La actualidad informativa es fotógrafa. En cada acontecimiento, en cada suceso, una cámara capta las imágenes de la acción y también de la reacción.
Tras los tristísimos acontecimientos de la semana pasada, un crimen que viene a sumarse a otros tantos similares de los últimos años, los medios han llenado sus portadas con una imagen corrompida por el dolor y por la desesperanza. Y como si de un juego se tratara, muchos de esos medios parecen querer cebarse en ese dolor -siempre ajeno- y mandar al lugar de los hechos una sección de reporteros, de bustos parlantes con alcachofa de color corporativo, para que a merced de la lluvia, del viento y del frio narre in situ el dictámen y análisis de los datos que se van conociendo y, por supuesto, cientos de palabras huecas acerca de sentimientos heridos que, para fortuna de los más allegados, pasan de largo hasta el día en que, con más sosiego y si el ánimo lo permite, puedan revisarse. Y mientras el presentador de plató introduce la información, ahí aparece el o la reportera, desafiando las inclemencias y asintiendo calladamente con la cabeza, como aquellos perritos que se colocaban en las bandejas de la ventana trasera de los utilitarios de los 70.
Y luego vendrán las tertulias y los programas que se justifican a sí mismos con un montón de parlanchines destilando estupideces en un confortable semicírculo y opinando sobre cualquier asunto o tema con licencia absoluta para decir toda clase de sandeces, adoptando postura y expresión inflexible de compunción. Qué asco de televisión, capaz de derramar miseria sobre los hogares de millones de familias ávidas de un consuelo que, desde luego, esta chusma tertuliana de lo visceral no va a proporcionar. Pero el morbo de ver las lágrimas ajenas y hacerlas propias es una especialidad miserable de estos seres que igual diseccionan la vida de un torero, de una cantante o de una viuda. El mundo de la ciencia del sofá y el chascarrillo. Y sobreimpresionadas las fotos, vídeos y declaraciones repetidas una y otra vez en secuencias de escasos minutos.
La foto de estos días nos ha reportado un hecho, el crimen inexplicable de un inocente niño de ocho años, y una reacción. Bueno, de muchas reacciones, muchas fotos. La foto del rostro del dolor de madre y padre en una expresión fija de llanto en seco -cuando ya no quedan lágrimas-. La foto de una madrastra más pendiente de ser vista que de ver, de ser llorada que de llorar, de ser amada que de amar. La foto de un guardia civil especialista en actividades subacuáticas con el nivel de aguas fecales a la altura de su barbilla. La foto de sus compañeros y de miles de voluntarios y colaboradores en las labores de búsqueda, en las peores condiciones y aprovechando al máximo la luz solar, llegando a la extenuación, mientras la autora confesa del crimen era testigo silenciosa de esa carrera desesperada de los padres y familiares del niño...hay que tener mucho cuajo.
Y la peor de las fotos, la que más vergüenza proporciona (la más dolorosa será siempre la de los padres junto a un féretro blanco) la del debate sobre la propuesta de derogación de la prisión permanente revisable. Algunos políticos han ido a hacerse un selfie en caliente con el peor de los fondos, como el tonto que, sin calcular el riesgo de una dolorosa caída o de una despeño seguro, se fotografía junto a un acantilado o colgado de una cornisa. Ese selfie, además de costar la vida puede costar muchos votos.
La foto de estos días nos ha reportado un hecho, el crimen inexplicable de un inocente niño de ocho años, y una reacción. Bueno, de muchas reacciones, muchas fotos. La foto del rostro del dolor de madre y padre en una expresión fija de llanto en seco -cuando ya no quedan lágrimas-. La foto de una madrastra más pendiente de ser vista que de ver, de ser llorada que de llorar, de ser amada que de amar. La foto de un guardia civil especialista en actividades subacuáticas con el nivel de aguas fecales a la altura de su barbilla. La foto de sus compañeros y de miles de voluntarios y colaboradores en las labores de búsqueda, en las peores condiciones y aprovechando al máximo la luz solar, llegando a la extenuación, mientras la autora confesa del crimen era testigo silenciosa de esa carrera desesperada de los padres y familiares del niño...hay que tener mucho cuajo.
Y la peor de las fotos, la que más vergüenza proporciona (la más dolorosa será siempre la de los padres junto a un féretro blanco) la del debate sobre la propuesta de derogación de la prisión permanente revisable. Algunos políticos han ido a hacerse un selfie en caliente con el peor de los fondos, como el tonto que, sin calcular el riesgo de una dolorosa caída o de una despeño seguro, se fotografía junto a un acantilado o colgado de una cornisa. Ese selfie, además de costar la vida puede costar muchos votos.
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