de mayo...no dicen nada cuando se desayunan entre tostada y tostada las informaciones sobre sociedades instrumentales publicadas por escasos medios. Cómo somos tan tontos y torpes los que acudimos al Banco e hipotecamos nuestras viviendas para poder adquirir su propiedad y seguimos pagando, mes a mes, una buena parte de nuestro sueldo y no hemos tenido la brillante idea de constituir una "sociedad interpuesta" y poder eludir responsabilidades fiscales...Pues, ya ves, todos callados como  puertas, como las puertas del chabolo de Galapagar. Pues que me digan cómo se hace, porque yo debo ser de esos gilipollas que apuran a veces el plazo, pero pagan  sus tributos y cumplen con sus deberes.

Será eso, será que hoy me he vestido con el traje de un domingo gris y plomizo.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Sin balón no hay paraíso

Algunos tenemos grabada en la memoria su imagen en plena carrera porque tuvimos la inmensa fortuna de presenciarlo in situ aquellas tardes de fútbol, de humo de farias y  de los pirulís de naranja que le compraba mi padre, para nosotros, a un tipo de chaquetilla blanca y botones dorados que se colaba entre las filas de asientos de la grada baja del Camp Nou con su gran cesta de mimbre en lo alto, vendiendo chocolatinas, caramelos y almendras garrapiñadas. Otros lo verían por televisión y años más tarde, cualquiera que pueda desearlo, en el yutúb. Con aquellas piernas delgadas que no aparentaban suficiente robustez siquiera para sustentar el leve peso de  su media melena ondeando al viento, recogía, a veces, el balón -blanco- que por el pase defectuoso de un compañero se le había quedado atrás; arrastrándolo con el pie lo adelantaba unos cuantos metros, en autopase, fintando así a su primer rival....seguía corriendo pegado a la cal de la banda y de repente, detenía el tiempo, erguía su escueto perfil y con el exterior del pie derecho bloqueaba el esférico -blanco-. Los defensas que le marcaban se echaban al suelo como perros de presa sorprendidos por la maniobra y, sin capacidad para frenar su propio impulso, se desplazaban erráticamente, resbalando hasta la línea de fondo. (Cruyff pedía que regaran el campo lo suficiente como para que ese balón -blanco- rodara a mayor velocidad). Para cuando los defensas hubieran llegado al banderín del corner, Johan había ya pisado el área y de fino y atinado golpeo con el interior del pie derecho, con efecto y raso, había alojado la pelota -blanca- en el fondo de la portería, por el palo largo del portero. Nada humillante para este último salir así -estirándose impotente-  en la foto en blanco y negro de aquel Mundo Deportivo o en el virado en sepia del Dicen de la época, todo lo contrario, todo un honor para él, supongo.

Luego, con el tiempo,  ya en su época de entrenador, dejó de lado su concepto de futbolista-velocista e impulsó un nuevo estilo en el cual fuera exclusivamente el balón el que se desplazara a gran velocidad y convirtió a su equipo en un grupo de  habilísimos peloteros que fueran capaces de controlar como un tesoro el dominio del juego y eso, en el fútbol, solo se consigue poseyendo el balón...y que corra el equipo contrario.

Conservar el balón, también en otros órdenes de la vida, equivale a controlar la situación y mantener el ritmo de los acontecimientos: MANDAR. El que no tiene el balón sufre mucho, va de acá para allá y, al final, se desordena de tal manera que se vuelve vulnerable y el resultado final, indefectiblemente, es una derrota.

Eso es. Yo en estos momentos, íntimamente derrotado, echo en falta la posesión del balón. Ni lo olemos y vamos corriendo de acá para allá intentando arrebatárselo a quienes, sin tener precisamente un exquisito control del juego, parecen alineados por un sólo objetivo; destruir todo, hasta su propia imagen si fuera necesario, con tal de seguir maltratando esférico y césped mientras una buena parte del país nos desgañitamos gritándonos unos a otros:

-Marca allá, Manolo...marca allá*


Expulsados de nuestro paraíso (como Cruyff por Melero Guaza, aquel frío 6 de febrero de 1977).  Si al menos hubiera sido por el juego de un buen equipo... No le vemos la auténtica cara a nuestros rivales ni cuando recogemos el balón -blanco- del fondo de la portería. No dejan de meternos goles. Cada día. Y esa foto, además, no es para sentirse muy orgulloso. Ningún honor,  lamentablemente.

*https://www.fcbarcelona.es/club/noticias/2014-2015/6-de-febrero-de-1977-el-escandalo-melero

lunes, 5 de noviembre de 2018

Cocina de entretiempo

La lluvia se ha interpuesto en mi jubiloso regreso a las pistas de tenis y además con impertinente insistencia. Una semana de agua y de aguaceros intensos en ocasiones y al traste con mi soñada rehabilitación del saque-volea. Tendré que esperar, supongo y para ello lo mejor es tener paciencia. Contra los elementos.....

En lo que vuelve a salir el sol y encuentro un rival disponible me vuelco sobre los fogones y me esmero en un nuevo menú de entretiempo: solomillo marcado en plancha y paseo por el horno sobre patatas panaderas y berenjenas frita con ajos y champiñones shitake rematados también con el lustre del horno. El aroma de la cocina auténtica y a un precio más que asequible traspasa los límites de la cocina y se cuela ya en el comedor. Niñas, a la mesa! Como aperitivo, colas de gambones flambeadas  con ron caribeño añejo y todo el conjunto acompañado con un sencillo Rioja. Tiempo de tinto. En fuego vecino, a ritmo y llama lenta, alubias negras con verduras (sofrito de ajetes, cebolla puerro y zanahoria), salsa oscura y espesa como chocolate a la taza, estoy deseando meter ya la cuchara....




Brilla el sol, tibio, en esta tarde de sábado pero ya no me vestiré de corto. Me conformo con seguir por televisión la semifinal del Máster 1000 de París Bercy. Dos auténticos monstruos de la raqueta; los más talentosos, tal vez, del panorama actual. Nadal es otra cosa. Si tuviera el talento de Djokovic o de Federer se perpetuaría en el número 1. Lo suyo es una combinación de la técnica de sus propios golpes, tesón, corazón -enorme- y sobre todo, mucha cabeza. Esa que le falta, del segundo escalón para abajo, al resto de jugadores del circuito. Ahí están los resultados de los que supuestamente querían arrebatar la corona a los tres citados. Nuevamente lesionado, Nadal se borró del torneo y acudirá sin ritmo a la copa masters. Pues eso, como yo, sin ritmo de saque-volea. 

Me resisto a ver otro tipo de televisión. He renunciado a una serie de cadenas, obstinadas en buscar  en la burda y soez burla de los símbolos del Estado su estabilidad presupuestaria y los porcentajes de audiencia. Pobres en contenido y pretenciosamente audaces en sus chascarrillos y gracietas. Luego pasa lo que pasa. Llegan las lamentaciones y las pruebas de solidaridad y apoyo por parte del coro de aduladores de los malos cómicos que hablan en nombre de la libertad de expresión a cualquier precio. Nada nuevo que no hayamos visto antes. Lo que ocurre, al final, es que cuando llegan los recibos del agua, del gas, del IBI, del cole y de las actividades extraescolares de los nenes, se encuentra uno solo. Hasta allí no llega esa solidaridad y además la presión que se ha generado se vuelve en contra del chistoso de plató y se retiran las colaboraciones y los patrocinadores comerciales dejan de pagar las pedorretas, las chaquetas, los móviles y los tratamientos dentales. 

Y si te quitan los tirantes,  se te caen los pantalones y baja la audiencia. Ajo y agua. 


Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...