El móvil había dejado de emitir señales intermitentes hacía ya un buen rato. Silenciado desde unas horas antes, tan sólo algún mensaje de wpp llamaba mi atención. Algunas de las semillas de cardamomo subían y bajaban entre los pedruscos de hielo que no acababan de fundirse, una corteza morada de no se qué lima de los Andes y un pedacito huérfano de haba tonka de una lejana región agrícola de Nigeria y decidí que lo mejor era dejar aquella mierda de copa encima de la mesa y refugiarme en un sencillo gintónico clásico, añorando un larios-fintley de toda la vida. (daría por bueno que me lo sirvieran, incluso, en un vaso de tubo ancho, donde los cubitos de hielo fueran cayendo de forma ruidosa, uno sobre otro, hasta un máximo de tres)
La hermosa luna llena, envuelta en una enigmática aureola, brillaba radiante encima de las olas y perfilaba nítidamente la silueta de Cabrera. A pesar de constituir la excusa de aquel encuentro, luna de agosto, pocos hacían caso de su majestuosa presencia y los miraba yo como si fueran unos irresponsables que no supieran dar valor a aquel maravilloso espectáculo. Resultaba muy dificil apartar mi mirada sobre ella, en una noche mediterránea sin apenas contaminación lumínica, después de haberla visto con todo su esplendor en el estrelladísimo cielo asiático.
En el pequeño "BOSE SOUNDLINK" empezó a sonar la almibarada voz de Ana Torroja, "Ay qué pesado, qué pesado...siempre pensando en el pasado....."
- Mira! me viene como anillo al dedo esta canción - me susurró casi al oido desde mi espalda. Deslizó sus encarnadísimos labios sobre mi mejilla y se sentó junto a mí, mostrándome, insinuante, su discreto pero atractivo escote. Levantó su vaso cerca de mi copa y la acercó a su boca al tiempo que me guiñaba - como sólo ella sabía hacer- su ojo izquierdo.
Forcé una simulada sonrisa que bien pudo ella interpretar como un frio saludo, antes de inclinarme hacia adelante para tomar mi propia copa y sincronizar el ritual del brindis. Cruzó las piernas de forma sugerente, exhibiendo el brillante bronceado de sus espinillas y las reconocibles cuñas de unas sandalias de Verde Esmeralda. Como si lo tuviera ensayado -siempre le había dado buen resultado-, coqueteó con su larga melena negra y me tendió una dulce -casi cursi- y cínica sonrisa, esperando que yo iniciara la conversación.
Por no parecer huidizo ni incómodo por la situación, aproximé mi cabeza a la suya, en un torpe intento de no mostrarme alterado por su contrastado poder de intimidación, aunque me hiciera sentir un tanto estúpido y pretencioso creerme que, todavía y a estas alturas de nuestras vidas, estuviera realmente intentando coquetear conmigo.
-Cuánto tiempo y que alegría verte por aquí, amada petardita! Saludé en tono cálido y conciliador, envuelto en nostálgicas esencias de hábitos pretéritos.
- ¿Sigues casado, todavía? -me espetó de manera directa y a bocajarro- Yo ya me he separado dos veces y aquí me ves, living la vida loca....Aunque sus palabras eran claras, su gesto contradictorio denotaba más aburrimiento que otra cosa. ¡Vaya coñazo de isla! -prosiguió- he venido con unos amigos que no paran de meterse mano y un mariquita que se debe creer que está en Chueca. En cuanto pueda me bajo a Palma. ¿Has venido solito?
En proceso interno y a velocidad de vértigo, trataba de ordenar mis ideas, a pesar de que los vapores de las semillas empapadas en G´Vine Nouaison que a esas horas ya llevaba en el cuerpo, dificultaban la tarea.
- Si, por supuesto, he venido solo, pero había quedado esta noche con unos amigos que andan por ahí pocholeando. No se meten mano, y ni mucho menos se han escapado de Chueca, pero llevan un rollo del que hace ya mucho tiempo que me desprendí. Al tiempo que decía esto, me pareció que podía sonar excesivamente riguroso y acto seguido, intentando rectificar esa impresión, maticé mis propias palabras.
-Afortunadamente estoy encantadísimo con lo bien que me va en mi casa y no estoy ya para aguantar tonterías ni me voy a volver a poner a cambiar pañales ni dar biberones a terneritos de otras camadas que es como últimamente acaban estas cosas ¿no te parece?
