lunes, 26 de diciembre de 2016

Triste wpp

 Feliz semana también para ti. Me quedo con el cacho...( y varios emotibesos)

Sé de un portal en el que en esta Navidad ha faltado la figurita materna representada por la Virgen María. Y es que, a pesar de haber luchado muy duramente -especialmente los últimos meses- acaba de fallecer Maribel.  Cayó enferma hace poco más de un  año y medio. Hasta ese momento hablábamos unas cuantas veces al año; los respectivos santos y cumpleaños, en Navidad, en fin de año y en alguna otra ocasión, cuando a ella o a mí nos apetecía saber cómo nos iban las cosas, pues nos llamábamos. Eso era todo, pero era mucho. Había sido más; cosas de juventud.

Ese ritmo de contactos fue disminuyendo según avanzaba su enfermedad porque llegó el momento en que a mí no me salían las palabras adecuadas. Se atascaba mi mente y se me formaba un nudo en la garganta. No sabía qué decirle sin que se notara mi desánimo ante el fatal progreso de su dolencia ni mucho menos mi total incapacidad para sacar unas palabras de aliento que no sonaran a lata de conserva.

Le diagnosticaron la misma terrible enfermedad por la que había fallecido primero su madre y más tarde su hermana. En el servicio público de salud de su Comunidad Autónoma se topó con una excelente profesional pero que no dudó en descerrajarle el diagnóstico sin rodeos retóricos ni almibarados. No daba crédito y confió, según me contó ella misma,  en que pudiera tratarse de un error. Ella solo se notaba cansada, aturdida y padecía continuas y dolorosas jaquecas.

Le recomendaron someterse inmediatamente a un tratamiento de choque previo a cualquier solución quirúrgica pero ella prefirió, en primer lugar, organizar la vida de su padre, de edad y estado mental muy delicado, y preparar a sus hijos de manera que pudieran encajar de la forma menos traumática ese pésimo diagnóstico.

Durante esos primeros días fue cuando más traté de hablar con ella e intentar infundirle mis modestísimos ánimos. Luego reconocí que poco más podía hacer y de muy poco le iban a servir ya mis mejores palabras.

Empezó su tratamiento, ingresó a su padre en una residencia, mandó a sus hijos de viaje, a colonias y campamentos y afrontó los primeras tandas de tratamiento con envidiable entereza y gran fortaleza moral. Siempre se reía de sí misma. Si me vieras -me decía- sentada en el sofá tranquilamente...¿pero cuando he estado yo sentada tanto rato en el sofá? Pasmá!, gritaba con su acento de San Fernando, Cai.

El tono de su voz comenzó a reflejar su deterioro físico a pesar de lo cual seguía haciendo planes y se sacudía los dolores y las náuseas como quien espanta una moscarda molesta. Al final ya hablaba con mayor dificultad, le prescribieron el uso de un corsé y empezó a circular por su propia casa en silla de ruedas y seguía padeciendo terribles dolores de espalda. Aún así echaba cuentas para volver a sus clases de pilates, de aerobic, a patear la calle, etc...

En mayo de 2015 escribí el post Pegado a tu dolor. Esa Maribel G.L a la que trataba de animar me contestaba todos los lunes con un madrugador whatsapp desde su móvil con las palabras que reproduzco al inicio de este otro post. Feliz semana también para ti. Y a continuación un montón de emoticonos de corazones palpitantes y besos. Lo hacía casi al instante de colgar yo mi entrada. Según su disponibilidad se extendía un poco más y establecíamos un fugaz intercambio de mensajes, regalándonos piropos y alabanzas. 

El domingo 18, antes de las nueve de la mañana - demasiado temprano para que Maribel me mandara un wpp desde su móvil- sonó en el mío el pitidito fatal: Isabel ha fallecido.

Ya no volveré a recibir ni su wpp ni todos esos emoticonos. Descansa en paz, Maribel. Un beso.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Navidad sí, pero...

Hace dos mil y pico años (a estas alturas todavía no parece que haya opinión unánime sobre la fecha exacta) nació Jesucristo, en un portal de Belén. Este es el hecho que desde pequeñitos nos han contado nuestros padres, nuestros abuelitos y las monjitas del Colegio, primero y después, superada la fase de los primeros pasos, hemos seguido creyendo, año tras año, navidad tras navidad, a medida de que nos hemos ido haciendo adultos. Ahora se lo contamos a nuestras hijas y a nuestras sobrinas y, además, también en casa, en representación de tal creencia, colocamos un portal en un lugar especial de nuestras casas para que los más pequeños crezcan en la celebración de esta bonita historia. Nos lo han recordado  en la Parroquia este pasado domingo y aunque, solo por unos días, hasta los más excépticos o descreídos hacen lo propio, tal vez por el afán de celebrarlo como siempre lo hicimos. Y no hay nada malo en ello.

