Fiel a los colores de la camiseta del club de sus sueños, el forofo se sienta para aplaudir al equipo de forma incondicional, juegue como juegue y dispuesto a negar la mayor, negarse a reconocer que no juega a nada, que no se lo pasa bien, que el equipo contrario -cuánto más, el eterno rival- juega con mayor sentido y, por supuesto, mejor. Y te va a ganar, por mucho que te enfundes la misma camiseta en cualquiera de sus versiones o equipaciones. Y va a negarse, ese forofo, a reconocer la diferencia. Y será capaz de aliarse con los más radicales de sus vecinos para hacer más ruido y para intentar que el rival llegue a sentirse insignificante. E imponer la infamia.
En el deporte pasa lo mismo. Ese forofo gritará hasta perder su voz, armará su brazo para reventar el tambor, tomará el megáfono para taladrar literalmente los oídos de cuantos le rodean. Justificará la entrada salvaje de su defensa central al virtuoso rival que ya lo había regateado, al que el propio forofo le deseará con toda su mala idea la peor de las lesiones -una triple rotura de ligamentos, por ejemplo- para que jamás pueda volver a jugar ni amenazar su hegemonía.
El forofo es así, incapaz de reconocer que lo que hace su equipo es una bazofia infumable, por mucho que sus colegas radicales y supremacistas le empujen y le acompañen en esa errática ruta, enfundados en sus camisetas sin enterarse absolutamente de nada.
Yo, hermano forofo, te compadezco porque tiene que ser muy malo de llevar el afecto ciego y abnegado por tus colores frente a una realidad tozuda que deberías empezar a asumir, aunque te duela y especialmente si te duele. Debe ser muy malo de llevar vivir en una pura contradicción, jalándote como ruedas de molino los argumentos de la mentira, el uso y abuso de paráfrasis imposibles, incluso jurídicas, para ilustrar a los más necios, porque en la intimidad de tus reflexiones toda tu vida supiste lo que era esa realidad. De ese equipo y de ese "deporte" sí puede uno desvincularse y, sobre todo, antes de perder la cabeza. Te compadezco, hermano, porque solo un forofo, con una venda delante de sus ojos, es capaz de engañarse a sí mismo y de seguir aplaudiendo la demolición de cuanto le rodea.
¿Quién hablaba de fútbol?