El silencio se hizo un tanto tenso y ella misma se prestó a rebajarlo;
- Lo que más odié siempre de tí es tu aplastante sensatez. Y que no te despeinas, coño! (fiel a Sabina, pensé; la lengua muy larga y la falda muy corta)
- Pues ahora va a resultar realmente difícil despeinarme -dije, al tiempo que pasaba la palma de mi mano por encima de mi recién estrenado corte de pelo.
- Joder! es que no tienes ni canas!-prosiguió con aduladora rabia-
-No creas. Es la oscuridad de la noche. El brillo de la luna, si te fijas, te ayudará a comprobar que no soy rubio natural -contesté con cierta sorna-. (nadie es perfecto, pensé, toma esa, Billy Wilder!)
A la salida, casi al alba, vi las luces azules encendidas de un Patrol de la Guardia Civil. Dos guardias permanecían junto al vehículo.
En un alarde de recursos, al llegar a mi coche, abrí el maletero, saqué la bici, muy pacientemente monté la rueda delantera y me alejé pedaleando despacito y sonriendo levemente mientras pensaba....De buena me he librado. Hoy no me pilláis, compañeros.
Por no parecer huidizo ni incómodo por la situación, aproximé mi cabeza a la suya, en un torpe intento de no mostrarme alterado por su contrastado poder de intimidación, aunque me hiciera sentir un tanto estúpido y pretencioso creerme que, todavía y a estas alturas de nuestras vidas, estuviera realmente intentando coquetear conmigo.
-Cuánto tiempo y que alegría verte por aquí, amada petardita! Saludé en tono cálido y conciliador, envuelto en nostálgicas esencias de hábitos pretéritos.
- ¿Sigues casado, todavía? -me espetó de manera directa y a bocajarro- Yo ya me he separado dos veces y aquí me ves, living la vida loca....Aunque sus palabras eran claras, su gesto contradictorio denotaba más aburrimiento que otra cosa. ¡Vaya coñazo de isla! -prosiguió- he venido con unos amigos que no paran de meterse mano y un mariquita que se debe creer que está en Chueca. En cuanto pueda me bajo a Palma. ¿Has venido solito?
En proceso interno y a velocidad de vértigo, trataba de ordenar mis ideas, a pesar de que los vapores de las semillas empapadas en G´Vine Nouaison que a esas horas ya llevaba en el cuerpo, dificultaban la tarea.
- Si, por supuesto, he venido solo, pero había quedado esta noche con unos amigos que andan por ahí pocholeando. No se meten mano, y ni mucho menos se han escapado de Chueca, pero llevan un rollo del que hace ya mucho tiempo que me desprendí. Al tiempo que decía esto, me pareció que podía sonar excesivamente riguroso y acto seguido, intentando rectificar esa impresión, maticé mis propias palabras.
-Afortunadamente estoy encantadísimo con lo bien que me va en mi casa y no estoy ya para aguantar tonterías ni me voy a volver a poner a cambiar pañales ni dar biberones a terneritos de otras camadas que es como últimamente acaban estas cosas ¿no te parece?
El silencio se hizo un tanto tenso y ella misma se prestó a rebajarlo;
- Lo que más odié siempre de tí es tu aplastante sensatez. Y que no te despeinas, coño! (fiel a Sabina, pensé; la lengua muy larga y la falda muy corta)
- Pues ahora va a resultar realmente difícil despeinarme -dije, al tiempo que pasaba la palma de mi mano por encima de mi recién estrenado corte de pelo.
- Joder! es que no tienes ni canas!-prosiguió con aduladora rabia-
-No creas. Es la oscuridad de la noche. El brillo de la luna, si te fijas, te ayudará a comprobar que no soy rubio natural -contesté con cierta sorna-. (nadie es perfecto, pensé, toma esa, Billy Wilder!)
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A la salida, casi al alba, vi las luces azules encendidas de un Patrol de la Guardia Civil. Dos guardias permanecían junto al vehículo.
En un alarde de recursos, al llegar a mi coche, abrí el maletero, saqué la bici, muy pacientemente monté la rueda delantera y me alejé pedaleando despacito y sonriendo levemente mientras pensaba....De buena me he librado. Hoy no me pilláis, compañeros.
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