Miércoles 21 de junio de 2023, 07:30 h. Acabo de dejarte en el cole. Como cada mañana. Como casi cada día lectivo de los últimos dieciséis cursos/años. Te dejamos, en tu primer día madrealbertiano de un lejano septiembre de 2007, peinada con una coleta a cada lado de la cabeza, con la falda peto del uniforme de verano y un mohín de incertidumbre pintado en tu cara. Inquieta, como eras, te revolvías en tus inseguridades como el rabo de una lagartija momentos antes salir de casa. Te llamaba, por entonces, cariñosamente "barullo" con la intención de que tú me lo repitieras a mí y tratar de quitar hierro a ese primer día de cole que teñía de temor tu semblante y te provocaba ese angustioso dolor de barriga....esos nervios.
Te enseñaron a trazar en el papel, ya con cierto orden, los primeros burotatxos (garabatos) de colores y daba igual lo que a los demás les pareciera porque sabíamos que allí estábamos retratados nosotros, en casa, en la piscina o en la playa y nos veíamos reflejados, cada cual en su color, en el rojo o en el verde o en el azul.
Han sido casi veinte años haciendo el trayecto de casa al cole, primero con María y contigo, y más recientemente solamente contigo, jugando a acertar la temperatura al llegar a la rotonda los primeros años, y más recientemente con la ilusión de pillar una de Rosalía en programa de Carmona, pero siempre con tus temores, con tus nervios, con ese dolor que se plantaba en tu barriga los días de examen o, que más daría, el día de una excursión. Lo desconocido, lo incierto y lo temible te generaban un malestar que hacían muy largo ese camino.
Has llegado, Ana, y desde los burotatxos has transitado por esa senda escolar hasta llegar (y resolver) derivadas e integrales. Has padecido (hemos compartido ese sufrimiento) las tablas de multiplicar, las raíces cuadradas, las sumas de quebrados y fracciones, la historia de los íberos y de los cartagineses, las guerras púnicas, la formulación orgánica y hasta los padrenuestros y las avemarías.
Te impusiste un reto muy exigente en el bachillerato -mates, física y química- y, mírate, ahí estás, bajando del coche musitando un adiós, te quiero que me perfuma el aire del interior del coche hasta que llego al trabajo, y dejo tu silueta en el retrovisor encaminándote, por última vez, a esa clase que representa a todas las aulas en las que has ido superando la primaria, la eso y ahora el bachillerato.
Quise y decidí estar siempre ahí, desde primera hora de la mañana, desde el primer pie en el suelo, desde el momento de prepararte "la merienda" y meterla en la mochila, con el baby y con la agenda...que no se quede en casa (ni en el pupitre, por Dios)..
Solo me queda darte las gracias por no haberte rendido jamás y por haber hecho que mi presencia en todos esos momentos cobren hoy tanto sentido porque creo que un buen padre nunca debería dimitir, nunca debería abandonar. Y esa era mi misión.