El viernes pasado, después de compartir mesa y mantel con un montón de personas de orden, aseados y saludables en lo moral, aún con sus achaques en lo físico,  cada cual los suyos, porque había algunos compañeros octogenarios y septuagenarios, todos ellos veteranos servidores del Estado,  salí de la Comandancia con la sana sensación de haber culminado un año de mi trabajo con motivo suficiente para justificar un alto grado de satisfacción y orgullo. No es autocomplacencia, que dicho sea de paso, como ya dije anteriormente, como la vanidad y la ropa interior; la justa y en la intimidad. Después de cuatro años, dos proyectos, mil visitas, mil complicaciones, muchas horas de sueño y otros tantos desvelos, hemos logrado poner en funcionamiento las renovadas dependencias del viejo Cuartel. Si el agua nos respeta...

Saliendo por la rampa del aparcamiento se me vino abajo ese entusiasmo. Escuchaba las noticias de la radio y daban cuenta de que en Damasco, una niña de siete años había detonado un chaleco explosivo que ella misma llevaba adherido a su pequeño cuerpo, en una comisaría de Policía. Unas horas antes, en Alemania, la policía había detenido a un niño de 12 años cuando pretendía hacer lo propio en un mercado navideño. Y unos días antes, en un mercado de Nigeria, dos niñas habían hecho detonar sus cinturones explosivos. Fatal y desolador balance

Infancia y navidad son factores de combinación positiva y optimista pero que pueden alterar el sentido cuando añadimos valores negativos como pobreza, hambre, dolor y guerra. Desgraciadamente tenemos descontadas esas combinaciones porque pese al confort en el que habitamos, somos conscientes de que en muchos hogares y en otras latitudes la situación no es igual. Lo que no nos imaginábamos, hasta ahora, es que esa infancia aparezca en el escenario del crimen y con el papel de protagonista. ¿Qué mente y con cuánto odio es capaz de ajustar el chaleco o cinturón en un pequeño e inocente cuerpo de niña y darle un empujoncito en el hombro o en la espalda y mandarlo hacia su objetivo como quien despide a su hijo en la puerta del colegio, con la mochilita a sus espalda?

Ayer por la noche estuve viendo una buena película francesa Mayo de 1940 que narra la dramática marcha de un grupo de ciudadanos franceses huyendo de sus casas durante el  éxodo masivo (cerca de ocho millones de personas) que provocó la invasión de Francia por las tropas alemanas. La excelente música de Morricone ayuda a digerir algunas de las más duras escenas. 

Han pasado casi ochenta años y la humanidad no parece haber aprendido nada de nada.



 

 



 




lunes, 12 de diciembre de 2016

El puente de todos los años.

Me siento a desayunar y una mirada perdida colisiona con el calendario adherido a una pared de la cocina. Hoja a hoja han ido cayendo los meses  y nos hemos plantado en diciembre. Un último tirón y quedará liquidado 2016. Un amargo y caliente  trago de café con leche y un bocado de reflexión, no muy profunda, es cierto, pero muy tóxica para el estado de ánimo: ¡el tiempo vuela!

Tengo la sensación de que hace un instante acabábamos de mandar al trastero del sótano el árbol, las figuritas del belén y las guirnaldas navideñas y ya están subiendo otra vez por el ascensor; lo estoy oyendo. Nuevo domingo de Adviento, otro cirio encendido...Una frase que me quedó grabada el primero: Dios siempre está, a lo mejor somos nosotros los que nos ausentamos.

La sopladora de hojas secas, caídas en la calle, me despierta del ensimismamiento en el que me había sepultado mi  reflexión. Al rato, pasa la otra maquinita del demonio; la cepilladora-barredora que va recogiendo toda esa hojarasca caduca. Los tipos van con protectores auriculares y parecen ensañarse con esa torturadora fábrica de sonidos desagradables y los vecinos a duras penas podemos ni escuchar la radio.

Me asomo al balcón. Luce un sol brillante y cierro la puerta corredera tras de mí. Barro con la mirada todo el entorno de mi ciudad y trato de entender cómo es posible que a estas alturas de diciembre la temperatura roce los veinte grados. Intentaría disfrutarlo con un chapuzón en el mar pero las toses y mocos de casa recomiendan quedarme en ella cautelarmente; no sea que haya que asistir a Urgencias de nuevo. Virus total. Un brote de gripe inoportuno, si es que alguna vez no lo es.

Me conformo con depositar mis esperanzas de un nuevo baño algún otro día y me refugio en la tableta. Repaso los digitales y una punzada de frustración recorre todo mi cuerpo; una sana envidia. Todo el mundo está de puente; hoteles de Barcelona, Madrid, San Sebastian, etc, con altísimas tasas de ocupación,. Además me han mostrado (yo no tengo ni una sola de las redes sociales  que pululan por casa) fotos de amigos y conocidos en Londres, París, Roma.... hay algo que debemos estar haciendo mal, pienso con el tono hiriente de un autoreproche.

La vida, atendiendo a las necesidades principales y poco más se ha vuelto muy exigente y los meses finales del año marcan los picos más elevados. Y llegará la Navidad y querremos comer y beber y disfrutar excepcionalmente de los pequeños placeres mundanos, y la vida sube, sube, sube y los azules siguen evaporándose y pretenderemos acercarnos a la nieve y dejarnos caer desde las cumbres del Valle de Arán, ¡qué menos! Pues a dosificarse!

Recibimos en el puente a una vieja amiga ferrolana y a su hija (crecen...) y parece que el tiempo se ha detenido. Nos vemos con idéntica complicidad y hablamos como si lo que ayer ocurrió en las calles de Ferrol lo hubiéramos presenciado con nuestros propios ojos. Me lleva el recuerdo a la Plaza del Marqués de Amboage y a la Pastelería Ramos y su fantástica tarta Sácher que devoraba a bocados bajando hasta el Cantón, por la calle Real, y al viejo Arsenal. Y si apuro me veo circulado con el viejo Escort hasta mis arenales de Doniños. Y la tortilla paisana de El Gallo....

En cierto modo eso también es viajar y aprovechar el puente. Ya llegará la nieve.










lunes, 5 de diciembre de 2016

Claros y transparentes (ambos)

Clara y transparente (ella) acude a la llamada. Pero no dice nada. Solo eso, que es clara y transparente. Y rie, como siempre. Bueno, al final, en cierto modo, sí habla. En voz bajita y sin mucha gente; que nadie haga muchas preguntas, no sea que...

Habla como viste. En eso parece bastante coherente, he de reconocerlo. Y muy probablemente de esa misma manera, piensa y también actúa. Es clara y transparente porque no engaña. Aunque le aplaudan los suyos y sus socios de partidita (ojito con ellos, Clarita) que, dicho sea de paso, también son claros y transparentes, aunque no lo parezca, porque, efectivamente, no lo parece.

Claro y transparente (él) debió cansarse de la azada y del riego por goteo de sus jardines, que eso es muy duro y decidió desprenderse del peto-pantalón. Deslumbrado probablemente por el lujoso entorno en el que desempeñaba su actividad profesional, debió creer que él también podría lanzarse a la aventura inmobiliaria y claro está, no solo y exclusivamente para ganarse honestamente la vida, no. Para dar un pelotazo, que en eso los torpes y tontos ciudadanos seguimos viéndolas venir. Nosotros solo nos asomamos a nuestro  buzón de correspondencia para recoger, un día sí, otro también, los recibos del banco, de Gesa -gas y electricidad- de la aseguradora, del cole de las niñas, las tasas de la incineradora, los ibi,s etc. y tratar de atenderlos puntualmente. Y cuando encendemos la tv seguimos viendo banqueros, bancarios, políticos, futbolistas, etc. enganchados al pegajoso chicle de la corrupción, testificando sobre los jirones que se ha llevado cada cual en esta época de escasísima honestidad en que nos ha tocado sobrevivir.

El problema es que no solo nos toman por idiotas, es que además nos dicen a la cara que lo somos, tomándonos, sin excepción, como borregas adoctrinadas en la cultura de la excelente propuesta-bazofia de nuestras televisiones. Ya les va bien así. 

Los últimos en incorporarse venían supuestamente a regenerar la vida política y al final resulta que se han regenerado ellos. Poco han tardado en quitarse las máscaras. No hay más que verlos y no hay por dónde cogerlos. Porque visten igual para un acto público de toma de posesión que como lo harían para compartir una botellona en la caseta-transformador eléctrico de la urbanización un viernes por la noche. Y hablan....¡cómo hablan! Y mandan...¡cómo mandan!

Parece que por el empeño de uno solo de los periódicos locales,  el mismo que -erre que erre- acabó destapando sonados casos anteriores y por los que fueron arrojando a las mazmorras a ilustres figurines de la purulenta política autóctona, va dando resultado y la justicia, bastante más tuerta que ciega, va a acabar sabiendo del asunto.

Y a todo esto, ¿el banco? Silencio total.  ¡Qué raro....!

Paradójicamente esta semana pasada, a bombo y platillo y con los cacareos propios de esa casta, se ha aprobado, mediante Ley, la creación de la Oficina de lucha contra la corrupción de Baleares.

hala pues! a trabajar! 

Aniversario

Mañana, dia 6 de diciembre, a pesar de mis vacaciones, -será que soy tonto- me vestiré como corresponde en los actos de especial relevancia y compareceré en el acto institucional de celebración del XXXVIII Aniversario de nuestra Constitución. Va cumpliendo años, va haciéndose mayor y muy probablemente necesite un poco de botox aquí y algún retoque por allá, pero es la que tenemos, la que nos ha traído hasta aquí, la que ha permitido que una nutrida tropilla de personajes 2.0 puedan hacer y decir toda clase de barbaridades con la intención de ofenderla, vejarla y maltratarla y que no les pase nada. 

A ella y a los que la respetan, feliz cumpleaños. 

Nombres que remueven la memoria

La primera que yo recuerdo fue una pequeña y coqueta Iberia blanca. Sobre una de las encimeras de la cocina, resultaba muy atractivo para in...